El Shah Nameh, iluminación poética de la historia de Persia |
Ferdausi, del que hicimos referencia en un
artículo de este mismo Suplemento (enero, 19 ppdo)compuso el "Shah
Nameh", la epopeya que narra la historia de la vieja Persia como
resultado de un proceso de enamoramiento de las leyendas,
pero también impulsado por una concepción del mundo, de la
divinidad y de la realeza; ganado de un soplo grandioso pero fino,
consciente pero alado, recreó, basado en los "Yashts" y en las
viejas gestas de lengua pahlevi, un mundo de personajes ya reales, ya fantásticos,
elaborados todos de mano maestra. Impropiamente ha sido llamado "el
Homero persa"; en realidad, la estructuración de las dos epopeyas
griegas no puede ser más distinta de la concepción artística de
Ferdausi. Aquellas son clásicas en todo el sentido de la palabra y dotadas de la unidad de acción; el "Shah
Nameh" es una sucesión de relatos épicos, de sagas o de gestas en
las que se narran las historias de los antiguos monarcas y héroes
iranios. Tanto en la India, como en el mundo musulmán, dominaba, en la
narrativa, la estructuración de grandes conjuntos por yuxtaposición de
relatos, unidos por una ficción o pretexto cualquiera. Es el género que
los árabes llamaron "makámat", que culmina, para ellos, con
"Las mil noches y una noche" o en la literatura de la India con
el "Pantchantra" y el "Hitopadesa". Ferdausi hizo
también en la épica un trabajo de yuxtaposición de sagas y temas épicos;
así la obra que más se le acerca es en Europa, por su estructura,
"La leyenda de los siglos" de Víctor Hugo, poeta que
quizás tuvo oportunidad de leer el poema persa traducido al francés en
1838 por Jules Mohl. No obstante, en los versos del autor de "Los
miserables", lo narrativo está subordinado a lo lírico; en cambio,
Ferdausi es esencialmente épico, aún cuando ha intercalado relexiones o
desarrollos filosóficos y morales que impiden su impersonalidad. El "Shah Nameh" presenta, pues, a
través de casi sesenta mil versos, como
primera característica, la grandiosidad de conjunto y si bien no es obra
para leer desde el principio al fin, deleita en la mayoría de sus
escenas. Si Ferdausi no inventó el material épico, lo remodeló -caso de
la saga de Isfandiar- y además le dio el sello de la belleza
imperecedera, le infundió la grandeza
trágica y lo vistió de ese aire de suntuosidad netamente
oriental, que se observa en los cuadros y en las miniaturas de Persia. Se abre el "Shah Nameh" con una
invocación a la divinidad hecha en estos términos: "En el nombre del dueño del alma y de
la inteligencia, del dueño insuperable de la gloria, del mundo y de la
fortuna, del que suscita los profetas, del dueño de Saturno y de los
planetas, que ha iluminado la luna y el sol y que ha pintado las estrellas
en el cielo..." "El pensamiento no puede alcanzar al que está
por encima y más allá de todos". J. C. Coyajee, de Calcuta, en su
"Studies in Shah Nameh" ha dedicado un interesante capítulo a
la teología y filosofía de Ferdausi y de él tomamos algunas ideas al
respecto. Considera que en esta materia el poeta no sólo se basó en el
Islam, sino que acusó fuertes influencias de zoroastrismo y de otras
concepciones religiosas. Citando la autoridad de Nöldeke, señala que de
acuerdo a una interpretación literal de muchos versos del poeta persa,
podrían hallarse incluso algunas prevenciones contra ciertas ideas
religiosas musulmanas. Había pues en Ferdausi, sumada a su concepción
islámica, "una inclinación romántica hacia un magianismo
idealizado y racionalizado". Así, la invocación y ciertos fragmentos
esparcidos en su obra bajo la forma de "discusiones" realizadas
en las cortes de los reyes Bahram Gor, Nushirvan y Khosrú Parviz,
presentan a Feurdasi como un posible deudor de los grandes libros de la
literatura en lengua pahlevi, es decir del "Dina-i Mainog-i,
Khirad", el Dadistan-i, Dinik e incluso el "Shikand Gumanik,
Vijar". Los aspectos filosóficos en estas obras están
desarrollados; en cambio, Ferdausi, fundamentalmente épico, los trata con
