Formas y temas de la poesía lírica azteca
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El
tema de los aztecas es subyugante como un extraño poema triste y bárbaro,
como una música que en medio de sus notas rudas y mágicas,
sorpresivamente se disolviera en el aire , dejándonos la reminiscencia de
su ritmo trunco. En un artículo anterior, aparecido en este mismo
Suplemento (de setiembre, 9 de 1962) tratamos de realizar un viaje
imaginario por el escenario fantástico de lo que fue Tenochtitlan, la
capital azteca, ciudad enamorada de su gloria perecedera, extraño meteoro
de luz violenta en el cielo cultural de la América antigua. Paseamos
entonces por sus calles, junto a un pueblo zumbador y heterogéneo, donde
las plumas de quetzal de los abanicos y las vestimentas de fuertes colores
contrastaban con el blancor de las casas encaladas, luminosas a causa de
ese sol que amodorra como el pulque. Nos detuvimos ante sus templos, pirámides
truncadas de base cuadrada, entramos en sus bibliotecas y hojeamos sus
"amatles" fiesta de la luz mineada y del color prisionero de la
forma. Nos detuvimos acaso, ante la piedra del sacrificio gladiatorio,
donde los guerreros Águilas y Jaguares jugaban, al citarse con la
eternidad, el juego de la gloria y de la muerte.
Hoy
tomaremos un tema más particular; hurgaremos en la poesía lírica de ese
pueblo,
por lo menos en algunas de sus manifestaciones. A
veces colectivos, a veces íntimamente personales,
los cantares aztecas (o mejor aún nahuas) nacieron casi siempre en
el mismo molde de la danza y de la música y juntos corrieron entonces la
aventura de la fama, pero hoy el tiempo le ha sido a aquellos más
propicio; así, muchas de las formas poéticas, si bien mutiladas, se
conservan, pero la música que las ceñía como a una ligera túnica
sonora, ¿a dónde ha ido a esconderse para siempre? Llegó
la
conquista. Los amatles o libros de papel azteca, cubiertos de jeroglíficos
de colores, fueron perseguidos con un ensañamiento particular y quemados
en autos de fe, por considerárseles
obras inspiradas por el demonio; así, muy pocos de ellos se han
salvado. Y,
como lo señala Flores Guerrero en su "Historia general del arte
Mexicano, los códices o amatles eran un medio de salvar del devenir de la
historia, por medio de la línea y del color, la cronología, la ciencia
astronómica, la mitología y las glorias militares, con la consecuente
tributación de los pueblos sometidos, asegurando la continuidad del
conocimiento mágico de los sacerdotes y afirmando la conciencia del poder
temporal de los gobernantes". Las
miniaturas de esos libros guardan una estrecha relación con el estilo de
las pinturas murales. Entre los códices aztecas sólo se han conservado
cuatro de real importancia artística: sus nombres no tienen nada que ver
con su carácter indígena; se les llama por las Bibliotecas o personas
particulares que los poseyeron o por otras particularidades; son: el Borbónico,
el Tonalámatl de Aubin, La Matrícula de Tributos y La Tira de
Peregrinación. Pero, aparte del material que nos suministran los códices
aztecas, existen otras fuentes manuscritas (éstas en lengua náhuatl pero
con caracteres latinos) copias de antiguos libros jeroglíficos en la
mayoría de los casos; son los "Anales de Tlatelolco", los
"Anales de Cuauhtinchán" el "Códice Chimalpopoca"
(que comprende dos obras: los "Anales
de Cuauhtitlan" y la "Leyenda o Cantar de los
Soles") el "Códice Aubin" y especialmente el
"Manuscrito de Cantares Mexicanos" conservado en la Biblioteca
Nacional de México. Asimismo Sahagún recopiló poemas en náhautl, que
le fueron recitados a él o a los indígenas que trabajaban para él. En
