Lao Tsé. Filósofo de la naturaleza infinita |
Pocos hombres sintieron la necesidad de
captar el ritmo de la vida como Lao Tsé y pocos también buscaron con
tanto afán la unidad entre los fenómenos humanos y universales. Filósofo
profundo, de extrañas y fuertes resonancias íntimas, consustanciado con
el orden cósmico y latiendo a impulsos de ese mismo ritmo, fue un
meditador sereno de la existencia y dejó un libro eterno: el "Tao
Teh King" en el que se afirma, como pocas veces, los valores de la
individualidad y de la libertad del hombre. Lao Tsé vivió en el siglo VI a. J.C., en
medio de una China crispada de luchas feudales entre grandes principados,
poderosos y agresivos. Se sabe de él, ciertamente, muy poca cosa: que
amaba, por ejemplo, la naturaleza, especialmente los grandes bosques, en
los que se paseaba acompañado de sus pensamientos finos, de una sutileza
admirable. Solitario, hosco la más de las veces, era un hombrecillo pequeño
de estatura. Desdeñaba tener discípulos, hacer revelaciones; era un
antisocial y con los años su espíritu rebelde debe haberse acentuado más
aún; por eso es que no se puede decir mucho acerca de él, ya que hizo
todo lo posible para
pasar inadvertido: borró, en lo que pudo, sus
huellas sobre la tierra y quienes han querido estudiarlo más adelante, no
han podido, en realidad, formular más que conjeturas. El historiador Sze
Ma-Chien, que vivió a fines del siglo II y principios del I a. J.C.,
cuenta que Confucio, joven entonces, visitó a Lao Tsé cuando este último
era bibliotecario de los Chow. Diferían ambos filósofos en puntos de
vista sobre casi todas las cosas; así, a vía de ejemplo, Maurer recuerda
que un discípulo de Confucio preguntó a este Maestro: "¿Cómo debo
pagar al hombre que es poco bondadoso conmigo? ¿Debo pagarle con
bondad?". Confucio replicó: "Si la falta de bondad ha de ser
pagada con bondad, ¿cómo sería entonces pagada la bondad? Paga la
bondad con bondad, y la falta de bondad con justicia". Esto se halla
en el Lun-Yu, colección de respuestas de Confucio a sus discípulos. En
cambio, sobre el mismo tema, Lao Tsé dijo en el Tao Teh King: "El
sabio es bondadoso para con el bondadoso y también bondadoso para quien
no lo es, porque la virtud es bondadosa. Es fiel para el fiel y también
es fiel para el infiel, proque la virtud es fiel". Según la tradición, Confucio habló con
demasiada firmeza y seguridad y parece -aunque la versión originaria es
de evidente fuente taoísta- que Lao Tsé pulverizó las máximas de su
joven visitante. El choque entre ellos debe haber sido formidable:
Confucio creía en el ejemplo de la virtud de los antepasados; Lao Tsé
decía: "¿Hallaremos el orden siguiendo el camino de los
muertos?". Confucio creía en la enseñanza de la historia; Lao Tsé
pensaba que la historia estaba falsificada. Confucio afirmaba la necesidad
de una educación moral de los gobernantes; Lao Tsé respondía: "¿Dejaron
de ser peores?". Confucio defendía los valores de la civilización;
Lao Tsé se encogía de hombros y decía: "¿Qué civilización?".
