Ya amanecía, cuando el héroe emprendió su camino montado en Raksh y al cabo de un buen trecho penetró en el misterioso país de los hechiceros y los Divs. Anduvo todo el día sin que le ocurriera percance alguno, pero algo extraño e inquietante, había en el ambiente, como una presencia misteriosa, porque de las hojas de los grandes bosques salía una música, semejante a las notas de una guitarra.
-¡Qué cosa más rara! - pensaba Rustem -. Sin duda este bosque está totalmente encantado. Mientras esta música no me deje dormido o convertido en piedra... Porque con los magos del Mazenderán cualquier cosa es posible.
Al atardecer, cuando el sol dejaba toda anaranjada la selva, llegó a un lugar en que había un claro entre los árboles. El bosque estaba absolutamente vacío, pero Rustem miraba hacia todos lados, porque adivinaba presencias misteriosas y sospechaba, aunque no los veía, que ojos de Divs lo debían estar acechando.
-Que se presenten si quieren combatir. Ya veremos si se atreven contra mi valor y mi espada, - pensaba Rustem.
Avanzó un trecho, y asombrado de hallarse en tan maravillosos parques, divisó un estanque donde nadaban bellísimos cisnes. Entre los árboles había pavos reales, que abrían sus colas soberbias, y también muchos pájaros, pero a Rustem le llenaba de curiosidad el observar que ninguno de ellos cantaba. Y de pronto, el jinete se detuvo asombrado. ¿Era verdad lo que veía?. Sí, era verdad. En medio del claro del bosque, junto a un estanque bellísimo, había una gran mesa, cubierta de lujosos manteles, y sobre ella, fuentes de platos de oro macizo y copas también de oro, llenas de vino de color tan rojo y brillante como el del sol al anochecer. Aquí y allá estaban servidas las más exquisitas viandas: pavos y pollos gustosamente aderezados, frutas extrañas, que nunca había visto el caballero y unos postres que con sólo mirarlos se despertaba el ansia irresistible de gustar de ellos.
Lo que no sabía el buen guerrero era que se trataba de un banquete que habían preparado los hechiceros y demás encantadores de ese lugar, para festejar el aniversario de una batalla que habían ganado unos años antes a los persas.
Pero como Rustem estaba hambriento y tenía además mucha sed, llenó una copa de rojo vino y la saboreó un rato. Luego, al hallar cerca una lira, se puso a tocar las cuerdas de ese instrumento musical, esperando que llegaran los que habían dispuesto el festín, a los cuales rogaría que le invitaran a participar de él.
Al oír la dulce y algo triste canción de Rustem, una horrible y viejísima hechicera, que desde hacía miles de años no pensaba sino en hacer el mal, decidió echarle un sortilegio a Rustem y así se lo dijo a sus hermanas que eran todas feísimas y tan perversas como ella.
-Verteré un filtro mágico en su vino sin que él se dé cuenta. Cuando el muy tonto lo beba, quedará convertido en estatua de arena. Luego le daremos unos golpes con nuestras escobas y cuando no sea sino una alfombra de polvo, bailaremos sobre ella una danza encantada la primera noche de luna llena. Me parece que nos vamos a divertir mucho, hermanas hechiceras.
Y todas juntas empezaron a reírse con sus voces cascadas. Se ponían rojas y luego verdes de tanto reír y chillar, se atoraban y las narices se les alargaban como picos de ave de rapiña.
La malvada hechicera se transformó al momento en una joven hermosísima y se acercó al héroe dispuesto a entretenerlo con miradas y sonrisas, hasta el momento en que pudiera echarle el filtro en la copa.
Rustem la recibió sorprendido y admirado de ver a una muchacha tan bonita en aquel lugar apartado. La hizo sentar junto a él, le habló delicadamente y le preguntó quién era. La hechicera le contaba toda clase de mentiras, le decía que era una princesa prisionera de los Divs, que había logrado escaparse de ellos y le pedía protección. Y cuando Rustem se distrajo un momento pensando cómo podría ayudar a tan bella joven como suponía que era la hechicera, ésta le echó el filtro mágico en el vino.
-Bebe, héroe incomparable,- le decía con dulce voz la malvada-, bebe por nuestro amor.
Rustem, por galantería, levantó la copa y fue a llevarla a los labios, pero ¿qué ocurrió de pronto?
Sucedió que hacía un rato que Raksh pastaba cerca de la mesa y al bajar la cabeza para comer unas hierbas sabrosas, vio que, de pronto, uno de los pies de la doncella se transformaba en pata de bruja. Enseguida la hechicera, que se había descuidado, volvió a darle a su pie la forma que ella quería, pero ya Rakdh, que era el caballo más inteligente de cuantos ha habido, adivinó el peligro que amenazaba a su dueño, y, corriendo a dónde éste se hallaba, golpeó con el hocico la copa que Rustem iba en ese momento a llevar a sus labios.
El héroe, enojado, se dio vuelta para reprender a su caballo por lo que creyó una travesura, pero, pensándolo mejor, se puso a mirar qué hacía Raksh. Este olfateaba a la hechicera como si fuese un perro y luego miraba a Rustem, de modo que el héroe se dio cuenta del peligroso ser que tenía adelante.
-Debe ser una bruja -, pensó entonces.
Y rápidamente y de modo sorpresivo le echó a la hechicera su lazo y apretó el nudo corredizo, y amenazándola con la punta de su espada la obligó a tomar su verdadera forma...Y así apareció un ser decrépito, de mirada torcida y malvada. En un abrir y cerrar de ojos, de un golpe de su espada afiladísima, Rustem cortó la cabeza de la hechicera cuando ésta empezaba a tomar la forma de un lobo. Al morir, ella lanzó un alarido tan fuerte que todos los Divs que estaban en el bosque huyeron espantados.
Pero Rustem no se inmutó para nada. Se puso a comer opíparamente los manjares que le resultaban más apetecibles y convidó a Raksh, que él solo devoró la comida de siete Divs, de modo que después estaba tan pesado que apenas podía caminar.
Después de haber comido y bebido, Rustem, muy alegre por la victoria, se acostó sobre la mesa, se envolvió en los manteles y se durmió tranquilamente, como si nada hubiese sucedido, riéndose del miedo que a su espada habían tenido todos los Divs. |