La trampa contra los héroes en las literaturas arias |
Este es un tema de la literatura aria. Después de haberse creado un notable ser lleno de virtudes y que ha recibido de las fuerzas divinales cantidad de atributos y de energía como para llevar una vida larga y heroica (desde luego no inmortal) alguna causa sorpresiva lo hace sucumbir. Hay varios ejemplos, como ser los de Aquiles, Rustem, Sigfrido... Y elegimos en este artículo otros dos casos de héroes arios: Karna e Isfandiar. Empecemos por el primero de estos dos. Karna es un personaje del "Mahabhárata", obra que no conozco traducida al español; por lo menos por ahora no me ha llegado la noticia, y que fue traducida, no entera sino en grandes episodios selectos, por Paolo Emilio Pavolini y editada en 1902 en el "Libraio della Real Casa"; editore Remo Sandrón; Milano- Palermo- Nápoli". Es una selección de fragmentos de una edición en italiano que se deseaba fuese completa de la gran epopeya sánscrita. Hay otra traducción completa ésta y muy valiosa de XVIII volúmenes en inglés, que está en la biblioteca de la Facultad de Humanidades de este país y que he leído en algunas partes, creo que por el año 1970 más o menos. En este artículo tenemos que reducir al máximo los acontecimientos de los dos héroes elegidos: Karna, del "Mahabhárata" e Isfandiar héroe de otra literatura aria: la Persa y curioso recuerdo: algunos críticos los emparentan a ambos con Héctor, el héroe de "La Ilíada". Desde luego, en el plano de la nobleza de sus acciones. Karna nació por la siguiente causa: Kunti, su madre, que luego, casada con un rey, Pandú, tuvo tres hijos más: Yudhisthira, Bhima y Ardjuna, era antes doncella algo curiosa que solicitó al severísimo asceta Durvasas que le diera un "mantra" (de valor mágico) en razón de cuyo uso pudiera tener de uno de los dioses, un hijo maravilloso en sus virtudes, fuerza y belleza. Ingenua y curiosa, Kunti quiso experimentar la fuerza de ese "mantra", y lo pronunció ante el dios Sol. El se le presentó en toda su magnificencia, por lo que ella, aunque virgen dio a luz un hijo valerosísimo luego, que nació con una coraza puesta sobre la piel y con unas orejeras que producían una fuerza maravillosa. Luego de esto, asustada Kunti lo arrojó en una barquilla bien protegida y le hizo un largo pedido, que no podemos aquí reproducir, a Varuna, el dios del Agua y también al dios del Viento, y abandonó a su hijo esperando que los dioses lo protegieran. La pequeñísima barca lo llevó por tres ríos, desembocó en la Ganges y allí la recogió Adhidatha, el auriga del rey Dazaratha, y se lo llevó a su esposa Radha que no había concebido hijos. El tema del hijo abandonado de ese modo se repite como vemos en varias narraciones hasta llegar a la novela de caballerías llamada Amadís de Gaula. El niño crece y siente dentro de sí el deseo de ser un héroe y al fin sus supuestos padres le explican que lo recogieron de las aguas. Karna les dice que ya que su madre lo abandonó, no se interesará por ella, y que su nueva madre será siempre Radha. Por eso en la obra se le dice a veces "el radheya". Los padres adoptivos le expresan entonces que tienen guardados determinados objetos hallados en la barquilla de la que fue recogido y que lo hacen vencedor en combates. Con esto sale a aprender el uso de las armas. Pero el que le enseñó a manejarlas, al enterarse luego de que no es de la clase guerrera, lo maldice, expresándole que se olvidará en un combate, el más duro de todos, de las palabras mágicas o divinas que lo harán vencer. Y algún otro hecho lo coloca en inferioridad para una lucha con otros guerreros. Parte y llega a un lugar donde