Los relatos
épicos hititas a la luz de la arqueología |
El pueblo hitita, cuyo lugar originario de desplazamiento no le ha sido revelado todavía al investigador, ocupó, poco después del II milenio (a.J.C.) una considerable extensión en el Asia Menor. Bajo el gobierno de algunos reyes hábiles y emprendedores se expandió en perjuicio de los pequeños estados vecinos, cuya cultura superior aprovechó; así, tal vez antes del 1600, bajo el reinado de Hattusil I, los hititas sojuzgaron los reinos hurritas que se hallaban ubicados hacia la parte norte de Mesopotamia. Estos hurritas fueron también, en realidad, un puente por donde la vieja cultura de Sumer se volcó hacia el nordeste de Asia; extraño pueblo, ni indoeuropeo ni semita, de idioma aglutinante, cuyos dialectos son todavía de difícil comprensión para el lingüista, quien no los ha conquistado aún del todo. Por el sudeste, los hititas entraron en contacto con los pueblos del norte de Siria y se nutrieron de cultura cananea.
Los hititas, indoeuropeos, fundaron su
capital. Hattusas, en el lugar donde hoy se halla Boghaz-Köy, distante más
o menos unos 100 Kmts. de la actual Ankara. Excavada Hattusas en 1906 por
arqueólogos alemanes, se descubrió la Biblioteca Real, con multitud de
tablillas de barro cocido, escritas en caracteres cuneiformes, las cuales
fueron depositadas en el Museo Nacional de Berlín. Diez años después le
cupo al checo Bedrich Hrozny el
honor de descifrarlas y de abrir así al mundo una ventana nueva hacia el
horizonte de las literaturas primitivas y de las culturas arcaicas,
haciendo retroceder los límites de la historia a tiempos más antiguos.
Hrozny tenía para su labor de desciframiento -y sin restarle mérito a la
misma- una ventaja considerable: los hititas habían adoptado los
cuneiformes de Mesopotamia, de manera que su escritura no tenía que ser
descifrada; en cambio, el idioma usado por ellos era absolutamente
desconocido en ese momento. Hrozny partió del estudio de una pequeña
inscripción: "UN NINDA AN EZAATENI, WATAR-MA EKUNTENI",
representada, como dijimos, en caracteres cuneiformes de Mesopotamia, la
cual vino a darle la clave de la lengua hitita. Sólo conocía el
investigador checo una palabra de ese idioma: "ninda", cuyo
significado es "pan". Pero consideró que las terminaciones
"teni" de los vocablos "ezaateni" y
"ekunteni" debían corresponder, sin duda, al sufijo de la
segunda persona en muchos verbos indoeuropeos, intuición que resultó
acertada y como la acción relacionada con el sustantivo "pan",
debía ser, lógicamente, la de comer, Hronzny dio, de momento, tal
significado a "ezza". En cuanto a "watar" supuso que
debía ser "agua" por su parecido con algunas lenguas
indoeuropeas; de ahí dedujo que "eku" sería "beber".
Todo este razonamiento le llevó a la certeza de que el idioma hitita era
afín al persa, sánscrito, griego, etc.
o sea, de la familia indoeuropea. Entonces, comparándolo con los
vocablos de esas lenguas, poco a poco fue comprendiendo dicho idioma. Así
ha podido el hombre de hoy leer una literatura del siglo XVI precristiano,
la que posiblemente haya influido sobre la Grecia primitiva de los mitos y
las cosmogonías; tal vez Hesíodo sea tributario de ella. No obstante, creemos haber expresado que, leídos
hoy los textos hititas, se les ha hallado una fuerte influencia hurrita.
Los hurritas intentaron realizar una conciliación de doctrinas
religiosas, fusionando elementos de Sumer con otros típicamente propios y
todos ellos fueron asimilados luego por el pensamiento hitita, quien además
captó e incorporó concepciones fenicias o prefenicias, como la de que el
universo progresa a medida que los dioses más perfectos y fuertes
destronan a antiguas deidades, concepto que es básico luego en Hesíodo.