suma concisión. Se destacan, sin embargo, su idea de que la divinidad no
puede ser conocida de modo adecuado,
y también el rechazo del antropomorfismo. Aunque algunos críticos
han querido relacionar al poeta con la secta sufi de los mutacilitas,
difiere en que éstos poseen una teología basada en la razón y en cambio
Ferdausi, dice como vimos en la "introducción", que el supremo
ser no puede ser alcanzado por el pensamiento. Además, los mutacilitas
adjudican a la divinidad siete atributos; Ferdausi se opone a ésto, con
la idea de que el conocimiento de la esencia divina sólo puede limitarse
a una mera afirmación de la existencia de la misma y nada más. Tras su invocación, el poeta hace en el
"Shah Nameh" el elogio de la sabiduría o inteligencia. Esta se
halla en realidad personificada, a manera de los libros Pahlevis. Así en
el "Dina-i Mainog-i Khirad" ya citado, la sabiduría es un espíritu,
que se halla en el orden de los arcángeles. Recomienda Ferdausi: "Conviene oh sabio, hablar del valor de
la inteligencia. Saca de tu razón lo que sabes para que el que te escuche
se nutra de tu palabra . La inteligencia es el más maravilloso de los
dones de Alá y celebrarla es meritoria. Ella es guía de la vida, alegra
el corazón y es la fuente de los goces y de las penas..." "La
razón es el ojo del alma y sin los ojos del alma el hombre no podría
gobernar el mundo". Para Ferdausi, la sabiduría es el agente
activo de la creación del universo; es la fuente de la vida y la primera
cosa creada. Está relacionada, no sólo con las funciones del cuerpo
humano sino hasta con los movimientos de los planetas y los signos del zodíaco;
es fuerte, pues, en ese aspecto, la influencia del magicismo mazdeísta. Luego Ferdausi nos da un cuadro del
despertar del mundo sacado de la nada por el agente divino. Como en casi
todos los libros sapienciales del viejo Oriente, en el "Shah
Nameh" se cita la arcaica doctrina de los cuatro elementos: fuego,
aire, agua y tierra. Más notable es la descripción de la formación del
mundo visible, poética, aunque no científica: "Las montañas se elevaron, las aguas
descendieron y las plantas se alzaron hacia el cielo. La tierra formaba un
punto central oscuro y negro. Las estrellas mostraton sus maravillas en
los cielos e irradiaron su luz sobre la tierra. El fuego se elevó y el
sol dio vueltas alrededor de la tierra". Tras algunos elogios al sultán Mahmud
(entonces su protector) y a otros personajes, Ferdausi nos habla del
primer hombre. Luego nos muestra a la humanidad que vegeta, sometida a la
acción maléfica de los "dids"(los "debas" de la
mitología hindú) hasta que del cielo baja un héroe salvador: Kaiumors;
éste instituye la realeza persa y rige a un pueblo todavía salvaje que
vive en las montañas vestido de pieles de tigre; obtiene dicho rey el
dominio sobre las bestias, y desde ese momento, el ser humano se erige
como amo de la creación. Pero el Div hijo de Ahrimán, la potencia
negadora del Zend Avesta, combate a los iranios. Kaiumors envía contra él
a su hijo, Siamek, pero el
combate es desigual; en aquella época no se conocía el uso del escudo y
el Div deshace con sus garras el cuerpo del príncipe. La consternación
se suscita, no sólo entre los hombres sino mismo entre las bestias. Dice Ferdausi: "El ejército lloraba, colocándose
alrededor del trono del rey; los animales feroces, los pájaros, los
venados de todas clases se refugiaron en la montaña lanzando lúgubres
gritos". Pasa el tiempo y Kaiumors, ya anciano,
encomienda la venganza a su nieto, Husheng; éste se pone al frente de un
ejército formado por Peris -o genios- y toda clase de bestias, tigres, leones, lobos leopardos;
y al fin le sonríe la victoria y el Div es muerto. Ferdausi
comenta este episodio con esta reflexión: "El mundo no es más que un sueño que
pasa; ni la felicidad ni la
desgracia duran". Canta luego a los reyes Tahmuras y Djemshid,
prototipos ambos, de héroes civilizadores. Tahmuras, hijo de Husheng,
enseña a hilar la lana de las ovejas y a tejer con ella; así, el vestido
