La ebullición de las ideas revolucionarias en el siglo XVIII |
Las
sátiras, en el siglo XVII, se referían a situaciones injustas de la
sociedad francesa de la época, o simplemente absurdas, y tenían un
contenido todavía amable, de ironía fina, que se va borrando a medida
que se adentra en el siglo XVIII al final del cual se producirá la
Revolución de 1789. A ella antecede un formidable movimiento de ideas
audaces que ponen en tela de juicio cada vez más aceradamente, todo lo
que había sido estatuido hasta entonces. Lo que realmente
llamaba la atención a los espíritus sagaces era la diferencia de
valoración que se daba a las distintas actividades de los integrantes de
la sociedad. Uno de los que más audazmente planteó ese problema fue el
marqués Saint-Simón, en una célebre carta dirigida al rey de Francia y
cuyo fondo, que no expreso de manera literal, era este: Majestad: si se
murieran los hermanos del rey, los cincuenta príncipes y duques de mayor
alcurnia y las más importantes damas de la nobleza, como asimismo los
cincuenta jerarcas del clero, se sufriría, sí, una conmoción grande,
pero sólo en el plano sentimental o emocional, pero a Francia no le
ocurriría ningún contratiempo; en cambio, si desaparecieran los
cincuenta matemáticos, los cincuenta físicos, naturalistas, juristas, médicos,
maestros, los cincuenta especialistas en cada rama del saber, la catástrofe
sería tal, que Francia no podría reponerse en larguísimo tiempo. UN PERIODO
FERMENTAL Otra
figura digna de ser mencionada fue Bernardo Le Bovier Fontenelle
(1657-1757) quien falleció cuando iba a cumplir los cien años. Llegó a
ser abogado, pero amplió su investigación a cantidad de ramas del
conocimiento, no sólo en los planos literario y filosófico, sino muy
especialmente en el científico. Así
por ejemplo, en la consideración de la querella de los antiguos y los
modernos, que se arrastraba del siglo anterior, Fontenelle se sentía
partidario de estos últimos, pues pensaba que la literatura, si bien
menos rápido que la ciencia, progresaba con el transcurrir de los
tiempos. Ahora se cree que los antiguos grecolatinos eran superiores a los
actuales, pero un día ocurrirá que de la misma manera se afirmará que
seremos más valiosos que quienes nos sucederán un día en ese arte. Escéptico
en materia religiosa, se interesó mucho por el Universo, y a tal efecto
escribió su obra “Pluralidad de los mundos” sobre la cual se apoyó
Voltaire para escribir su pequeña novela “Micromegas”, que si es
seria en el fondo, exteriormente tiene un aire de chanza. Pellissier dijo
a propósito de Fontenelle: “Lo que le llama la atención en el Universo
no es tanto su majestad, sino el orden ingenioso del mismo y le place
detallarlo pieza a pieza como el mecanismo de un reloj”. Otro de los
valores indiscutibles de aquel período fermental en grado sumo fue Jorge
Luis Lecierc, conde de Buffón (1707-1788), quien estudió en París, y
tras su viaje a Inglaterra se dedicó a la física, la astronomía y
especialmente a la botánica. Fue miembro de la Academia de Ciencias, como
Fontenelle, y escribió una obra monumental “Historia Natural”, en la
que dio una hipótesis sobre el sistema solar, hizo cálculos respecto del
tiempo que necesitó nuestro planeta para que apareciera en él el ser
humano. Además, de su lectura del Génesis sacó la conclusión de que al
hacerse referencia a la creación en siete días debería leerse siete
grandes períodos cósmicos que nosotros no estamos actualmente en
condiciones de calcular a qué hecho astronómico se referían. Estudió,
en su obra el mundo mineral, el vegetal, el animal y luego la aparición
del hombre. EL SENTIDO DE LA
NATURALEZA En
cuanto a Claudio Adriano Helvetius (1715-1771) nació en París, pero era
hijo de un médico holandés radicado en esa capital. Meditó
profundamente en “Ensayo sobre el entendimiento humano” de Locke, que
lo impulsó a aceptar el sensualismo como base de su concepción social y
moral. En sus escritos sostuvo que todos nuestros actos, aun los que
parecen más nobles y grandes, son sublimaciones de nuestro amor propio y
por lo tanto tienen una finalidad egoísta. Es cierto, además, que en la
sociedad se constata la desigualdad entre los hombres, pero ella es,
simplemente, para Halvetius, el resultado de diferencias de educación.
