Un Lord rebelde.
En el bicentenario de Byron
El poeta vestido con una indumentaria típica albanesa.Retrato por Thomas Phillips (1835, a partir de una obra de 1813).National Portrait Gallery, Londres. |
Hace
doscientos años, el 22 de enero de 1788, nació en Londres George Gordon
Byron, uno de los poetas más eminentes de la lengua inglesa, descendiente
de una familia aristocrática, pero poseedora de rasgos de una extraña y
malsana peculiaridad. Su tío abuelo era temido por su carácter brutal y
licencioso, de tal modo que se le llamaba “el lord malvado”. El abuelo
del poeta, de nombre Jack, recibió el apodo de “Tormenta” porque en
sus viajes por mar naufragó en varias ocasiones y en la imaginación
popular, su personalidad se asociaba a esas catástrofes. Tuvo un hijo,
Jack, como su padre, pero apodado “el Loco”, quien despilfarró su
fortuna, y tras casarse con Catalina Gordon, arruinó también la de su
esposa. Pero los Gordon no le iban en saga a los Byron; tenían fama de
aventureros y en algún caso, de prestigio siniestro; unos murieron
ahorcados, otros asesinados, algunos ahogados, de modo que Maurois
expresa: “de cada rama del árbol de los Gordon pende un ajusticiado”. Cuando
tenía tres años, el poeta perdió a su padre, por lo que Catalina Gordon
y su hijo se instalaron en Escocia. De una sensibilidad sumamente precoz,
el futuro Lord se enamoró, ya a los cinco años, de una niña llamada
Mary Duff; su segundo amor lo experimentó a los doce y el tercero a los
diecisiete. La
personalidad juvenil Cuando
estudiaba en Cambridge, se destacó en varios aspectos, pero desde luego
por ser muy diestro en los deportes. Como
contrapeso, su temperamento lírico lo inclinaba a la poesía. Cierto
nihilismo, cierta incredulidad respecto de los valores de los hombres y un
estado de “spleen” que no se calmaba con nada, le daban a su rostro
muy pálido un aspecto de melancolía, que lo hacía atractivo a las jóvenes,
y por lo tanto muy afortunado en conquistas amorosas. Su
primer libro “Hours of Idleness”, cuyo título ya indica algo de su
estado soñador, resultó un fracaso, además la crítica no fue
benevolente con él. Todo
ello lo hizo reaccionar, no sólo por medio de su obra sarcástica
titulada “Bardos ingleses y críticos escoceses”, sino al escribir el
epitafio sobre la tumba de su perro que dice: “Aquí yace uno que poseyó
belleza sin vanidad, fuerza sin insolencia, valentía sin voracidad, y
todas las virtudes del hombre pero sin sus vicios... “ Y termina
afirmando que este epitafio, que sería una adulación sin significado
escrito sobre la tumba de un hombre, es justo homenaje a la memoria de su
perro. Cuando
le correspondió ingresar en la Cámara de los Lords hizo política de
oposición. Reconoció el valor de los conceptos de libertad preconizados
por las revoluciones de las colonias británicas contra Inglaterra y las
de la Revolución Francesa, y se atrevió a declarar que el general
Bonaparte era su héroe de novela, por lo menos el de la época
republicana, tal vez. Elogiaba las obras de Rousseau, preconizaba el amor
a la soledad practicado por los rebeldes a la sociedad y los fuertes de
espíritu, defendía los derechos de los tejedores de Notthingam contra la
explotación capitalista, y se declaraba contrario al anglicanismo oficial
intolerable. Su
viaje por el Mediterráneo le sirvió para desarrollar la pintura bastante
lírica de paisajes de mares y tierras en los primeros cantos de
“Childe-Harold”. Más adelante, “El corsario” fue de tal manera
esperado, que en los dos primeros días de venta de ese libro, se adquirió
ya la cantidad de trece mil ejemplares. En cuanto a “El sitio de
