Guy Van den Bos.
Un escritor de tres continentes |
Por
su permanencia en el Uruguay, donde durante varios años desempeñó
cargos diplomáticos y en cuya carrera culminó como Embajador, por
haberse casado con la uruguaya Nair Saldivia y haber escrito casi toda su
obra en Montevideo y en lengua española, no podemos dejar de admitir que
Guy van den Bos en buena parte nos pertenece, y que sería injusto negar
que es bastante nuestro. No olvidemos que en la bibliotecología, las
obras literarias se clasifican, no por la nacionalidad del autor, sino por
el idioma que eligió para expresarse. Por el lugar de su nacimiento, por
sus antepasados y por los cargos que desempeñó van den Bos es
indudablemente belga, pero por la temática y mejor aún, los climas de
sus obras, está ligado asimismo al mundo africano, pues sobre los treinta
cuentos hasta ahora editados, trece son de ambiente congolés y uno
zanzibarita. Los hay, desde luego, ambientados en otros países. Incluso
cabría acotar que como conocía perfectamente bien el idioma chino y
escribió su primer libro en la forma más aproximada posible a la del
kai-kai japonés, tiene en sus comienzos algo de influencia oriental, por
lo que resulta uno de los casos más interesantes que desde ese punto de
vista se presentan entre nosotros, más que el de Parra del Riego,
peruano-uruguayo, o el de Lautrémont, Laforgue y Superviella, que, como
se dice, son los “tres poetas que Uruguay regaló a Francia”... Y
hasta “El Viejo Pancho”, uno de los poetas más criollos que podemos
concebir, nació en Galicia. Todos
esos casos sirven para unir patrias en un lazo más grande de hermandad. LOS
AÑOS DEL CONGO Pero
el cosmopolitismo de Guy van den Bos nos abre una perspectiva más rica.
Haber honrado la cultura de tres continentes es algo fuera de lo común.
Nació el 23 de febrero de 1920 en Bruselas y allí hizo sus estudios
hasta que en 1943 se recibió de Doctor en Derecho. Cumplió, como
correspondía, el servicio militar de su patria, y en 1946 entró en la
llamada carrera territorial, destinándose al Congo belga. El lugar que le
fue asignado era de los más apartados de la civilización; allí debía
enseñar a cultivar determinadas plantaciones que podían enriquecer la
dieta, a veces precaria, de las tribus de esos lugares o bien dirigir la
construcción de caminos que condujeran de un caserío a otro. Un europeo
colocado entre millares de habitantes congoleses, cuyas parcialidades
hablaban distintos idiomas aunque se entendían por un par de lenguas
francas aborígenes sabidas por algunos lenguaraces o intérpretes de cada
grupo tribal, y carente de efectivo apoyo, que no fuese su autoridad moral
y su don de persuación, (que hiciera que los lugareños comprendieran que
todos sus consejos sólo estaban encaminados a darles mejoras a ellos)
hubiera resultado ineficaz y hasta peligroso para van den Bos. Pero en su
actitud se traslucía tanto empeño de colaboración y tanta franca
amistad, que este belga, indefenso en ese medio, lograba casi siempre
convencer. Pues de otro modo ¿quién podría probar que algunos hombres,
airados en determinado momento, si lo hubiesen querido eliminar habrían o
no procedido en consecuencia? De haberse deseado se le podía haber echado
la culpa al ataque de un animal
salvaje. Y a propósito de ello, van den Bos nunca llevaba un arma.
Las consideraba cosas inútiles. Un
día le pregunté: -“Pero ¿y no pasaba más o menos cerca de leones?” Cierto, pero a los
leones no les interesa la carne humana. La encuentran menos apetitosa que
la de otros animales. Solamente... pero es raro... ¿Raro qué? Que
haya un león viejo que no pueda alcanzar a otros animales. Pero cuando se
sabe que hay una bestia así, salen enseguida a cazarla. No hay
peligro.” Cito
este diálogo porque me parece que da la idea del temple de Guy van den
Bos, de su valentía o si se quiere, de la confianza en su buena estrella.