El "Cantar de Baal", fenicio o cananeo, descubierto en las
excavaciones de la colonia de Ugarit (hoy Ras-Shamra) es un ejemplo típico
de esta concepción de las realezas divinas sucesivas Vamos a referirnos a los textos que forman
lo que algunos han dado en llamar, tal vez impropiamente, el ciclo épico
de Kumarbi. Estos han tenido que ser reconstruidos, usando muchas
tablillas de barro cocido distintas y de acuerdo con las investigaciones
de Forrer, Güterbock, Otten y Laroche. Incluso, en algunos lugares de
estos relatos ha sido preciso realizar agregados verosímiles, de carácter
provisorio, para llenar lagunas provocadas por la ruptura de tablillas; el
descubrimiento de nuevos textos y su desciframiento, permitirá saber si
los investigadores estaban o no en lo cierto. El relato cosmogónico hitita que vamos a
comentar y que ha recibido un título provisorio de "Poema de la
Realeza de los Cielos", trata de las luchas suscitadas entre diversas
deidades, animadas todas del deseo de reinar sobre el Universo (palabra
que la ciencia actual ya no aplica a la historia de lo ocurrido en este
planeta sino a algo muchísimo mayor). Comienza con un exordio en el que
el rapsoda invita a los dioses a escuchar: "¡Escuchad, dioses que estáis en los
cielos y en lo sombrío de la tierra! ¡Que escuchen los poderosos dioses:
Nara, Napshara, Minki, Ammunki! ¡Que Ammezadu y los dioses antiguos y los
padres y las madres de los dioses escuchen! ¡Que escuchen Anu y Antu,
Ishkhara, los padres y las madres! ¡Que escuchen Enlil, Ninlil y los
dioses firmes y poderosos!". |
Es interesante considerar que, por el
contrario de lo que ocurre en los poemas homéricos, donde se pide ayuda
de la divinidad para que ésta proteja el canto del aeda, en el relato
hitita se solicita solamente que los dioses presten su atención al canto.
Esto nos lleva a considerar que tal vez no estemos frente a un poema
compuesto para regocijo de los hombres, sino más bien de los dioses
mismos. Después del exordio se narra el modo en que
se suceden las realezas celestiales. Tras la existencia de deidades más
antiguas, los padres y las madres de los dioses, divinidades creadoras del
mundo, aparecen otras nuevas que se disputan la monarquía de los cielos.
Así viene la época del dios Alalu; durante ésta, Anu, que era el visir,
se prosternaba en los pies del rey dios y humildemente le ofrecía la
copa. Mas un día Anu combatió contra Alalu y le venció. En la cuarta tablilla se asiste a los
preparativos de la batalla en la que Teshub, auxiliado por uno de los dos
toros de la tempestad, llamado Sheri y por Zababa, dios de la guerra,
trata de destronar a Kumarbi. El relato del combate en sí, está, por ahora, perdido para
nosotros, pues las tablillas descubiertas se hallan en ese lugar rotas y
no se desprende de los preparativos y de otros textos que Kumarbi es
vencido y que su trono es ocupado por un cuarto rey; Teshub, dios hitita
de la tempestad. |
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Tras este relato digamos que se ha
reconsturido otro, tomado de cantidad de tablillas y fragmentos dispersos,
al que se titula provisoriamente "Poema de Ullikummi";
personalmente me inclino a suponer que es una parte del cantar anterior o
por lo menos que es muy probable que así sea. Además, es evidente que el
autor de estos relatos, si bien ha manejado materiales cosmogónicos,
hurritas, debe considerarse hitita, porque el dios hurrita Kumarbi es
humillado por el hitita Teshub. Por otra parte, en la tablilla I de este
segundo poema parece que el poeta rechaza las maquinaciones de Kumarbi
como malvadas, por lo que toma partido contra él: Decide engendrar un dios de piedra, un ser
monstruoso, que crecerá cada día un codo, hasta arrebatar a Teshub la
realeza de los cielos. Llega entonces al lugar donde existe una gran montaña
de piedra; se une a ella y así nace un hijo de Kumarbi y de la Montaña
de Piedra; las diosas Gulshesh y Makhj que presiden los destinos, lo posan
sobre las rodillas de Kumarbi, en señal de reconocimiento de su
paternidad. El relato dice: "Kumarbi se regocijó de su hijo; lo
apretó contra su corazón y decidió darle un nombre propicio. Kumarbi
dijo: -¿Qué nombre he de dar a este niño que las diosas Gulshesh y Makh
me han presentado y que ha salido del cuerpo (de la Piedra) como una
flecha? ¡Que su nombre sea Ullikummi! ¡Que escale el Cielo y asuma la
realeza! ¡Que abata a Kummiya, la ciudad espléndida! ¡Que abata al dios
de la Tempestad! ¡Que lo aplaste como se hace con la sal! ¡Que lo pise