Corinto”, “Lara”, “Melodías hebraicas” y otras obras,
consolidaban su fama de notable poeta inglés. Contra
los convencionalismos Pero
su vida disipada y las fiestas que llevaba con sus amigos en Mewstead,
eran realmente poco edificantes. Lord Byron se disfrazaba de abad y sus
convidados de monjes bebían vino en un cráneo. En
un poema, Byron hace decir a la calavera que es mejor alegrar a la gente
en amables banquetes que ser morada de viles gusanos, en lo que tal vez
tenía razón. El poeta mismo parecía cansado de esta vida y decidió
casarse. Eligió sin embargo, tal vez por contrapeso, la mujer más
diferente a él. Elizabeth Milbanke, hija de un baronet, era muy hermosa,
distinguida, pura, delicada y no carente de inteligencia, pero fría,
amiga de mantener la etiqueta, los convencionalismos sociales y poco
dispuesta a disculpar faltas. ¿Cómo pensar que ese matrimonio podía
sostenerse por mucho tiempo? De él nació, en 1815, una hija llamada Ada. A
Byron se le señalaba con el dedo. Cuando supo que le llamaban “Nerón”,
“Serdanápalo” y “Heliogábalo”, comprendió que debía optar por
este dilema: “o todo lo que se dice de mí es verdad y en ese caso no
soy digno de Inglaterra, o lo que se dice es mentira, entonces Inglaterra
no es digna de mí. En uno u otro caso debo abandonar Inglaterra”. Y
abandonó su país. Grandes obras literarias iban cimentando su fama. En 1817 editó “Manfredo” y luego “El prisionero de Chillón”, “Lamentaciones del Tasso y Mazzepa”. Sus aventuras de todo tipo lo tenían en la mira de los largavistas de los turistas ingleses que querían saber qué hacía Byron para contarlo en los salones. Por esa época tal vez haya que situar su romance con Teresa Gamba. Los Gamba pertenecían a la sociedad de los carbonarios y Byron simpatizó con esas ideas. Era un momento en que Europa estaba dominada por monarquías absolutistas que aplastaban a pueblos tremendamente oprimidos. Poco a poco se va filtrando en el espíritu del poeta la idea de salvar a Grecia, aplastada brutalmente por la dominación turca. Byron, a pesar de su pesimismo total, afirmaba que dos cosas había que salvar: los conceptos de “amor” y de “libertad”. Decidió ayudar a los griegos en su lucha por la independencia. Fletó con su dinero un bergantín, el “Hércules” y se fue a la guerra en favor de la liberación de los helenos, quienes lo recibieron como lo que realmente era: un héroe nacional. Sus esfuerzos se dirigieron en varios sentidos: lograr un empréstito inglés, humanizar la guerra y dar la vida por la independencia. Realizó ingentes esfuerzos personales con desprecio de su salud, que no resistía tantas penurias. Su cuerpo, cerca de Missolonghi, sufría estoicamente el clima malsano y ese fervor levantaba el ánimo de los patriotas griegos. Cuando le sobrevino la fiebre cerebral, la descuidó en el fervor de la lucha emprendida hasta que sucumbió a la dura adversidad. El gobierno provisorio de Grecia le rindió los máximos honores fúnebres en medio de la consternación de los patriotas. Estas breves pinceladas a propósito de su vida quizá inciten a algunos lectores a leer su obra. |
por Hyalmar
Blixen
Diario "Lea" - Montevideo s/f
25 de setiembre de 1988
El 10 de octubre del año 2006 se efectuó un homenaje al Prof. Hyalmar Blixen en el Ateneo de Montevideo. En dicho acto fue entregado este, y todos los textos de Blixen subidos a Letras Uruguay, por parte de la Sra. esposa del autor, a quien esto escribe, editor de Letras Uruguay.
Ver, además:
Hyalmar Blixen en Letras Uruguay
Editado por el editor de Letras Uruguay
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