Si queremos pensar que la violencia, tan promovida a veces por medios publicitarios, no logra los éxitos que muchos creen, volvamos la memoria hacia uno de los hombres más sublimes del siglo XX, es decir, a Gandhi. Nació el 2 de octubre de 1869; su padre era un funcionario público de cierto rango, y su madre una mujer piadosa, de honda religiosidad, vinculada ésta a antiguas tradiciones de la India, paísr rico en libros de alta valoración de lo espiritual.
Pero Gandhi conoció también personalmente la cultura occidental, pues vivió algunos años en Londres, dedicado al estudio de la abogacía.
El amor a todo lo viviente y el sentido profundo de la justicia se despertaron tempranamente en él, y así, guiado por esos ideales, comenzó su apostolado.
Creó en su patria colonias agrícolas para que el pueblo no padeciera tanta hambre, organizó hospitales y criticó el régimen de castas, como antes lo había hecho también aquel ser iluminado por el amor universal al cual se le llamó Buda.
En la época de Gandhi, Gran Bretaña mantenía a la India como una colonia y Gandhi, que quería inmensamente a su patria, deseaba que ésta fuese independiente. Pero como tenía horror a las revoluciones sangrientas, donde mueren tantos inocentes, dispuso una revolución pacífica que podría concentrarse en estos términos: "desobediencia no violenta".
Si los ingleses golpeaban a los hindúes, éstos debían aceptar el sacrificio de sus vidas y no devolver el mal por el mal. Esta forma de luchar llamó la atención del mundo entero y provocó indignación contra Inglaterra, que sintió en ese momento la repulsa universal.
Cuando exigía la derogación de una disposición injusta, su protesta se concentraba en el sacrificio personal: practicaba un ayuno, día tras día, y el mundo entero estaba pendiente de la vida de ese hombre excepcional.
El mismo método aplicaba cuando dentro de su patria se enfrentaban violentamente los fanáticos de distintos grupos religiosos: los hinduistas y los mahometanos; al final cuando anunciaba que de no reconciliarse ambos bandos haría un ayuno hasta la muerte, la autoridad moral de Gandhi sofocaba la disidencia religiosa para que el jefe espiritual de ese pueblo no llegara al sacrificio de sí mismo.
Al fin logró su ideal de independencia de la India sin necesidad de derramamientos de sangre.
Sin embargo, ese "Maha-Atma", ese espíritu superior dotado de virtudes de santidad, fue sorpresivamente muerto en medio de sus admiradores, por un enajenado de fanatismo. Moribundo, Gandhi pidió que perdonaran al matador, pues nada se ganaba con devolver el mal. Ese apóstol de la no-violencia falleció en 1948, ante la consternación del mundo entero. Pero lo principal de su obra estaba concluido. La india, como todos los países, tendrían aun grandes problemas, pero era independiente y ostentaba un luminoso ejemplo humano a quien reverenciar y seguir.
Muchas revoluciones sociales, aun con un principio de justicia, terminan matando tanto a injustos como a justos y a veces los vencedores no saben cómo terminarla, después de la victoria y se cambian a menudo los papeles: los oprimidos, al triunfar se tornan opresores; no siempre es así pero cualquiera sabe que eso puede ocurrir. Pero, la actitud de Gandhi ¿puede ser superada por el vencedor de una revolución de única causa justa? |