El Rabinal Achi y el teatro danzado de los Mayas[1] por Hyalmar Blixen
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Doquiera atisbamos el origen del teatro en
alguna cultura autóctona, lo hallamos hijo aventajado de la danza. El
hombre primitivo, así como el salvaje de hoy, pidió, danzando, a sus
diosos, el triunfo sobre la tribu enemiga o danzando, también le agradeció
una victoria que hubiera creido imposible con la defección de sus
deidades, airadas u hostiles. Lloró, danzando, la muerte de alguno de sus
jefes; rió, con exteriorización de baile, en los días de regocijo de su
pueblo y festejó, al ritmo de tambores o flautas, en la estación
propicia, el amor, deificado en todas sus manifestaciones, desde las
fuezas que hincha las semillas y rompe los brotes, hasta la que da a la
vida humana un sentido más profundo y trascendente. En Centroamérica, innumerables y antiguos
fueron -y lo son aún- los bailes con que los indígenas han manifestado,
desde antaño, su gusto por
el movimiento, por el sonido de armonía bárbara y por el color, que
parece robado a la luz de su cielo cálido y límpido. Pero de mayor valor
que el "areyto" antillano cuya forma relata Oviedo o que aquel
de contenido más pedagógico que interesó al humanista italiano Pedro
Martir de Angleria -imbuídas sus recitaciones de las enseñanzas de los
"boicios" o sabios- es
el "mitote", o mejor aún, "mitoteliztli" -la palabra
es náhuatl- que
desarrollaron los pueblos de cultura azteca o maya, como una alta
manifestación estética, y en el que pusieron de relieve una teoría de
la vida, de contenido religioso y heroico. El P. Acosta cuenta que en el
templo de Quetzalcóatl, la Serpiente Emplumada, célebre adoratorio de Cholula, se hacían grandes
bailes y no sólo de contenido trágico, sino , aún mismo, cómico.
Describe cómo en el patio de dicho templo había un teatro de unos
treinta pies de cuadro, bien encalado, al que se adornaba con ramas y
arcos de flores y de plumería. En los pequeños entremeses burlescos los
actores se fingían sordos y con sus respuestas, maliciosamente
equivocadas, zaherían cuanto quedaba al alcance de su ingenio -base, éste,
de la ironía prehispánica, que ha supervivido en el "Güegüence",
comedia híbrida en náhuatl y español. Otros actores fingían ser
sordos, ciegos o rengos; otros más, disfrazados de animales, bailaban la
danza de la lagartija, del sapo o del escarabajo. En un pasaje del "Popol Vuh",
libro sagrado de los maya quiché de Guatemala, se narra que, cuando los
mensajeros del Xibalba -país de la muerte y de la oscuridad- van en busca
de los héroes solares, Hunahpú e Ixbalanqué, éstos, para ocultar su
identidad, se habían convertido en una especie de juglares y disfrazados
de hombres-peces. Luego los vemos, transformados por sus artes mágicas,
en ancianos cubiertos de harapos; tal vez arcaica alusión literaria al típico
"baile de viejitos". Tras esto, el autor anónimo del Popol Vuh
nos dice que "se ocupaban de bailar el baile del Puhuy (lechuza o
chotacabra), el baile del Cux (comadreja), el del Iboy (armadillo), el del
Ixtzul (ciempiés) y el del Chitic (el que anda sobre zancos). Pero no todos los "mitotes" eran
de regocijo; había otros de contenido heroico, religioso y trágico, que
precisamente por eso y por las persecusiones de que eran objeto de parte
de las autoridades coloniales, los actores de México y Guatemala
representaban de modo clandestino, ante un público absolutamente adicto a
sus creencias. Y había también verdaderas tragedias danzadas, con coros
de bailarinas, diálogos -más bien largos parlamentos- con partes
recitadas y partes cantadas, acción trágica y máscaras y vestiduras
adecuadas. La única pieza fundamentalmente indígena
que ha llegado, por lo menos hasta el momento, a nosotros, es la que se
conoce con el nombre de "Rabinal Achí", que podría traducirse