cuanto a la "Crónica Mexicáyotl" de Alvarado Tezozómoc, también
aporta material poético. Los
aztecas o náhuas poseyeron una sabiduría que fue reverenciada en el ámbito
del imperio. Formados en el Calmecac, los "Tlamatini" o sabios
eran la más alta representación de las ciencias y la filosofía del México
pre-hispánico. En el códice Matritense hay un elogio del Tlamatini en el
que flota un aire como de Confucio o de Lao Tzsé; lo transcribimos en la
traducción que del nahuatl al español ha hecho León Portilla, para
insertar en su libro "La filosofía nahuatl". Dice así: "El
sabio: una luz, una tea, una gruesa tea que no ahuma. Suya es la tinta
negra y roja,
de él son los códices, de él son los códices. El mismo es
escritura y sabiduría. Es
camino, guía veraz para otros. Conduce a las personas y a las cosas, es
guía en los negocios humanos. El sabio verdadero es cuidadoso (como un médico),
y guarda la tradición. Suya es la sabiduría trasmitida, él es quien la
enseña, sigue la verdad. Maestro de la verdad, no deja de amonestar. Pone
un espejo delante de los otros, los hace cuerdos, cuidadosos; hace que en
ellos aparezca una cara (una personalidad). Se fija en las cosas, regula
su camino, dispone y ordena. Aplica su luz al mundo. Conoce lo que está
sobre nosotros (y la región de los muertos)". Mariano
Rojas, Rubén Campos, el citado León Portilla bien que desde otro ángulo,
han estudiado la poesía azteca pero es Angel María Garibay K. , el máximo
investigador de la poesía pre-hispánica de México y las traducciones de
los poemas que más adelante citaremos son suyas. En su voluminosa
"Historia de la literatura náhuatl" señala éste que, en el
aspecto formal,
los cantares líricos méxicanos precolombinos acusan distintas
formas. Si bien los poetas náhuas no conocieron la rima, usaron, sí, la
medida; así, en los poemas que se conservan,
hay versos de sílabas acentuadas e inacentuadas, unos en el órden
de tres acentos, otros en el orden de dos y algunos con la combinación de
estos dos tipos anteriores. Aparece también una forma de verso más
largo, cortado en dos hemistiquios, a la manera de los alejandrinos;
algunos de los poemas atribuidos a Netzahualcóyotl, el famoso rey, poeta,
legislador, penalista, teólogo y estratega tienen esas características.
El metro más usado en la lírica fue el exasilábico de dos acentos; sin
embargo, éste no es siempre constante, ya que en los poemas, por lo menos
tal como han llegado hasta nosotros, presentan bastante irregularidad métrica. Los
nahuas hacían una división geográfica de sus cantares y agregaban al
nombre del lugar, la palabra "yotl", que significa "cosa
de"; así, un canto a la manera de la ciudad de Huexotzinco se
llamaba "huexotzincoyotl" a la manera de Chalco, "chalcóyotl",
a la manera de México, "mexicóyotl". En
cambio, frecuentemente la palabra "cuícatl" (canto) servía
para señalar verdaderas modalidades poéticas. Así, el "Teo-cuícatl"
era el himno religioso; ya que (curiosa semejanza con el griego)
"teotl" es "dios" en azteca; era compuesto por poetas
llamados "cuicapiques" (o "hacedores de cantos") que
residían en los templos y recibían compensaciones económicas por sus
creaciones. He aquí un himno a Cintéotl, el rojo dios del maíz, himno
dialogado; cantan la mata de maíz, divinizada y los hombres (labradores o
sacerdotes quizás) que necesitan ese preciado sustento: "Ya
con rojas listas he nacido yo, la Mazorca florida. De múltiples colores
se matiza nuestro divino sustento: allá viene a erigirse para abrir sus
granos; está en la presencia del dios que hace lucir el día. En la región
de la lluvia y de la niebla sólo echan botones las preciosas plantas acuáticas.
