4. Una anécdota sobre Florencio Sánchez

 
En el teatro existen aquellos que sostienen que abundan por ahí las obras de mérito no representadas, que no llegan hasta los escenarios por caprichos del azar o por no poder vencer el obstáculo que presenta a su paso, un régimen de camarillas insensible a cualquier voz nueva y renovadora. Y existimos, además, los que, después de muchos años de observación caemos en la la cuenta, por el contrario, de que aquello que no se representa, es, generalmente, porque no vale y que las producciones de mérito auténtico cumplen fatalmente el destino de difundirse y que para que lo cumplan, hasta acuden muchas veces en su ayuda factores fortuitos e imprevistos.
Los primeros, para robustecer su posición, se parapetan detrás de la leyenda de Florencio Sánchez. La leyenda es ésta: Florencio Sánchez, incomprendido, emprende un largo y fatigoso peregrinaje por las secretarías de los teatros, sin conseguir por mucho tiempo, que nadie se interesase por la representación de su primera obra "M'hijo el dotor".
Nosotros, sin necesidad de apelar a ejemplos concretos, que muchas veces consagran sólo excepciones, podríamos, sin embargo encontrar, no en la leyenda sino en la realidad de lo que le ocurrió a Florencio Sánchez, una demostración más de que existe algo superior e inescrutable que empuja a las obras, que meneen representarse, hacia los escenarios.
La realidad es ésta: Florencio Sánchez estrenó en seguida de entregar su comedia; fue autor halagado, desde la iniciación de sus actividades, por el éxito más clamoroso y si no hizo fortuna con sus obras se debió a que, cuando las estrenó -en idéntico caso se encontraron Lafferrere, Payró y otros- no se recompensaba el trabajo del autor en la forma más equitativa que establece ahora el arancel vigente.
Nada más. Y ahora veamos cómo se estrena "M'hijo el dotor".
Por aquel entonces dirigía la compañía de Gerónimo Podestá, don Exequiel Soria, que debiendo realizar un viaje a su provincia natal, Catamarca, delegó el mando en don Joaquín de Vedia.
Durante el interinato, Roberto Payró, compañero de tareas de don Joaquín en "La Nación", llegó una madrugada al diario y entregándole un paquetito le dijo:
-Esta es una comedia que acaba de poner en mis manos un muchacho inteligente: Sánchez.
-¿Y quién es Sánchez?
-Hizo periodismo en Montevideo. Creo que en "La Razón" de Carlos María Ramírez. Impresiona bien. Yo me he ofrecido de intermediario, asegurándole que leerías la obra. Te conozco. ¿No me vayas a dejar ahora en blanco?
-¡No hombre -repuso don Joaquín con acento no muy convincente-. Pero no pretenderás que la lea ahora? ... ¡Que tu amigo Sánchez me dé tiempo!
De Vedia guardó la obra y no se habló más del asunto. 
Ya en su domicilio se acostó, pero aquella noche -una noche olvidó pasar antes por su biblioteca en procura del libro que, como siempre, lo ayudara a bien dormir. 
Advirtió la omisión y cuando se dispuso a repararla se echó a pensar si no sería preferible afrontar las posibilidades del insomnio, antes que la seguridad de un frío implacable.
En esa situación, advierte sobre la mesa de luz, el manuscrito que le había entregado Payró.
El problema quedaba, así, solucionado. Toma la obra, comienza a leerla y no la abandona -ya muy entrada la mañana- hasta que no encuentra la frase "Telón Final".
Al lunes siguiente comenzaron los ensayos de "M´Hijo el dotor" sin la presencia de su autor, a quien no fue fácil encontrar por Buenos Aires, y quien no pudo sospechar tampoco nunca que el destino se colocara tan decididamente en favor del inmediato estreno de su primera comedia.

30 Recuerdos de Teatro
José Pedro Blixen Ramírez
Editorial Florensa & Lafon - Montevideo noviembre de 1946

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