hay un torneo entre jóvenes que van a convertirse en héroes y observa que hay uno que en las pruebas demuestra una puntería notable y tiene admirados a todos. Karma dice a éste, que puede hacer lo mismo y aún mejor, eso lo demuestra y realiza notables ejercicios. Pero en ese momento llega el que es su padre adoptivo y se averigua que no es un guerrero y se ríen todos de él. Resulta que esos rivales son sus hermanos menores Yudhisthira, Bhima y Ardjuna hijos como él, de Kunti, y Nakula y Sajadeva hijos de Madri pues el padre de ellos, Pandú tenía dos esposas. La madre de él y de ellos, Kunti, lo reconoce y tiene una emoción muy grande, pero se desmaya y eso hace que quede en silencio. Uno de los primos, enemigo de los cinco hermanos y rival de ellos, llamado Duryodhana, le da el pequeño reino de Koruidi, de manera que queda en el bando contrario a sus hermanos. Las dos ramas de la familia están divididas y el principal de los Kuravas tiende una trampa a los cinco heroicos primos que van a ir en procesión a un lugar divino y sagrado y prepara la casa donde han de pasar la noche, que será quemada de modo que ellos no van a salvarse, pero avisados de esa trampa se escapan y se disfrazan y realizan varias hazañas. Más adelante sobreviene una guerra entre los primos con cantidad de acontecimientos. Y Karna queda en el bando opuesto. Y en ese momento le expresa el dios Krishna, que se ha convertido en auriga del Pandava Ardjuna, quién es y le pide esas armas que lo hacían invencible. Cuando él sabe además que es hijo del dios Sol se impresiona mucho y le dice a Krishna que siempre lo ha adorado. En otro momento su verdadera madre se le presenta y le expresa quién es. Grande es la emoción de Karna, pues piensa para sí mismo ¿así que soy hermano de mis adversarios? Y entonces, en la lucha, los va venciendo uno a uno, pero como sabe que son sus hermanos, se ríe de ellos y no los mata, cosa que pudo hacer. El propio dios Sol le aconseja que se vaya al otro bando pero a él le parece que no puede traicionar al que lo ha protegido y dado un lugar importante. Y siguen los combates. A su verdadera madre le expresa que no va a matar a ninguno de los cuatro hermanos, pero con Ardjuna tiene pendiente un combate, y que uno de los dos será muerto, de modo que siempre le quedarán cinco hijos. Y vence a cada uno de ellos, y los deja ir riéndose. Y ellos están indignados, pero no saben que los vence el hermano mayor. Al fin se produce el encuentro con Ardjuna y en ese momento las dos maldiciones que se le habían expresado se vuelven contra el héroe. La lucha frente a Ardjuna, es intensa, pero el carro se hunde en la arena y el héroe no puede seguir combatiendo, se baja de él para levantar la rueda que ha quedado enterrada en la arena por la maldición que había sufrido y le pide a su hermano (ignora éste el parentesco entre ambos), que pare por un momento el combate, mientras trata de levantar la rueda que ha quedado apresada en la tierra, cosa que viene de la maldición del Brahman. Y mientras desarmado trata de levantar la rueda del carro, su hermano Ardjuna lo flecha varias veces y al fin con una arma mágica lo mata. Sigue algunos días la guerra entre los primos, y al fin los cinco Pandavas quedan vencedores y mueren todos los Kuravas. El campo está lleno de muertos y todos se juntan para hacer los funerales y arrojar los cuerpos de los héroes de ambos bandos en el sagrado río Ganges tras quemarlos. Queda el de Karna que nadie lo recoge. Y entonces la madre de los héroes les dice que todavía deben poner en el río el cuerpo de alguno, y al fin expresa que ese es el hermano mayor, el que mató en combate