Confucio creía en las leyes; Lao Tsé pensaba que éstas torcían el
curso de la naturaleza. Uno de los temas tratados por los dos filósofos
fue el de la virtud; no es posible, reflexiona Lao Tsé, organizar la
sociedad sobre un concepto de virtud que haya perdido su simplicidad
natural y originaria; las normas, agregaba, no pueden inventar una virtud;
hay que dejar a la naturaleza que obre y nosotros debemos acercarnos a
ella. Confucio concebía un riguroso mundo de leyes basado en profundos
principios sociales y humanos. Lao Tsé le contestó, según una de las
versiones: "Un pequeño mosquito basta para mantener a un hombre
despierto y desesperado toda la noche. Lo mismo me sucede con esta plática
vuestra acerca de la caridad y los deberes para con nuestro prójimo. ¿Por
qué no conservar la palabra caridad en su original sencillez? Así como
el viento sopla hacia donde le da la gana, así también dejad que la
virtud se establezca por sí misma. Por tanto ¿a qué ese derroche de
energía inútil? Es ir en pos de un fugitivo haciendo sonar un tambor. La
garza es blanca sin necesidad de bañarse cada día y el cuervo es negro
sin tener que teñrise las plumas cada mañana. La simplicidad del blanco
y del negro es algo que escapa a nuestras especulaciones". Se cuenta que Confucio volvió lleno de
honda zozobra a su país y estuvo silencioso bastante tiempo. Luego,
interrogado por uno de sus discípulos, confesó: "Los pájaros
vuelan, los peces nadan, los animales corren. El que vuela puede ser
atravesado por una flecha; el que nada puede ser arponeado; el que corre,
puede ser capturado con un lazo. Pero el Dragón monta en el viento,
cabalga sobre las nubes, desciende a las aguas, asciende a lo más alto de
los cielos. ¿Cómo capturarlo? He visto a un Dragón". Varios años desempeñó Lao Tsé un cargo
en el palacio de los Chow, hasta que, hastiado de la decadencia de los príncipes,
renunció a aquél y abandonó la ciudad, emigrando hacia las fronteras de
China. Lentamente se fue alejando ese viejecillo en busca de la
naturaleza, de la simple vida y de la libertad, dueño de su persona y en
paz con todas las cosas. Y se dice que al llegar al paso fronterizo de
Han-Hsí, compuso el Tao Teh King. En ese lugar se encontró con un oficial de
la frontera, llamado Yin-Hsí, con quien simpatizó el sabio. Yin-Hsí,
según nos señala Juan Marín, en su excelente libro sobre el filósofo,
fue autor de una obra llamada el Kwan Yun Tsé, que trata acerca de los
sueños; era, pues, un espíritu superior, no un simple oscuro militar de
la frontera. A instancias del oficial, Lao Tsé, por única vez en su
vida, se dignó enseñar y le dictó, día a día, sus reflexiones,
resultado de las cuales es el Tao Teh King. Bajo un inmenso árbol, sin deseos de entrar
en la población, integrándose cada vez más con la naturaleza, vivió el
sabio varios meses. Y luego desapareció de China. ¿A dónde fue? ¿A la
India? ¿Al Tibet? ¿O murió anónimamente en algún camino o selva de
aquel país, reintegrándose en paz a la tierra que le había dado el ser?
No se sabe. Lo cierto es que algunos enfoques similares que hay entre las
místicas de Lao Tsé y de Buda, hicieron pensar a algunos taoísta de
tiempos posteriores, que Buda habría sido en realidad Lao Tsé, en su
paso por la India, hipótesis de ningún modo admisible. El Tao Teh King es un libro de cinco mil
caracteres, o sea una obra de relativa brevedad, aunque de muy difícil
comprensión, por lo que las diversas traducciones presentan variantes
considerables. Cuando los occidentales leemos a Confucio, hallamos una
gran cantidad de máximas que podemos perfectamente no sólo comprender,
sino aceptar. Quizá nos cause alguna extrañeza su interés por las fórmulas
y los ritos o hallemos que sus definiciones son demasiado nítidas o
netas, pero aparte de eso, Confucio nos resulta más de acuerdo a nuestra
manera de pensar; tiene un enfoque social y moral de las cosas que nos
causa admiración y respeto. Lao Tsé era muy distinto; era, en cierto
modo un romántico, un místico, un ultraindividualista. Los ochenta y un
capítulos del Tao Teh King tratan de temas de moral, aconsejando cosas
que de momento nos dejan perplejos, pero cosas en las que hay que meditar.
