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El mago del collar de sueños |
Había una vez un Mago de barba muy blanca y ojos celestes, tanto, que por ello parecía asomarse un pedacito de cielo. Era tan bueno que hasta los pájaros venían a comer de su mano migajitas de pan. Y cuando paseaba por el jardín las flores, para alegrarlo, hacían que sus colores lucieran más luminosos. Pero sus preferidos eran los niños y para ellos juntaba cuentos que oía decir a los pájaros, a las flores, a la luna, a las estrellas y a las ondas de algún arroyo cantarín. Como era un Sabio Mago conocía el idioma de todas las lindas cosas de la Naturaleza. Una vez alguien le preguntó si había estudiado las ciencias naturales, la botánica, la física, la astronomía. El Mago sonrió bondadosamente y respondió: -No. Dejo ese trabajo tan importante para quienes se esfuerzan por conocer las causas del origen de los Universos, ¿cómo se forman? ¿Cómo evolucionan? ¿De qué están hechos los planetas y los soles? Y tantas otras cosas importantísimas, si, para llegar a avanzar por los caminos de la sabiduría, que son varios, y que tal vez, al final, se junten. Yo no soy un sabio, soy un Mago; abro mi alma a todo lo bueno y bello, y así aprendo el idioma de todas las cosas lindas de la Naturaleza. Las escribo en hojas de un papel muy blanco y las uno a otras, por medio de un hilo que cuelgo alrededor de mi cuello, como si fuera un collar. Y así es como dice; por eso, cuando viene un niño a visitarlo para preguntarle por ejemplo: -Señor Mago: ¿no tendría en su collar un cuento para soñarlo esta noche? -Claro que si. Te lo puedo dar y lo sueñas esta misma noche. ¿Cómo te llamas tú? -Me llamo Benjamín y quiero soñar algún sueño de los que tiene en su collar, pero dicen algunos amiguitos a los que ya le ha pasado sueños, que a veces se olvidan al día siguiente, de lo que soñaron durante la noche. -Aunque eso ocurra, los que me conocen pueden volver a pedirme otro para soñar, y si quieren recordarlo se lo presto de nuevo y así lo sueñan otra vez. -Por eso, Señor Mago vine a pedirle alguno, porque dicen que en su collar de sueños tiene muchos y que a ocasiones los presta varias veces porque hay quien gusta soñalos de nuevo. -Esta bien. Aquí tengo el cuento de la Abeja de Oro, el del Bailde de las Flores al llegar la Primavera, El del Pájaro que conversaba, El del Viaje hasta la maravillosa gruta del fondo del mar, El del Monito que hacía mil gracias. -¿Puedo llevarmelos todos para que me los diga mi mamá antes de dormir? -¿Todos? No. ¿Que les diría a los otros niños? -Entonces, Señor Mago, deme aquel que cuenta de un Hada vestida de plata. Mi primo dice que soñó con ella, mañana le pediré otro. El Mago sacó del collar de cuentos a soñar, el que el niño le pedía y éste se lo llevó a su mamá a la que prometió que si se lo quería leer, se dormiría temprano, como si fuera un angelito. -Bien, -dijo la mamá- y leyó. Había una vez una niña que quería jugar a ser Hada, porque hada de verdad no sabía ser. Cortaba una varita le ponía en la punta una estrellita de papel y jugaba con otros niños a ser hada...Uno de ellos se acercó a la chica que se llamaba Lucía para decirle: -Señora Hada: ¿me puede prestar un caballito con alas para recorrer el Mundo? Lucía le dió una escoba, le tocó con su varita y le declaró: -Este es un caballito con alas. Móntalo y juega a que vas por el Mundo, ves bosques, lagos, montañas y llanuras llenas de ovejitas. -Si; pero yo no veo sino una escoba. Y como niguno de los otros niños tenía imaginación para ver lo que Lucía les proponía como juego, la chica se puso triste y pensó que nunca sería Hada. Pero una noche en que las estrellas tenían un brillantísimo color de plata, soñó que llegaba hasta donde ella dormía, una lindísima Hada de verdad. -Lucía -le dijo-: ¿Quieres venir conmigo a visitar el país azul de las estrellas? -Y como la niña dijo que ese viaje debía ser sin duda encantador, el Hada del vestido de Plata la tomó de una mano y subieron muy alto. -¡Que lindo es esto! -pensaba Lucía-. Parecen flores de pétalos de luz. Cada una camina sin cansarse. ¿Qué hacen? -Trabajan. Las estrellas son muy trabajadoras. Mientras todos duermen ellas marchan y marchan para vigilar que la noche tan azul, esté adornada de eso que parecen flores brillantes... -¿Parecen? -preguntó Lucía. -Por ahora parecen... Pero cuando vayas a la escuela y después sigas estudiando, porque estudiar es muy importante, sabrás mucho más a propósito de ellas. Por ahora te digo que caminan y caminan sin cansarse. -¿Y qué hacen? -Trabajan -respondió el Hada. -Las estrellas son muy trabajadoras. Mientras todos duermen, ellas marchan y marchan para vigilar que la noche tan azul, esté adornada de eso que parecen flores brillantes. Nos enseñan a trabajar siempre, sin cansarse para dar ese espectáculo maravilloso, ese baile de incontables soles lejanísimos. Son buenas y tan lindas que nadie se fatiga de mirarlas y si nos quedaramos toda la noche así, veríamos a muchas recorrer desde un lado al otro el cielo, con su carga de luz. Cuando bajó Lucía, dio gracias al Hada y le dijo que había aprendido algo que no sabía. Y a la mañana siguiente dijo a su mamá: -Me gustaría que pronto me mandaras a la escuela, para aprender a trabajar algún día y llevar siempre una carga de luz. -Me parece muy bien. ¿Quién te enseñó eso que me dices? -Me lo contaron las estrellas. |
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