Ardjuna. Se produce gran consternación entre todos. ¿Así que era nuestro hermano mayor y nos perdonó la vida? -piensan todos. Y Ardjuna, impresionado dice "¿Y yo lo maté cuando estaba indefenso?" Pero todos ellos, en el Paraíso se encuentran unidos y hermanados junto a la madre Kunti. Esto que aquí expreso es lamentablemente brevísimo, pero, en fin ¿alguien lo había leído? Pasemos al otro héroe injustamente muerto, que en este caso no pertenece a la literatura de la India sino a la de Persia. Isfandiar, hijo del monarca Guschtasp, debe, para ser nombrado rey, realizar una serie de trabajos que requieran pericia y coraje. En su camino hacia un castillo de bronce mata primero a unos lobos, después a unos leones, luego se enfrenta a un dragón. El dragón es terrible, su alimento atrae a los peces del mar. Y es como llama que se extiende a lo lejos. Su cuerpo es resistente como si fuera roca. Entonces mandó Isfandiar hacer una gran caja erizada de lanzas, y, armado, entró en ella, revestido su cuerpo de una cota de mallas. Se colocó la caja sobre un carro y dos fuertes corceles, la llevaron delante del dragón. Apenas oyó el monstruo el ruido de las ruedas y vio ante sí, saltar los caballos, se vino sobre el carro; parecía una montaña negra que tuviera movimientos. Sus ojos eran del color de la sangre, sus fauces vertían fuego. Abrió una boca enorme, igual a una caverna. Los corceles trataron de evitar el ataque, mas él los aspiró con su aliento, y al carro tragó también. Desde la caja, Isfandiar hería la boca del dragón, con su lanza, tanto que éste comenzó a echar torrentes de sangre. Salió Isfandiar de la caja, y con su espada le partió el cráneo. Aún vencido el dragón parecía igual a un alto y extenso roquedal. Tras esto debe, de acuerdo con su padre, el rey Guschtasp combatir con una tremenda hechicera. Esa malvada tornaba al desierto en mar y el sol aterrado de ella, desde el cenit bajaba hasta el horizonte. Pero Isfandiar, sonriente y aún cuando iba al combate, vistió ropas de lino y tomó una guitarra. Llegó a una selva tan bella, que se parecía al paraíso y allí el sol semejaba un tulipán. Las fuentes manaban un agua de rosas. Al borde de una de ellas se apeó Isfandiar del caballo, y tocando su guitarra, cantó con toda su alma. Al escuchar el canto del héroe, la hechicera con viva alegría, comenzó a trazar sobre la arena signos de encantamiento; y se transformó enseguida en una joven hermosísima, de cabellos tan negros, que eran como el almizcle, y al acercarse a Isfandiar llevaba flores en su seno y hacía lucir sus mejillas, como un jardín de rosas. Pero Isfandiar, sabiendo que todo eso era embuste, le echó, alrededor del cuello, la cadena de hierro que le había regalado Zaratushtra cuando bajó del paraíso. La bruja se transformó en león, y quiso destrozar a Isfandiar, pero el héroe sacó su espada y díjole: "-Tú no puedes hacerme mal alguno, aún si conjuras las fuerzas de las montañas. Recobra, pues, tu forma y así te hablaré con mi espada" Surgió una vieja, entonces, en la dura cadena; su rostro estaba ennegrecido y los cabellos verduzcos. Isfandiar la mató de un tajo de su espada. El firmamento, entonces, se hizo de color negro, y roncó una tempestad, y una tremenda nube de polvo vino a esconder las cosas. Isfandiar subió al monte, y su voz dominando los tambores del trueno, lanzó un grito tan recio que temblaron los valles. Tras esto habla el cantor: "Es preciso beber el vino bienechor. Que de odres generosos nos llega desde el valle. Dichoso quien disfruta del buen vino, de dátiles y manda ser asado algún cordero tierno. Quien tenga todo esto, que de parte a los