¿No tendría Lao Tsé también su razón? ¿Decidiremos el pleito
milenario de China dándosela totalmete a Confucio? Ese país, durante
siglos, ha oscilado entre estos dos grandes colosos. Así, una vez que le
fue preguntado a un pensador de aquella tierra cuál de los dos filósofos
era el más grande, si Lao Tsé o Confucio, contestó: "cuando dos
golondrinas vuelan tan alto que se pierden en las regiones sobrehumanas ¿puede
decirse cuál de las dos ha volado más arriba?". Lao Tsé ha sido considerado quizá con poca
propiedad, el fundador del taoísmo; en realidad, esta religión, como
dice Kaltenmark-Ghéquier, "tiene orígenes oscuros, no se presenta
en sus primeros escritos como una doctrina propiamente religiosa; su base
está, sin embargo, en usos e ideas religiosas muy antiguas". Incluso
se duda de la fecha en que haya sido compuesto el Tao Teh King, pues también
ha sido considerado obra posterior y anónima. La realidad es, sin
embargo, que este libro -conjunto de pensamientos éticos, a menudo esotéricos-
es uno de los tres grandes libros del taoísmo; los otros dos son el
Tchuang-Tsé, del autor del mismo nombre, y el Lie-Tsé; ambos son de carácter
polémico, anecdótico y están llenos de apólogos. Espiguemos ahora en el Tao Teh King algunos
de los pensamientos sustanciales. El libro comienza así: "El Tao que
puede ser llamado Tao no es el Tao eterno. El nombre que puede ser
nombrado, no es el eterno nombre" y esto ya ha provocado una dificilísima
cuestión. ¿Qué es el Tao? ¿Cómo traducir esta palabra? ¿Significa
"Camino" o "Sentido"?, ¿"Razón"? ¿"Sustancia"?,
¿"Dios"?, ¿"Absoluto"?. Es la Actividad misteriosa, incomprensible
para el hombre; si éste pudiera nombrarla, la limitaría, la reduciría a
algo comprensible por nuestra pobre inteligencia, por lo que el Tao ya no
sería Tao, sino la pequeña imágen que de él nos habríamos hecho. Esta
idea es cara a los orientales y Goethe la recogió en su obra inmortal;
recordemos las palabras que el Espíritu dice a Fausto: "al Espíritu
que tu mente concibe te acercas, no a mi..." Uno de los principios fundamentales de Lao
Tsé es el del Wu-Wei (la No Acción). El sabio debe dejar actuar a la
Naturaleza; la acción humana trata de cercenarla artificiosamente; así,
el mundo se conquista más fácilmente por la inacción que por la acción.
Pero esa inacción está pletórica de conducta moral, sólo que la moral
de Lao Tsé no es la que acostumbra a oír el occidental.
Ello lleva al filósofo a decir:
"No hay cosa que el No-Hacer no haga". Pues ese No-Hacer
es activo; trabaja libremente la naturaleza. "¿Quién es aquel que
puede tornar limpia el agua turbia?" dice Lao Tsé. "Dejadla,
sin embargo sola y quieta, y veréis, como ella, gradualmente, se torna
transparente. ¿Quién es aquel que puede obtener un absoluto reposo?
Dejad actuar al tiempo y el reposo se producirá lentamente. Obtened un
estado de vaciedad absoluta y conservad vuestro reposo. Las cosas blandas
vencen a las cosas duras. Lo etéreo e insustancial penetra allí donde no
hay orificio ninguno. Todo en la Naturaleza trabaja silenciosamente. Las
cosas existen y no poseen, sin embargo, nada. La Naturaleza ejecuta sus
funciones sin pedir nada, sin reclamar nada." Debemos gobernar nuestra vida, según el filósofo,
de acuerdo a estos conceptos; si así lo hacemos, no tendremos que temer
nada, porque nada nos pasará por culpa nuestra. Y, maestro de las imágenes
poéticas, así se expresa: "Siempre he oído decir que, quien sabe
gobernar bien la vida, va por el desierto sin evitar rinoceronte o tigre;
va a través de un ejército sin coraza o espada. El rinoceronte no tiene
donde hundirle su cuerno, el tigre no tiene donde hincarle su garra y el
arma no tiene donde hendir su tajo. ¿Y por qué razón? Porque en él ya
no hay lugar mortal". El rinoceronte, el tigre, el ejército
simbolizan las maldades del mundo... Lin Yutang ha expresado que la doctrina del
Tao Teh King tiene la "filosofía del camouflage". En realidad
ésta nos sorprende, porque busca exaltar los valores que el mundo
usualmente considera negativos; sólo que esos valores negativos
encierran, en sí, su opuesto. Así, nos dice que un sabio parece un
tonto, pero en otro momento nos aclara : mas lleva un jade en el corazón.