-Yo soy la hechura del dios; yo, su criatrura, he llegado. -Sólo entre
matices de colores vive tu corazón; en el estrado de musgo acuático
cantas; haces bailar a los príncipes: tú imperas en Atli-tepán. El dios
te creó; cual flor te hizo nacer, etc.". De
la misma manera hay cantares a Tezcatlipoca (el "Espejo
Humeante"), a Huitzilopochtli ("Colibrí Hechicero") a
Quetzalcoatl ("Serpiente Emplumada de Quetzal"), a Tlaloc
("dios del agua"), a Xipe Totec (deidad de la primavera) y a
muchos otros. Aparte
del "Teo-cuícatl" o himno, los nahuas tenían otra forma
llamada "Cuauh-cuícatl" (canto de águilas) que era una especie
de oda heroica. Los guerreros Aguilas constituían una orden o jerarquía
entre militar y religiosa; según la "Leyenda de los Soles" que
es un cantar cosmogónico nahuatl, el Aguila y el Jaguar habían sacado al
dios Nanáhuatl del horno divino de Teo-tihuacán, en el cual había
entrado para transformarse en el Sol de la 5º edad del mundo nuestra. El
Aguila levantó a Nanáhuatl hasta el firmamento y lo colocó en el signo
calendárico "nahui-ollin"; por eso los guerreros escogidos,
servidores del Sol, se llamaban Aguilas y Jaguares y llevaban, los
primeros las cotas cubiertas de plumas de dicha ave, mientras que los
otros iban recubiertos de pieles de jaguar, por cuyas fauces asomaban sus
rostros. Estas dos órdenes combatían con destreza singular, no sólo en
las batallas libradas entre los distintos estados ciudades del antiguo México
sino también en la "Zochiyáyotl" ( "guerra florida")
especie de torneo en el que luchaban cien de una ciudad contra cien de
otra, que se hacía en épocas fijas en el límite de ambos estados y que
tenía por objeto hacer prisioneros para sacrificar al Sol; los escudos
iban recubiertos de flores y las armas y vestimentas estaban ornadas de
joyas. El
canto de Aguilas (o "cuauh-cuícatl") es una especie de oda
llena de bárbaro entusiasmo, en la que se exalta la muerte gloriosa en el
campo de batalla; las recompensas eran el Paraíso del Sol y los Jardines
de la Aurora. He aquí un ejemplo de esta forma: "Abrácense
los Aguilas y Tigres en tanto que resuenan los escudos. Los príncipes están
reunidos en festín: van a coger prisioneros. Sobre nosotros se esparcen,
sobre nosotros llueven las flores del combate, con las que se complace al
dios". "En
ningún tiempo ha de cesar la Guerra Florida; duradera es al borde del río;
allí abrieron sus corolas las flores de los Tigres, las flores del
escudo, lugar del peligro donde el polvo se difunde. Allí es el perfumado
jardín de los Tigres; cayeron flores sobre nosotros en el campo de
guerra, sobre nosotros dieron fragancia, oh, los que ansiáis gloria y
fama, etc". Aparte
de este género hay otras formas dignas de mención. Hay un poema en el
que el cantor narra el proceso de su inspiración ascendente. Algo de la
teoría que en el diálogo Ión desarrolla Sócrates pasa por la mente del
cantor azteca. Aquel, y desde luego Platón pensaban que la creación poética
no se hace en la vía teorética, sino por obra de las llamadas
"potencias de endiosamiento", en ese diálogo, Sócrates le dice
a Ión que el poeta no conoce nada por ciencia, sino porque es un
endiosado, imantado por la musa. Los aztecas suponían algo parecido; el
poeta, al inspirarse, remontaba su alma dentro del Cielo, hasta el mismo
sitial de la divinidad suprema; Tloque
Nahuaque o Ipalnemohua, al que ambiguamente llamaban "Aquel
que está cerca y junto" y del cual recibían el aliento inspirador.