como "El varón (o guerrero) de Rabinal". No obstante, dicho título,
puesto por el descubridor de esta obra trágica, abate Brasseur de
Bourbourg, es bastante impropio, pues el protagonista no es el varón o
guerrero de la aldea de Rabinal, sino el de una nación enemiga, la de los
quiché y que, habiendo sido hecho cautivo, se dramatizan sus viscisitudes
las que culminan con la muerte. Así, Francisco Monterde propone, como título
sustitutivo, "El vencido en Rabinal". ¿De qué manera ha llegado esta pieza a
nosotros? Como otras de la misma índole, los indios las danzaban
ocultamente durante el período del coloniaje; pueblos de cultura fuerte,
los nahuas y los mayas no se resignaron a adoptar la que los españoles
les imponían, ya por la persuación, ya por la violencia. Sin embargo,
fue un sacerdote, el sabio mayista, Brasseur de Bourbourg, cura francés,
tolerante y de criterio amplio quien descubrió esta pieza trágica en el
pequeño lugar llamado Rabinal, donde la vigilancia de las autoridades políticas
y eclesiásticas se ejercía de modo más intermitente, lo que daba a sus
habitantes mayor libertad para practicar sus ritos y mantener sus formas
literarias prehispánicas. Brasseur, enamorado de la cultura maya, autor
de una gramática quiché, tradurctor a la lengua francesa del "Popol
Vuh", sabía la existencia de la pieza trágica, pero no lograba
vencer la resistencia de los indios, temerosos de castigos que, como señala
Arriaga en su libro "Extirpación de la idolatría", eran de una
severidad poco común. Un acontecimiento casual auxilió al célebre
investigador en su búsqueda. Ocurrió que un actor indígena, de apellido
Zis,fue ayudado en el restablecimiento de una enfermedad por el abate y así
el convalesciente, ganada la confianza, recitó a Brasseur, casi íntegro,
el texto del "Rabinal Achí" drama que le era familiar -agrega
David Vela- "por haberlo representado muchísimas veces y en los
tiempos últimos dirigido la representación". Zis dictó luego a
Brasseur la pieza y el abate la transcribió en el idioma quiché e hizo
una primera traducción al francés. Los indios, al ver que Zis no era
castigado, perdieron temor, y representaron para Brasseur Bourbourg toda
la obra, con el acompañamiento de tambores y trompetas. La música fue
asmismo copiada. La acción del drama no se desarrolla en un
lugar ficticio, sino en Cak-Yug-Zilic, cuyas ruinas están más o menos a
una legua del actual Rabinal. Las primeras sensaciones captadas por el público
son las de color y forma, unidas a las auditivas, producidas por el grave
sonido del "tun" o tambor. Doce guerreros, posiblemente seis de los
llamados "Guerreros-Aguilas" y seis
"Guerreros-Jaguares" entre los que se cuenta el llamado Rabinal
Achí, efectúan una danza que representa una acción nocturna de caza. Han sido atraidos por los gritos que su
enemigo, Queché Achí, lanza, simulando los de los animales, para que,
haciendo creer a los guerreros que van a cazar alguna alimaña, pueda
destruirlos en una celada. En medio de ese ballet, de un sentido plástico
extraordinario, de una fuerza dramática potente y bárbara, pero
verdadera, irrumpe Queché Achí; la danza, que se hace más violenta y rápida
simula un combate; el recién llegado, fiado en sus fuerzas y en tantas
victorias obtenidas, provoca a Rabinal Achí, pero al fin, vencido por el
número, al que tal vez menospreció, es capturado y atado a un árbol. El varón de Rabinal dice a su prisionero,
en un lenguaje cuya nobleza ruda y heroica y sus giros, desacostumbrados
para nosotros asombra: "-Te entregaste al hijo de mi flecha,
al hijo de mi escudo, a mi maza "yaqui", a mi hacha
"yaqui", a mi red,
a mis ataduras, a mi tierra blanca (polvos mágicos) a mis hierbas mágicas,
a mi vigor, a mi valentía". Es la misma jactancia que desde Homero, y
antes de Homero, ostentan los héroes de las literaturas primitivas.
