Un muchacho estaba enojado porque nadie se preocupaba de darle empleo.
-Si otros logran un trabajo ¿por qué no lo he de tener yo? -exclamaba- ¡Qué injusto es el mundo!
Fue un día a ver a un hombre de buen corazón, el cual, al escucharlo, le dijo:
-Yo creo que podría quizá ayudarlo. Tengo a mi cargo la Sección de una Compañía bastante importante. ¿sabe usted algún idioma? ¿Inglés, francés, o alemán?
-¡Ah! Lamentablemente no los estudié. Me pareció que bastaba con conocer el español.
-Efectivamente, pero ¿redacta usted bien?
-Y...más o menos.
-Pero, en fin, escribe sin faltas de ortografía.
-¡Ah! La verdad es que me distraigo y a veces cometo unas cuantas.
El Director meditó un momento al cabo del cual le dijo:
-Aún podría buscarle un trabajo en mi oficina si presta atención y copia con cuidado las notas y correspondencia. ¿Escribe a máquina?
-No. ¿es necesario eso para ser empleado?
-Y, sí, amigo, pero, en fin...todavía podré ayudarlo y lo deseo, porque viene recomendado por un primo mío al que quiero mucho. ¿Podría llevar al piso superior los expedientes, facturas y propuestas de negocios? Es un trabajo fácil.
-Pero ¿tendré que subir a cada rato?
-A medida que se fuese produciendo el trabajo lo llevaría de un piso al otro. No se necesita para eso demasiado conocimiento.
Tres días después vino el reciente empleado y le expresó al Director.
-Ese esfuerzo es muy grande: estoy todo el día sube y baje y me duelen las piernas. Puedo enfermarme del corazón. ¿No podría ponerme de portero?
-Ya hay tres. La empresa no necesita más.
-¿Y de sereno? Vigilaría de noche para impedir la entrada de ladrones.
-Bueno. Pero será cuidadoso; tenga sentido de responsabilidad.
-Descuide, patrón.
Una noche, un agente policial observó que unos ladrones estaban a punto de forzar la puerta de la calle de la empresa, pero que al ver al vigilante, huyeron. Este efectuó el correspondiente parte a la seccional. Al saber lo sucedido, el empleador recriminó al sereno:
-¿No se comprometió usted a vigilar?
-Y lo hago. Solamente ocurre que a veces, cuando hace frío y me parece que está todo tranquilo, voy al bar de la otra cuadra y tomo unos tragos de caña. Me demoré un poco y...
-Bien. Pero vea que hice por usted todo lo que pude. El Gerente General se enojó conmigo, me echó una reprimenda y me ordenó que lo despidiera. Lo siento de veras. Tendrá que buscar otro trabajo, porque aquí no puede prestar ningún servicio. Pero antes le voy a contar lo que una vez dijo un filósofo; no recuerdo sus palabras textuales pero el sentido es éste: "No hay que preocuparse tanto de hallar un trabajo como de adquirir primero la capacidad necesaria para desempeñarlo". Se llamaba Confucio. ¿Le suena ese nombre?
-Nunca oí hablar de él.
-Lo presumía. Pero aunque se olvide de su nombre, por lo menos no deje de recordar el consejo.
Dicen que ese ignorante y haragán se puso a estudiar un oficio y al final resultó un hombre de provecho. |