Nos enseña que el éxito radica en parecer fracasado; así evitaremos la
envidia y maldad del mundo. Que la verdadera fortaleza parece debilidad y
que es en la humildad donde se logra la dicha, no en las luchas desatadas
por la ambición. A partir de capítulo 57, el Tao Teh King
desarrolla temas más concretos. Ya vimos que Lao Tsé tenía confianza en
la virtud simple y originaria del pueblo y aconseja no atiborrarlo de
leyes. Por eso dice: "Cuantas más prohibiciones existen, más pobres
son los pueblos. Cuantas más armas afiladas existen, más prevalece el
caos en el Estado. Cuanto más grande es el número de leyes, mayor es el
número de ladrones y de bandidos. Por lo tanto el sabio dice: No hago
nada y el pueblo se reforma por sí mismo. Amo la quietud y el pueblo se
hace recto por sí mismo. No negocio y el pueblo se hacer rico por sí
mismo". Difícil de concebir esta filosofía para los occidentales,
pero no por ello menos interesante. Y ¿cómo debe actuar el prudente? Debe
distinguir lo fácil de lo difícil. Así, Lao Tsé nos dice: "Lucha
contra la dificultad mientras sea fácil; lucha contra lo grande mientras
sea pequeño. Los problemas difíciles del mundo deben encararse cuando
todavía son fáciles; los grandes problemas deben encararse cuando todavía
son pequeños". La idea de que la sencillez, la humildad, el
colocarse en el último lugar lleva a ocupar, en cierto sentido el
primero, la expresa así: "¿Cómo los grandes ríos llegan a ser los
amos de las hondonadas? Manteniéndose bajos. Por lo tanto, para ser jefe
entre el pueblo, uno debe hablar como los inferiores. Para distinguirse
entre el pueblo, uno debe caminar detrás del mismo. Es así como el sabio
se mantiene arriba y el pueblo no siente su peso". Otras máximas son también valiosas; ésta,
que recuerda a Confucio y a Sócrates: "El que sabe que no sabe es el
más grande; el que pretende que sabe, pero no sabe, tiene la mente
enferma". Y ésta otra: "Es un Camino Celestial el quitar a
quienes tienen demasiado y dar a quienes no poseen lo suficiente". O
ésta aún, que tantas veces debe ser recordada: "Cuando un pueblo
está hambriento es porque sus gobernantes comen demasiados granos
confiscados". Eso y mucho más hay en el Tao Teh King; apenas hemos señalado o interpretado algunos conceptos perdidos entre sus páginas. Pero ellos han bastado, de momento, para abrir una pequeña ventana a esa filosofía de efectos sorprendentes, que por un lado linda con el misterio y por otro con la simple, buena, alada sonrisa de las cosas. |
14-06-2013. Taoísmo y Naturaleza.Publicado el 17 jun. 2013 |
Taoísmo filosóficoPublicado el 5 jun. 2013 |
por Hyalmar
Blixen
Suplemento Huecograbado "El Día"
21 de Febrero de 1965
El 10 de octubre del año 2006 se efectuó un homenaje al Prof. Hyalmar Blixen en el Ateneo de Montevideo. En dicho acto fue entregado este, y todos los textos de Blixen subidos a Letras Uruguay, por parte de la Sra. esposa del autor, a quien esto escribe, editor de Letras Uruguay.
Ver, además:
Hyalmar Blixen en Letras Uruguay
Editado por el editor de Letras Uruguay
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