Dice así un cantar: "Yo
soy poeta y percibo el orígen del canto. No en la tierra tiene su orígen
el bello canto; no: viene del interior del Cielo". Enseguida
nos manifiesta cómo se desarrolla su estado de inspiración al recibir el
mensaje celeste: "Mi corazón se ensancha al oírlo; se encumbra mi pensamiento, inundado de reverberante luz hasta el interior del Cielo. Mi suspiro se hace aéreo, se esfuerza por deslizarse hasta allá, donde me hacen promesas el zacuán y el colibrí, en el interior del Cielo"
"Escucha
¡oh amigo mi canto; taño, florido atabal para regocijar el alma de los
magnates! ¡Estalla en flores mi corazón! Tremolo las fragantes flores
que derraman rocío con las cuales se entreteje mi canto ante Aquel que
está Cerca y Junto" Pero
de más color que los himnos y de más hondo contenido humano que los
cantares guerreros es otro género llamado "xochi-cuícatl" o
Canto Florido.
El cronista llamado Durán nos narra que los poemas de este tipo se
cantaban en las fiestas de Xochiquezal, diosa de la poesía, de la música,
de la danza,
del amor y de las flores. Por esta última particularidad, en la época
de su festividad, en vez de recibir como homenaje un sacrificio
sangriento, se le levantaba, en el patio del templo, una casa fabricada
con flores y rodeada de árboles también. En un lugar preferente se
colocaba su sacerdotisa, adornada con las insignias de Xochiquezal.
Entraban entonces coros de niños disfrazados de pájaros y mariposas; subíanse,
en su baile, a las ramas de los árboles y simulaban libar las flores.
Tras esto entraba el cortejo de los demás dioses, representados por sus
sacerdotes,
cada uno con sus aderezos de ínfulas; éstos, soplando con sus
cerbatanas sin dardo, simulaban cazar a esos pájaros y a esas mariposas.
Concluída la danza, Xochiquezal se adelantaba a ellos y les ofrecía
ramos de flores. También
tiene un carácter parecido la forma que llamaban
"mitoteliztli", en donde la danza y los aspectos coreográficos
se hermanaban con la música y la poesía. Hay un poema titulado
"Concurso de poetas en casa de Tecayehuatzin en el cual, uno tras
otro, los poetas, cuyos nombres se citan, van cantando sus cantares;
resulta como una antología o selección de breves canciones en las que se
aprecian distintas modalidades y estilos. Así, el rey Ayocuan dice: "Es
la tierra región de brevísimo instante. ¿Ya no será así en la región
misteriosa en la que todos se unen? ¿Hay allá alegría, hay allá
amistad? ¿O solamente en la tierra hemos venido a conocernos?". Este pequeño poema, insertado en otro más grande, nos da la pauta de lo que era el "icno-cuícatl" ( o "canto de tristeza") poesía filosófica, llena del misterio de la existencia y de la angustia de perdurar, donde las grandes preguntas metafísicas hallan clima propicio para desarrollarse, género sobre el cual tal vez insistamos en otra ocasión, pues es lo más valioso de la poesía azteca o náhuatl. La luz y la sombra, la sonrisa y la lágrima, la vida y la muerte formaron en los cantares aztecas una amalgama que impresiona al lector, y le hace lamentar el naufragio de una cultura sin compasión alguna aplastada. Pero, vueltos a la vida y a la luz, esos cantares, si bien mutilados muchas veces y no siempre traducidos con un cabal sentido de lo poético, pese al esfuerzo de notables intérpretes, nos dan como una ráfaga de aquel trascendente pensamiento precolombino, que colocó a las culturas de la antigua América en tan alto sitial, junto a otras que encendieron las primeras luces en la noche de la humanidad primitiva. |
por Hyalmar
Blixen
Suplemento Huecograbado "El Día"
24 de Agosto de 1963
El 10 de octubre del año 2006 se efectuó un homenaje al Prof. Hyalmar Blixen en el Ateneo de Montevideo. En dicho acto fue entregado este, y todos los textos de Blixen subidos a Letras Uruguay, por parte de la Sra. esposa del autor, a quien esto escribe, editor de Letras Uruguay.
Ver, además:
Hyalmar Blixen en Letras Uruguay
Editado por el editor de Letras Uruguay
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