De
"Cuentos y poesías de mi lugar" |
El patio del recuerdo |
La mañana del domingo se presentaba
hermosa, me levanté temprano y compré el diario.
En una de las páginas me sorprendió
aquel aviso que decía:
Gran
remate en una
finca desocupada
.
Me emocionó la noticia y decidí ir,
caminaba un tanto apurada para llegar pronto. En la puerta ya había
gente, entré y caminé por aquel estar largo con ventanales de vidrios de
colores. Llegué al patio, rodeado de plantas y pajareras vacías, en el
medio un gran aljibe que, ahora estaba de decoración, aunque seguía
hablando de otros tiempos. Era la primer persona que entraba, todo estaba
demasiado silencioso, parecía irradiar una tristeza infinita y profunda.
Allá en el rincón estaba aquella planta
de hojas grandes y aterciopeladas que daba flores anaranjadas como
racimos.
Recuerdo aquella mañana ya hace tantos años
atrás, cuando traía entre mis manos, apenas una plantita entre mis manos
. Venía vestida de pollera escocesa, de buzo azul y zapatos de charol,
usaba trenzas largas y corría para entrar primera y regalársela a la
abuela..
La abuela estaba tan hermosa con su
delantal lleno de harina, estaba amasando; oh aquellas manos empolvadas,
las que tomaron la planta.
Al mediodía la mesa se puso en el patio,
éramos tantos niños, tíos y tías, una mesa enorme de tradición
italiana, los firretes de la abuela estaban exquisitos.
Después de almorzar, ella nos llamó, y
rodeándola, plantamos esa pequeña planta, allí en esa esquina, mientras
mi hermano más chico daba vueltas en el triciclo alrededor del aljibe.
Se oían los cantos de todos los canarios
y cardenales en las pajareras de la abuela, no parecía una cárcel de pájaros
sino un pequeño paraíso con troncos simuladores de árboles y monte.
De pronto la voz de un hombre me estremeció,
era el rematador que ponía precios a aquellas cosas tan queridas. Me sentí
impotente, todos los parientes querían su parte, y todo se desparramaría
a distintos dueños esfumándose en el olvido.
Si yo fuera rica, si tuviera el dinero
suficiente para comprar todo eso, era un caserón enorme de una belleza
muy especial, muy conservada, con muebles señoriales, hasta habían
quedado cuadros de antepasados que nadie quiso llevar, y que la abuela
había hecho bellísimos cuentos sobre ellos.
No los quise ni mirar al salir, porque con
sus miradas antiguas me estarían culpando.
Miré el patio con las baldosas blancas y
negras, las pajareras vacías de cantos y alegrías. Me acerqué a la
planta y le corté un gajito.
Caminé hasta la puerta. Se me nublaron
los ojos de las lágrimas, sentí frío al salir. Así pasaron los días y los meses. Una mañana de sol, el asombro me invadió de pronto, en el cantero del patio de mi casa el gajito había prendido y estaba brotando para decirme que la vida continuaba. Que la vida es, como la primavera donde todo vuelve a florecer. |
María
del Carmen Borda
-
2009
De "Cuentos y poesías de mi lugar"
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