pobres". Guschtasp, tras todas las pruebas, que son varias, no está conforme, y le manda traer engrillado a Rustem. Isfandiar va a visitarlo; le pide que vaya engrillado a la corte de Guschtasp, y Rustem le explica que no puede hacer tal cosa, pero le ofrece acompañarlo y solicitar a Guschtasp que le de la corona a Isfandiar. Este le explica que Guschtasp le exige una nueva proeza. Pasan una temporada juntos riendo amablemente. Los dos grandes héroes son casi invulnerables; uno joven y el otro algo más viejo. En una de las comidas Isfandiar toma una mano de Rustem y éste siente un dolor horrible, pero luego aprieta la mano de Isfandiar y también lo hace sufrir de igual modo. Desde luego que ambos lo hacen sonriendo. Combaten dos días y ninguno puede vencer al otro. Rustem disgustado pide consejo al Simurgh, ave mágica de notable vigor. Para ello Rustem subió a las altas cimas de las montañas a fin de hallar a Simurgh, el pájaro divino, y pedirle consejo. El ave poderosísima le frotó la cabeza con un ala y le dijo: "-Escoge la más recta pero delgada rama y lanza este tamarisco, pues a ella está unido el destino de Isfandiar. Enderézala aún, a fin de que el fuego la endurezca, y luego ponle la punta férrea de alguna flecha antigua y adorna de plumas el asta, y con ella has de matar a Isfandiar. Si él se acerca a retarte de nuevo, sean tiernas tus palabras y rectas tus ideas, mas si insiste, coloca entonces esta flecha y luego dirige tus manos hacia los ojos de tu adversario y tira. El Destino llevará esa flecha a sus ojos, que son la única parte que tiene vulnerable". Era así porque al entrar su cuerpo en el agua que lo hacía invulnerable, cerró sus ojos, y esos le quedaron como un punto sin la defensa del resto del cuerpo. Rustem ajustó entonces en el arco la flecha de la misma manera que le enseñó el Simurgh, y contra un ojo de Isfandiar fue disparado el dardo, y el mundo se hizo oscuro para el príncipe ilustre. Se doblega su talle de ciprés; pierde momentáneamente el conocimiento; sus fuerzas le abandonaron y su arco chino cayó de sus manos. Se asió al cuello y a las crines de su corcel; su sangre enrojeció la tierra, y al fin el héroe cayó al suelo. Inmóvil quedó así por algunos instantes, mas luego se sentó y arrancó de su ojo la flecha que salió teñida de su sangre. Ya Bahman y Beschuten estaban a su lado y gimiendo oprimían a Isfandiar contra sí: "-¿Quién derribó a este monte? ¡Oh, Isfandiar, oh héroe, amo del mundo! ¿Quién quitó al elefante sus ornadas defensas? ¿Quién ha parado al Nilo? ¿De qué han servido, pues, la lealtad y la entereza?" Isfandiar respondió: "-No debes lamentarte: son el Sol y la Luna, quienes me han dado este destino". Rustem se acerca, y está apesadumbrado y conmovido; siente cierta compasión o vergüenza de haber tirado el arma sin que fuera lucha frente a frente. Y expresa: "-El Destino me usó como instrumento y ante los venideros me llenará de oprobio, ¡oh flecha de tamarisco!". Le respondió, moribundo, Isfandiar: "-No hiciste mi desgracia, más bien la hizo Guschtasp.... mi padre". Y le ruega que uno de sus hijos, que será un día gran rey, quede en la tierra de Rustem. |
por Hyalmar
Blixen
Suplemento Huecograbado "El Día" s/f
9 de Enero de 1969
El 10 de octubre del año 2006 se efectuó un homenaje al Prof. Hyalmar Blixen en el Ateneo de Montevideo. En dicho acto fue entregado este, y todos los textos de Blixen subidos a Letras Uruguay, por parte de la Sra. esposa del autor, a quien esto escribe, editor de Letras Uruguay.
Ver, además:
Hyalmar Blixen en Letras Uruguay
Editado por el editor de Letras Uruguay
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