Semblanza de Don Francisco de Quevedo
Francisco de Quevedo |
Don Francisco de Quevedo y Villegas (1580-1645) es una de las glorias de las letras hispánicas. De niño se educó en la soledad de su casa y era reconcentrado, solitario y amargo. Su figura resultaba poco atrayente pues era de baja estatura, patizambo y miope, por lo que resulta lógico lo que escribe en estas cuartetas:
"Nací tarde, porque el sol tuvo de verme, vergüenza en una noche templada entre clara y entre yema." Además, con doloroso sentido de burla respecto de sí mismo, agregaba:
"Aguarda hasta que yo pase si ha de caerse una teja..." "No hay necio que no me hable ni vieja que no me quiera ni pobre que no me pida ni rico que no me ofenda. No hay camino que no yerre ni juego donde no pierda ni amigo que no me engañe ni enemigo que no tenga".
No creía poder ser amado de verdad por mujer alguna, y sólo se ablandarían por interés:
"Si le hablo a alguna mujer y le digo mil ternezas o me pide o me despide que en mí es una cosa misma". Su refugio fue el estudio: aprendió griego, latín, hebreo, árabe, italiano, francés, además de dominar como pocos el español, su lengua nativa. Entre los pensadores antiguos tuvo predilección por el filósofo estoico Séneca y tras su correspondencia en latín con Justo Lipsio, notable humanista belga, profesor de las Universidades de Jena, Leyden y Lovaina también estoico, dijo éste, que Quevedo era una de las figuras más notables de España. No sabía que quien le escribía tenía apenas veinticinco años. Más o menos por la época de su docta correspondencia componía nuestro poeta su "Letrilla satírica", "Poderoso Caballero es Don Dinero", lo que revela su facilidad para abordar estados de espíritu muy diferentes. Más aún, se ve la diferencia, si se lee que por ese tiempo escribía el poema satírico "Riesgos del matrimonio en los ruines casados" de tono subidamente humorista. Para ampliar su personalidad diremos que era un notable tirador de esgrima. El maestro de ese arte, Luis Pacheco de Narváez había escrito un libro "Cien conclusiones sobre la práctica de las armas". Quevedo le objetó algunas conclusiones e hicieron una demostración de esgrima; el poeta, por mofa, le quitó con su espada el sombrero al profesor, cosa que éste no le perdonó jamás. Todas estas actitudes denotan el carácter proteico del gran escritor. COMIENZOS DE UN SATÍRICO En 1606 comenzó a escribir "Los Sueños", visiones barrocas, de sátira jugosa, realista y a la vez llena de imaginación: el primero de esos "Sueños" fue "Las zahurdas de Plutón"; luego, "El alguacil alguacilado", "El sueño de las calaveras", "El mundo por de dentro", "La visita de los chistes", "El entremetido, la dueña y el soplón" y en fin, "La hora de todos y la fortuna con seso". Cuando su espíritu burlesco pasaba de la ficción a la vida real fatalmente traía consigo resentimientos. Cuenta Papell, en su excelente estudio sobre el autor que hoy recordamos, que en cierta ocasión lo importunó alguien para pedirle consejo sobre dos poemas que había escrito. Quevedo iba de prisa al Palacio Real a cumplir sus tareas, oyó el primer poema y sin detenerse juzgó: -"Mejor es el otro". –"Pues si Vuestra Merced no lo ha escuchado ¿cómo puede saberlo?". A lo que contestó Quevedo: -"Señor mío: porque ninguno puede ser peor al que he oído". Su facilidad para improvisar era muy grande; el día del cumpleaños de Felipe IV, Quevedo, como correspondía, lo fue a saludar, y al ver la cantidad de regalos que el monarca había recibido, se quejó de la adulonería con que era tratado y agregó: "Y en cambió a Quevedo no le regalan nada". Había un juego de cubiertos de oro, un bronce que representaba a Moisés, un magnífico crucifijo, unas antiparras, una estatuilla de la Virgen María y otros objetos valiosos. Don Felipe le dijo: -"Pues te regalo lo que puedas meter dentro de una cuarteta". Quevedo improvisó:
"Para ver Moisés a Cristo púsose las antiparras. ¡Purísima Concepción! Para mí son las cucharas".