de lana sustituye al de pastos; captura también a las aves de corral; es
toda una evolución de las formas culturales primitivas, interesante para
un sociólogo, lo que se aprende en estos pasajes del libro. La historia Djemshid es más trágica; su
norma es, al principio, el triunfo de la virtud -"impediré a los
malos a hacer el mal y guiaré a los espírtus hacia la luz
bienechora", dice. Su gobierno está lleno de hechos civilizadores
notables: inventa la fabricación del ladrillo y de ese material hace
casas sobre cimientos de piedra, extrae de la tierra los metales, crea los
perfumes, hace la primera flota que surca los mares y bajo su impulso nace
la medicina. Entonces ordena a los Divs ahora sus súbditos que le
fabriquen un maravilloso trono totalmente recubierto de piedras preciosas
y que sobre ese trono le lleven al cielo. Desde allí gobierna el mundo
durante tres siglos: en ese tiempo una música sobrenatural invade la
tierra: había llegado la edad de oro en la que creyeron los pueblos
antiguos. Pero a Djemshid, la propia grandeza le
engendra su destrucción; esa
continuidad en el poder, ese elevarse sobre los demás le endurece el
corazón, quiere ser divinizado, que se le adore como creador del mudo. Así
cae desde su principalía y un usurpador, Zohak, hace le sierren su cuerpo
por la mitad. Ferdausi reflexiona: "-¿De qué le valió esa vida larga?
De nada. El Destino le arrojó del solio real, le quitó su poder y luego
le partió en dos como a una caña seca" Zohak es el prototipo del tirano; dedicado a
la magia no hace sino maldades para satisfacer sus pasiones; entre sus
crueldades estaba la de matar todos los días dos jóvenes para alimentar
con sus sesos a las
serpientes. Pero como a casi todos los tiranos del mundo, se le acerca la
hora de su destrucción, y una noche sueña con ella; desde entonces se baña
en una tina llena de sangre de seres humanos y de animales para conjurar
su muerte por medios mágicos. El elegido por el Destino para vencer a
Zohak es un hombre del pueblo llamado Feridum; el pueblo se levanta y lo
sigue. Feridum toma el palacio de Zohak tan alto que "parecía
construido para arrancar las estrellas del cielo", y encadena al
monstruo en el monte Demavend... Y así se suceden historias y más
historias. Los hijos de Feridum se dividen el imperio de su padre y
combaten entre sí; desde este momento Ferdausi canta las luchas entre Irán
(país de la luz) y Turán (país de las tinieblas) o sea la tierra
dominada por las hordas turcas. También canta las guerras contra Rum
(Roma y el Imperio bizantino). Y pasan reyes y héroes con sus ambiciones y
sus locuras, con sus heroísmos y sus debilidades; no pálidas sombras
majestuosas como las que vio desfilar Macbeth, sino llenas de vida y
fuego, cosa que hacen más patéticas sus caidas sobre las que el poeta
reflexiona con estas palabras: "¡Oh mundo! No eres más que viento y
engaño; el sabio no pone en ti su alegría. Quienquiera que seas, oh tu,
rey o esclavo, cuando el mundo ha apagado su hálito, ya no hay para ti
alegría ni tristeza. ¡Dichoso solamente el que deja una memoria
bendita!" De este inmenso cúmulo de leyendas en verso, en la que centenares de personajes aparecen, apenas hemos dicho unas palabras. No obstante, a través de estas líneas, quizá algo se asome de los temas del gran poeta, algo de la visión de su mundo remoto, perdido, inaprehensible hoy para cualquier otro medio que no sea el arte: ya hecho luz y color en las miniaturas y cuadros, ya hecho en la poesía, ritmo y ala. |
por Hyalmar
Blixen
Suplemento Huecograbado "El Día"
2 de Febrero de 1964
El 10 de octubre del año 2006 se efectuó un homenaje al Prof. Hyalmar Blixen en el Ateneo de Montevideo. En dicho acto fue entregado este, y todos los textos de Blixen subidos a Letras Uruguay, por parte de la Sra. esposa del autor, a quien esto escribe, editor de Letras Uruguay.
Ver, además:
Hyalmar Blixen en Letras Uruguay
Editor de Letras Uruguay:
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