Denis Diderot, el padre de la Enciclopedia
por Hyalmar Blixen

Denis Diderot, uno de los escritores que más impulsó la lucha por la revisión de los conceptos sociales y políticos del siglo XVIII en Francia, nació en Langres, en 1713, estudió con los jesuitas y luego pasó a París a completar sus estudios. Allí trabajó en traducciones y en el dictado de clases para subsistir. Se dedicó entre tanto a estudiar filosofía, matemáticas, física y las doctrinas de los pensadores ingleses. En 1746 publicó en La Haya sus “Pensamientos filosóficos”, obra que si bien hizo que las miradas de muchos se dirigieran a él, el Parlamento de París condenó por disolvente de los conceptos admitidos en aquella época.

Se había casado en 1743 con una costurera, una pobre chica de la que se aburrió casi enseguida para dedicarse a Madame de Puisleux. Diderot opinaba que era necesario no contrariar a las pasiones, ya que éstas no siempre deben considerarse elementos negativos, sino que llevan a resultados fecundos.

SURGE EL ESCRITOR POLITICO SOCIAL 

En 1947 escribió “Paseos de un escéptico”, obra que el Parlamento de París hizo quemar por el verdugo. También compuso por ese tiempo una novelita picante para la época, titulada “Joyas indiscretas”. Insistió en su enfrentamiento a las concepciones religiosas con sus “Cartas sobre los ciegos para uso de los que ven” (1749), que además contenían alusiones a personajes importantes y también impiedades, por lo que se optó por encerrarlo durante un tiempo en el castillo de Vincennes. Del mismo tenor fue su “Carta sobre los sordos y mudos para uso de quienes entienden y hablan” (1751). Tres años después vieron la luz sus “Pensamientos sobre la interpretación de la naturaleza”. Diderot seguía la corriente que aunque nacida poco después del Renacimiento, se había ensanchado con el aporte de importantes jusnaturalistas, consistente en la idea de seguir, en todos los aspectos jurídicos, sociales y morales, los dictados de la naturaleza. De ahí que Pellissier exprese que Diderot “no ha tenido moderación ni pudor”.

Su naturalismo está corregido –sin embargo- por su culto a la “institución civil”, porque si bien deben ser seguidas las normas de la naturaleza, también deben ser atacadas las sociales y aún las individuales, siempre que éstas no atenten contra la utilidad común. Diderot no tenía, se sabe, buenas maneras, y cuando fue invitado por Catalina II de Rusia, en la conversación con la zarina palmoteaba campechanamente las piernas de éstas, con escándalo de la Corte, que exigía guardamiento de la etiqueta. En la segunda entrevista, cuenta Catalina en una carta, ella puso una mesita sobre sus rodillas y las manos del escritor, el cual, sin darse cuenta de nada, habrá entonces seguido palmoteando la tabla en vez de las piernas de la soberana, que no se molestó del hecho, pero trató de guardar las distancias. Porque la gran zarina, en el Ermitage guardaba la etiqueta... Solamente pasando un corredor se llegaba a un pabellón donde recibía a sus amistades íntimas; allí la etiqueta estaba abolida. Eso lo sabrían los Orloff, Potemkin y otros señores y damas, pero no Diderot.

Por otra parte, Diderot sostenía: “Todo lo que la pasión inspira, lo perdono, porque siempre he sido apologista de las pasiones fuertes”.

Su materialismo está de acuerdo con el de Holbach, D´Alembert, Helvétius y otros que se reunían en las famosas tertulias y comidas que se efectuaban semanalmente.

Aun así, y considerado un pontífice del ateísmo, habría que revisar más finamente este concepto, porque la idea de que Dios se puede tener a fines del siglo XX quizá no sea la misma que poseía el nivel medio de la gente del siglo XVIII. El problema puede ser planteado si se considera que hay una zona brumosa entre el ateísmo y el panteísmo de base científica, en el que ambas doctrinas parecen muy cercanas. De ahí las expresiones de Diderot: “Ensanchad a Dios”, porque le parecía que quedaba demasiado reducido a un antropomorfismo que lo aprisionaba en la imagen pequeñísima de la forma y espíritu humanos. Por eso, también decía:  ”Soltad, dad libertad a Dios”. ¿Significaba entonces negarlo? ¿Significaba entonces engrandecerlo?

SUS OBRAS LITERARIAS

Diderot escribió cuentos: “Jacobo el fatalista”, “La religiosa” y “El sobrino de Rameau”. El primero consiste en una serie de relatos intercambiados entre el protagonista y su amo. “La religiosa” narra la vida demasiado humana de una mujer metida en un convento y que no tiene vocación; implícitamente hay una advertencia a quienes las obligaban a tomar el velo por las más diversas razones. En “El sobrino de Rameau”, se refiere, ciertamente, a un sobrino del conocido músico, pero sirve para desarrollar una serie de teorías de avanzada, dentro de las concepciones comunes de la época.

Asimismo compuso dos piezas de teatro: “El hijo natural” (1757) y “El padre de familia” (1758) obras hechas más bien para probar sus teorías acerca del rechazo a las reglas de la tragedia y de la comedia, en sus posiciones extremas y la nueva solución que llamaba de teatro burgués. Pero a pesar de todo, fuera de estos esquemas, lo que vale para Diderot, es el talento. Y lo mismo decía Voltaire: “Todos los géneros son buenos, salvo el género fastidioso”.

LOS ORIGENES

Diderot fue un genio múltiple, un notable crítico de arte, que rayó a gran altura en la serie de comentarios que llevan por título “Salones”. Es de lo más hermoso que escribió, pero debemos referirnos a una obra magna, que fue la Enciclopedia. ¿Cuál fue su origen? Algunos libreros de París querían hacer una traducción al francés de la “Cyclopedia or Arts au Siensces” de Efrain Chambers y en efecto ese trabajo fue empezado por dos intelectuales, uno inglés y otro alemán, pero tras un cúmulo de inconvenientes, el editor Le Breton decidió que el traductor fuera Diderot. Este consideró que la obra de Chambers debía ser actualizada y mejor aún, hacer una nueva, con un enfoque distinto. Buscó, como colaboradores, a un número de especialistas de las distintas materias, artes, ciencias y técnicas. Y empezó la obra, pero a causa del carácter irreligioso y a menudo atentatorio de los privilegios existentes, fue varias veces prohibida su publicación. Se avanzaba, pero a tropiezos. Sin embargo, la Enciclopedia tenía también en la Corte sus partidarios, entre ellos el filósofo Maleshserbes, que era Ministro de Luis XVI. En cierta ocasión recibió orden de requisar la Enciclopedia pero avisó antes a Diderot para que la escondiera. Así lo hizo éste, pero cierta parte de los ejemplares no los pudo guardar en lugar seguro por falta de local. Se lo comunicó a Maleshserbes y éste resolvió que se escondieran en su propia morada. ¿Quién iría a tratar de encontrar el paradero de los libros perseguidos si estaban escondidos en la propia morada del Ministro? Los treinta y cinco volúmenes de la Enciclopedia resultaron en fin el esfuerzo más notable del siglo XVIII para avanzar en las concepciones altas que fueron postuladas en la Revolución Francesa.

 

por Hyalmar Blixen
Diario "Lea" - Montevideo

28 de febrero de 1989

 

El 10 de octubre del año 2006 se efectuó un homenaje al Prof. Hyalmar Blixen en el Ateneo de Montevideo. En dicho acto fue entregado este, y todos los textos de Blixen subidos a Letras Uruguay, por parte de la Sra. esposa del autor, a quien esto escribe, editor de Letras Uruguay.

 

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