Algunas de sus obras principales, casi todas quemadas por el verdugo por
orden del Parlamento de París, son “El verdadero sentido de la
naturaleza” y en especial, “Del espíritu”. En su casa se reunían
muchos de los enciclopedistas. Otro
de los precursores de esta ebullición de ideas y del que a menudo se
omite su influencia fue Enrique Thiry, barón de Holbach, que aunque nació
en Alemania se instaló en París y colaboró en La Enciclopedia con artículos
sobre ciencias. En su mansión de la capital, o si no en su castillo de
Grandval, organizaba comidas a las que asistían todos los espíritus
liberales de aquella época. Holbach había leído bien a los atomistas
griegos y también a Lucrecio, el gran poeta latino, y la influencia del
materialismo de estos aparece patente en sus obras, que son muchas,
especialmente digna de ser citada su “Sistema de la naturaleza o de las
leyes del mundo físico y del mundo moral”. Es, pues, un mecanicista, un
materialista, que rechaza la idea de la existencia de Dios y de la
supervivencia del alma. Todo lo que existe es el resultado de
combinaciones de moléculas sujetas a movimiento. Murió en el año de la
Revolución Francesa, es decir se cumplen también dos siglos de su
deceso. Una
de las figuras más importantes de Juan Le Rond D´Alembert (1717-1783).
Parece que siendo hijo natural, fue dejado en las escalinatas de la
Iglesia de Saint Jean Le Rond, costumbre detestable, que provenía de la
Edad Media y que Víctor Hugo narra en su novela “Nuestra Señora de París”.
Lo recogió la esposa de un artesano. El caso es que el niño resultó
brillante en sus diversos estudios: matemáticas, ciencias sociales,
letras, filosofía, medicina. Escribió varios tratados sobre aspectos de
física, climatología, astronomía, literatura. Entre ellas:
“Consideración de los equinoccios y sobre la precisión del eje de la
Tierra”, y además “Elementos de filosofía”, “Ensayos sobre
diversos literatos”, “Cristina de Suecia”, “La supresión de los
jesuitas” y varios ensayos más. Fue el mejor colaborador de Diderot en
la magna obra de La Enciclopedia. Como
varios de los espíritus de aquella época, tenía fuera de Francia,
algunos reyes que simpatizaban con él: el caso del rey prusiano Federico
el Grande y Catalina II, zarina de Rusia. Pero es tal el número de figuras descollantes que trabajaron para desarrollar una mayor concepción de la justicia social, de los derechos de las personas humanas, de las formas de gobierno, que no podemos sino citar a algunas: Pierre Bayle, que es un precursor, autor de “Pensamientos sobre el cometa de 1682”, “Noticias sobre la república de las letras”, “Diccionario histórico y crítico”; Federico Melchor, barón de Grimm (1723-1807) autor de una interesante “Correspondencia literaria, filosófica y crítica”; Nicolás Caritat, marqués de Condorcet, economista, partidario de Tugort y que plegado a los girondinos fue luego aprehendido por los jacobinos, encabezados por Robespierre, por lo que, antes de ser guillotinado, prefirió suicidarse en la cárcel; Juan Francisco Marmontel (1723-1799), autor de “Los incas”... Hay muchísimos más, merecerían una nota aparte Montesquieu, Diderot, Voltaire, entre otros. |
por Hyalmar
Blixen
Diario "Lea" - Montevideo
17 de febrero de 1989
El 10 de octubre del año 2006 se efectuó un homenaje al Prof. Hyalmar Blixen en el Ateneo de Montevideo. En dicho acto fue entregado este, y todos los textos de Blixen subidos a Letras Uruguay, por parte de la Sra. esposa del autor, a quien esto escribe, editor de Letras Uruguay.
Ver, además:
Hyalmar Blixen en Letras Uruguay
Editado por el editor de Letras Uruguay
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