Muchas de esas anécdotas, ya sean de hechos que le acaecieron o de
episodios que le fueron narrados, pasaron a convertirse en temas
interesantes de sus cuentos. Por otra parte, él quería a esos hombres
con quienes convivía y ellos a él. Y la prueba de esto es que cuando se
independizó el Congo en 1960, se había ganado tal consideración que,
retirados casi todos los europeos, se le nombró Juez-Presidente del
Tribunal de Luluaburgo, desde cuyo cargo presentó a la naciente nación
sus mejores servicios. Luego
volvió a su país, dio los exámenes para entrar en la carrera diplomática,
y en 1968 se le designó en un cargo dentro de la Embajada de Bélgica en
Montevideo. Aquí conoció a su
esposa Nair Saldivia; aquí se casó. Luego fue ascendido y se desempeñó
en Paraguay, Perú y Sudáfrica, desde cuyo cargo volvió a Montevideo,
ahora con el rango de Embajador. EN
LA CASA DE JUANA DE IBARBOUROU Aquí
prefería, a toda compañía, la de nuestros poetas, con los que se sentía
particularmente a gusto y a los que invitaba reiteradamente a su
residencia oficial, la casa de la Embajada, en la Rambla, que antes había
sido propiedad de Juana de Ibarbourou y en cuya sala, por devoción a
ella, tenía sobre un atril un libro abierto de nuestra poetisa y siempre
en el aniversario del natalicio de ella, daba una recepción. En esa ocasión
cada poeta, si lo deseaba, recitaba algún poema propio. Todo ello indica
una sensibilidad poco común hacia nuestras letras. Era frecuente también
verlo en exposiciones de pintura uruguaya. Su
vocación por escribir le hizo publicar en el noticiero cultural
“Contacto” de Lima, más de un centenar de capítulos pertenecientes a
su libro “Historia de la pintura flamenca”, tema en el cual era un
especialista. Pero ahora nos interesa su obra de creación.
Su
primer libro “Hai-Kai, el único editado en Bélgica, es un poemario
intimista que tiene una leyenda inicial de Meng Hao Jan. Se nota, en
cierto modo la presencia de la sensibilidad clásica en la poesía china
de los T´Ang, aunque el “Hai-kai” es propiamente japonés. El
resto de sus libros fue editado en Uruguay. El segundo, poesía breve,
pero de gran delicadeza, está aun escrito en francés; fue impreso en los
Talleres Gráficos de C.B.A.; su título es “Concert” y versa sobre
impresiones sutiles inspiradas por la música. Pero ya empezaba a escribir
con verdadera devoción en español, su serie que alcanzó cuatro libros
de cuentos y que quizá sin su prematura muerte se habría ampliado más aún.
Los tres libros por ahora editados son “Desenlace fatal” (Arca, 1984),
“Los malentendidos” (Ediciones de la Plaza, 1986) y “Los equívocos”
(Monte Sexto, 1987). El cuarto libro permanece inédito. Como
puede observarse, solo la primera colección de cuentos fue publicada en
vida del autor, pues Guy van den Bos falleció en diciembre de 1985. Se
cumplen, pues cuatro años de la muerte de este excelente narrador,
maestro del humor negro, dueño de recursos literarios que sorprenden al
lector de obras uruguayas, poco acostumbrado, (y no va en desmedro de
tantos buenos narradores nuestros) a enfrentarse a obras de tal sentido
del suspenso, que culminan a menudo en cierto estremecimiento trágico del
cual emana, sin embargo, una tenue sonrisa de comprensión amarga, porque
con frecuencia aquellos que preparan o desean el mal lo cosechan para sí. ¿No cantaban las brujas de Macbeth: “el mal es bien y el bien es mal”? Y puesto que no sabemos, como dichos inquietantes seres, cuál será el resultado de nuestros afanes, continuaremos nuestra tarea sin prever el resultado y, como ellas, cortemos los aires y la niebla. |
por Hyalmar
Blixen
Diario "Lea" - Montevideo
11 de diciembre de 1988
El 10 de octubre del año 2006 se efectuó un homenaje al Prof. Hyalmar Blixen en el Ateneo de Montevideo. En dicho acto fue entregado este, y todos los textos de Blixen subidos a Letras Uruguay, por parte de la Sra. esposa del autor, a quien esto escribe, editor de Letras Uruguay.
Ver, además:
Hyalmar Blixen en Letras Uruguay
Editado por el editor de Letras Uruguay
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