con sus pies como a una hormiga! ¡Que quiebre al dios Tashmishu, como a
una caña! ¡Que abata a los dioses del Cielo, como a los pájaros! ¡Que
los quiebre como a vasos vacíos!". Dicho texto es notable por su fuerza lírica,
por su vigor, por la misma manifestación de odio del dios Kumarbi. Además,
ha puesto éste, a su hijo, un nombre propicio; los antiguos creían que
el nombre tenía virtudes especiales y una fuerza, ya de destrucción, ya
de creación; Ullikummi significa "destructor de Kummi" (o
Kummiya) la ciudad de los dioses. Tras poner el nombre a su hijo, lanza la
divinidad destronada maldiciones sobre las deidades enemigas y reinantes,
a las que espera abatir; los pueblos antiguos creían que aquellas se
cumplían indefectiblemente si eran pronunciadas en medio de ritos
especiales. Las diosas llamadas Isirra colocan a
Ullikummi sobre la espalda derecha de Upelluri (el Atlas de los relatos
hititas) sostén del cielo y de la tierra. El niño de piedra crece en el
fondo del mar, hasta hacerse un ser gigantesco que amenaza destruir el
mundo. Sale por sobre la superficie de las aguas, semejante a un pilar
tallado, semejante a una torre de piedra. Su vista espanta al dios Sol, el
cual se encamina a la morada de Teshub para ponerlo sobre aviso. La tablilla II del "Canto de
Ullikummi" nos ha llegado de manera más fragmentaria. Tras narrar cómo
quedan aterradas las diversas divinidades al contemplar al dios de piedra,
se observa el intento de la diosa Ishtar (deidad del amor, de origen babilónico)
de seducirlo por medio de sus encantos. Ishtar trata, desde la orilla del
mar, de enamorar a Ullikummi usando el incentivo de su belleza y
hechizarlo por los encantamientos de la música: "Ishtar coge un arpa y un
"galgalturi". Ruega y comienza a cantar un canto. Se despoja de
sus vestimentas; sobre el suelo las posa. Ishtar canta". No obstante, el Mar, por boca de una de sus
olas, viene a decirle de la inutilidad de su esfuerzo: el dios es de
piedra, y por lo tanto incapaz de ver y oír. "Vino una gran ola del Mar; la gran ola
habló a Ishtar así: -¿Por qué cantas? ¿Por qué la boca te
llenas de cantos? El hombre es sordo; no te podrá escuchar. Es ciego; no
te podrá contemplar. Cuando Ishtar hubo oído tales palabras
abandonó sus ideas (de seducción). Arrojó el arpa y el
"galgalturi" y se lamentó..." El relato del combate que Teshub libra
(acompañado de los dos dioses toros de la Tempestad: Sherish y Tella)
contra Ullikummi debe haber estado al comienzo de la tablilla III, pero ésta
ha llegado rota hasta nosotros; así, sólo se puede leer, un poco más
abajo, cómo un ejército de setenta dioses celestes, vencido por titánico
ser de piedra, cae al mar. Tras esto, Ullikummi hace temblar el Kuntara,
que parece ser la morada de las deidades y amenaza a Kummiya, la ciudad
celestial. La diosa Khepat, esposa del dios de la Tempestad, debe
abandonar su propio templo. Los setenta dioses celestes, vencidos por el
titánico ser de piedra y él sigue creciendo. Pasan otras alternativas
hasta que consultado Ea, dios de la Sabiduría, aconseja usar el cuchillo
mágico, con el que los dioses de los antiguos días separaron (el
origen de este mito parece egipcio) el Cielo de la tierra. Con él se
disponen cortar los pies a
Ullikummi, adheridos al hombro derecho de Upelluri, para hacerlo caer en el
mar. Las líneas finales del relato aún no han sido halladas, pero el fin
y caída del monstruo es fácilmente previsible. Un estudio de las particularidades literarias, de las interdependencias míticas del simbolismo cósmico, de las fórmulas estereotipadas, de la ironía con que son tratados los dioses de los cultos rivales y vencidos, nos llevaría mucho más lejos de lo que puede ser tratado en un artículo. Pero quede la idea de la existencia de una literatura hitita primitiva, de contenido tremendamente potente, como el de esas mismas fuerzas cósmicas que allí se mueven personificadas en dioses y del esfuerzo que el hombre de aquella cultura hizo para expresar, en mitos y cantares, su oscura, pero poética intuición del universo. |
por Hyalmar
Blixen
Suplemento Huecograbado "El Día"
14 de Agosto de 1963
El 10 de octubre del año 2006 se efectuó un homenaje al Prof. Hyalmar Blixen en el Ateneo de Montevideo. En dicho acto fue entregado este, y todos los textos de Blixen subidos a Letras Uruguay, por parte de la Sra. esposa del autor, a quien esto escribe, editor de Letras Uruguay. Los videos e imagen fuero agregados por mi.
Ver, además:
Hyalmar Blixen en Letras Uruguay
Editor de Letras Uruguay:
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