Luego, el vencedor concluye su parlamento con una expresión que no me
parece una nueva fórmula de cortesía, como cree Monterde, sino el
resultado del respeto religioso que se tiene por el cautivo, al cual se va
a sacrificar a los dioses, por cuyo acto se convierte casi en un ser
sagrado. "El cielo, la tierra estén contigo,
valiente varón, hombre prisionero y cautivo". Estos fragmentos del discurso nos revelan la
peculiar manera de expresarse que tienen los personajes de la literatura
maya; igual que en el "Popol Vuh" y en el los "Libros de
Chilán-Balam", los vocablos, con harta frecuencia, están acompañados,
bien de otros de sentido òpuesto, bien de los que le son casi
correspondientes, por no decir sinónimos. Ejemplo del primer caso es la
oposición "cielo" y "tierra"; del segundo
"valiente" y "varón", "prisionero" y
"cautivo". También en la primera parte del parlamento se
contrabalancean las expresiones "hijo de mi flecha" con
"hijo de mi escudo" y "masa yaqui" con "hacha
yaqui", etc. Tras atar al cautivo a un árbol, ayudado
por sus guerreros, prosigue Rabinal Achí incitando al varón de los Queché
a que declare el nombre de su patria, pero éste, tras repetir una parte
del parlamento de su contrincante, se niega a hacerlo: "-¡Ah, cielo, ah, tierra! -responde-
¿Es verdad que dijiste eso, que pronunciaste voces absurdas ante el
cielo, ante la tierra, ante mis labios y mi cara? ¿Que soy un valiente,
un varón? Eso dijo tu voz. Mas aquí tu voz dijo también: "Dí,
revela el aspecto de tus montañas, el aspecto de tus valles" así
dijiste. ¡Vamos! ¿Sería un valiente, sería un varón y diría, revelaría
el aspecto de mis montañas,
el aspecto de mis valles? ¿No está claro que nací en el costado de una
montaña, en el costado de un valle, yo, el hijo de las nubes, el hijo de
los nublazones? ¡Ah! ¡Cómo rebasan (aquellas) el cielo, cómo rebasan
la tierra! Por eso no pronunciaré abundantes palabras, varón de Rabinal.
¡El cielo, la tierra, estén contigo!". El varón de Rabinal le anuncia la muerte
que le será dada con estas expresiones: "-Tu dijiste, por consiguiente, adiós
a tus montañas, a tus valles, porque aquí cortaremos tu
raíz, tu tronco, bajo el cielo, sobre la tierra. Ya no te
acontecerá jamás, de día , de noche, bajar de tus montañas, de tus
valles". La lectura del texto en la traducción española
hace tal vez algo fatigante las repeticiones que del fragmento de ese
parlamento de un interlocutor hace el otro; pero es que el drama está
concebido como una composición musical, por lo que resultan -salvando
grandes diferencias- al modo de los "bises" de nuestras óperas
que, no sólo no fatigan el oído, sino que, puestos con alguna mesura,
resultan agradables. La escena se traslada a la sala del trono de
Hobtoj, rey de Rabinal. Sabedor este monarca del apresamiento del enemigo
que hostilizaba a su pueblo, piensa primero atraérselo con dones,
perdonando el hecho de que, cuando estaba en cierta ocasión en los baños
de Tohil, Queché Achí lo había capturado. Pero el prisionero rehusa
cambiar de señor y adoptar otra patria, por lo que se prepara para él,
el ritual del "sacrificio sangriento", cuya glorificación, que
se aprecia en esta pieza danzada, explica, en cierto modo, las
prohibiciones de las autoridades españolas. El cautivo será aquí muerto, pero no por
los sacerdotes de Rabinal, sino gozando del privilegio concedido a los
grandes combatientes: el de luchar, hasta sucumbir, contra guerreros
Aguilas y Jaguares, dos órdenes militares y religiosas en el llamado
"sacrificio gladiatorio". Desde el momento en que era
sentenciado, al prisionero se le trataba con reverencia, y más aún, con
la fineza exquisita, como futuro huésped del Paraíso del Sol; todo esto
le daba derecho a agasajos y
a tratamientos honoríficos que el cautivo recibía como señal de su
muerte. Así, prueba Queché Achí de mano de los
servidores y servidoras "las doce bebidas, los doce licores
embriagantes, dulces, refrescantes, alegres, atrayentes, que se beben
antes de dormir, tras los vastos muros de la vasta fortaleza... "
Come y sorbe los licores, pero demostrando desdén por las bebidas y
manjares que supone inferiores a los de su tierra añorada. Un detalle
extraño y macabro para nosotros: el cautivo bebe en la calavera que fue
de su padre: era uno de los honores máximos el hecho de que, con el cráneo
o los huesos de algún héroe se hicieran utensillos de diverso uso, que