Se llevó por lo tanto, los objetos arriba señalados. QUEVEDO Y LA POLITICA Pero chanzas a un lado, sin contar las que quedan en el tintero, imprescindibles para dar una idea del espíritu complejo, ya grave, ya socarrón, del poeta, lo cierto es que la característica primera, era en él la fundamental. Cuando obtuvo el duque de Lerma el nombramiento de su amigo, el duque de Osuna, para el cargo de virrey en Nápoles manejó las cuestiones de hacienda de Sicilia que aquél le encomendó con gran pundonor y meticulosidad. En esa época escribió su serio libro "Política de Dios, gobierno del Mundo y tiranía de Satanás". También intervino en la peligrosísima conjura de Venecia, en la que los españoles fracasaron y Quevedo logró salvar la vida al escapar disfrazado de mendigo y pasando entre el tumulto por italiano gracias a su conocimiento de esa lengua. Pero la política de España cambió: cayó en desgracia el duque de Lerma y le sucedió en calidad de Ministro todopoderoso el Conde Duque de Olivares. Quevedo al principio fue bien tratado y a pesar de su arriesgada y leal defensa del duque de Osuna, al que el de Lerma arrastró en su caída (y que Quevedo defendió contra todos, con su sentido de la lealtad, en actitud valiente ante lo que consideraba injusto, y aun dedicó el poema que empieza: "Faltar pudo su patria al grande Osuna..."), mantuvo el poeta su lugar en la Corte. Pero cuando pensó que la política del Conde Duque de Olivares hundía a España en la ruina, y aun se imponía sobre un rey poco capaz y sobre tantos cortesanos que adulaban al Ministro con servil humillación, su tono cambió. Su espíritu era demasiado mordaz y levantisco: había polemizado violentamente con Góngora; cierto que ambos eran poetas barrocos, pero entre el conceptismo de Quevedo y el culteranismo de Góngora había grandes diferencias, como puede observarse incluso en la prosa, en la lectura de su novela picaresca "El Buscón", basada en parte en recuerdos de su época de estudiante en la Universidad de Alcalá. Para combatir la retorcida forma de la poesía de Góngora, Quevedo hizo publicar los versos de Fray Luis de León, puros, sencillos, elevadísimos. En 1632 compuso su tratado de filosofía estoica que tituló "Marco Bruto", glosa del de Plutarco, pero muy rica. Quevedo pensaba que era lo mejor que había salido de su pluma. Si lo leemos hallamos reflexiones muy valientes para la época, como su ataque a los ineptos que sólo se glorían de su linaje, citemos: "El noble, si es infame, no es hijo de nadie"... "El que sólo es noble por la virtud de sus mayores, dé gracias a los que muertos no puedan desmentir a los vivos". "Cuando el aristócrata se envanece de sus abuelos, si éstos pudiesen hablar, tantos mentises oyera como abuelos blasona"... "El nacer no se escoge y no es culpa nacer del ruin, sino imitarle; y es mayor culpa nacer del bueno y no imitarle". Ataca también el concepto de frívola "novedad" tan inestable, que sólo puede seguir siéndolo si la cosa novedosa se destruye a sí misma. Ataca a los tiranos, a los aduladores, a la cantidad de damas deshonestas, que iban a otra ciudad a regalar el fruto de sus licencias para volver a Madrid como vírgenes. Se le ordena callar. Quevedo contesta con estos versos en los que alega que la palabra verdadera participa de la Divinidad:
"No he de callar, por más que con el dedo ya tocando los labios, ya la frente me representes o silencio o miedo. "¿No ha de haber un espíritu valiente?"... "Pues sepa quien lo niega y quien lo duda / no es lengua, la Verdad, de Dios severo, / y la lengua de Dios nunca fue muda, etc." . Por estos versos, por el "Padre Nuestro glosado", el que tras cada décima, termina como estribillo, con unas líneas del texto bíblico, y especialmente por el "Memorial", en que advierte al rey acerca de su desastroso reinado por culpa de Olivares, fue encarcelado y hasta la caída del Ministro no se le liberó. Salió enfermo, casi ciego y murió poco tiempo después. |
por Hyalmar
Blixen
Diario "Lea" - Montevideo
16 de agosto de 1989
El 10 de octubre del año 2006 se efectuó un homenaje al Prof. Hyalmar Blixen en el Ateneo de Montevideo. En dicho acto fue entregado este, y todos los textos de Blixen subidos a Letras Uruguay, por parte de la Sra. esposa del autor, a quien esto escribe, editor de Letras Uruguay. Los videos e imagen fuero agregados por mi.
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