eran muy reverenciados. Por eso, Queché Achí dice: "-¿No se podría hacer lo mismo con
los huesos de mi cabeza, con los huesos de mi cráneo; sincelar mi boca,
mi cara? Mis hijos dirán: -Aquí está el cráneo de nuestro abuelo, de
nuestro padre". Después se adorna con el manto de plumas
tejido por la reina, esposa de Hobtoj, la que se halla presente, y al compás
de la flauta y tambor "yaqui", baila la danza del cautivo,
"como para que palpiten el cielo y la tierra" con un paso que
los mayas llamaban "yiic" y los españoles
"zapateado". Baila hacia los cuatro ángulos de la sala. Luego
pide que le concedan a la doncella llamada "Madre de las Plumas
Preciosas", "cuya cara no ha sido tocada, para que estrene su
boca, su cara". Hobtoj le responde: "-Te la concedo como suprema señal de
tu muerte, aquí, bajo el cielo, sobre la tierra". El varón de los Queché saluda a la
doncella y mientras baila ondulando, ella le sigue en la misma forma,
alejados entre sí; así dan vuelta a la corte, al son de trompetas. Para
Cid Pérez "se trata de representar la posesión de la mujer que le
ha sido entregada virgen, como una muestra de benevolencia al prisionero,
al que se va a ejecutar". Tras esto pide ejercitarse en el manejo de
las armas con los guerreros Aguilas y Jaguares, a quienes encuentra
inferiores a sí; después solicita la última gracia: ir a despedirse de
sus montañas durante 13 veces 20 días, o sea 260 días, lo que constituía
un año del calendario religioso. El protagonista hace mutis por un momento
con lo que se simboliza el largo viaje realizado y vuelve danzando; si no
hubiera regresado, habría cometido un acto deshonroso como guerrero e impío
ante los dioses que ya lo reclamaban por suyo. Al volver, ya concedidos todos los dones, se
dirige directamente a la piedra, o altar del sacrificio, no ante el trono
de Hobtoj. Un momento se detiene, y exhala unas palabras de dulce añoranza
de la patria que no va a ver más; son la nota suave y fresca del drama. Y
piensa que son más felices las aves y las bestezuelas, que pueden morir
donde nacieron: "-Verdad es que debí morir aquí, que
estoy próximo a concluir entre el cielo y la tierra. ¡Ah! ¡Que yo
pudiera cambiar mi muerte con esa ardilla o con el ave que mueren sobre la
rama del árbol o sobre los tiernos retoños, donde encuentran con qué
alimentarse, con qué comer bajo el cielo, sobre la tierra!". Se produce, en fin, en el cautivo, una rápida
transición: enfrenta su destino; la danza simula el sacrificio
gladiatorio. El guerrero cae y es ofrecido al Sol. Este es, pues, un ballet de una plasticidad
extraordinaria y si bien glorifica los sacrificios sangrientos, es un
documento notable para investigar el alma del hombre maya primitivo, sus
costumbres, sus creencias religiosas, su sentido duro y heroico de la
vida, su concepto del honor militar y de la palabra dada. ¿El premio de todo eso? Los mayas y los aztecas pensaban que en el Paraíso de Sol, el héroe iba a aspirar el aroma que exhalan las flores de los jardines de la Aurora, embriagadoras; ese sueño les compensaba del dolor de morir, aunque, como se ve en el drama, al abandonar la existencia, las añoranzas fueron persistentemente trágicas. Nota: [1] Personajes importantes de la danza son los príncipes Rabinal Achí y K’iche Achí, Job’Toj (rey de Rabinaleb) y sus sirvientes Achij Mun e Ixoq Achi, Uchuch Q’uq (la madre de plumas verdes) y los guerreros de la fortaleza Kajyub representados por las 13 águilas y trece jaguares. Las mascaras representan a los personajes de la danza; La colección más extensa de mascaras se encuentra en Casa de Artes, Antigua Guatemala en donde se mantiene una exposición permanente. |
La tradición del teatro bailado Rabinal AchíPublicado el 29 sept. 2009
UNESCO: Lista representativa del
Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad -- 2008 |
Baile Rabinal Achí
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por Hyalmar
Blixen
Suplemento Huecograbado "El Día"
31 de Marzo de 1963
El 10 de octubre del año 2006 se efectuó un homenaje al Prof. Hyalmar Blixen en el Ateneo de Montevideo. En dicho acto fue entregado este, y todos los textos de Blixen subidos a Letras Uruguay, por parte de la Sra. esposa del autor, a quien esto escribe, editor de Letras Uruguay. Los videos e imagen fuero agregados por mi.
Ver, además:
Hyalmar Blixen en Letras Uruguay
Editor de Letras Uruguay:
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