Herrera
y Reissig: del modernismo a la vanguardia
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Aunque
en sus primeras experiencias de composición —románticas las más
tempranas, modernistas a la manera de Darío las siguientes— Herrera
intentó diversas formas más o menos heterodoxas, apenas alcanzada su
propia voz desistió casi de todas para limitarse a unas pocas y no
excesivamente originales.
En
sus poemas de iniciación, en efecto, y al margen de los dos sonetos
dedicados a Eduardo, que anuncian un esquema métrico que será más tarde
fundamental en su poética, recurrió a algunas de las combinaciones de
clara ascendencia castellana. Así, por ejemplo, "Miraje" se
integra con veinte estrofas de cinco versos cada una, que no son
quintillas típicas desde que son decasílabas, ni típicas liras desde
que los versos que las integran son todos de idéntica medida, pero que
provienen sin duda tanto de aquéllas como de éstas
[1]
,
sobre todo en cuanto se ajustan a la regla básica que exige no repetir un
mismo consonante en más de dos versos seguidos. Esquema métrico similar
[2]
,
también en decasílabos, se utiliza en los veinte quintetos de
"Fosforescentes".
En
la inmediata "Nieve floral", aunque se insiste fundamentalmente
en el verso de diez sílabas, se utiliza en primer término el cuarteto
(las once primeras estrofas) y luego, y en las siete estrofas restantes,
una variante del quinteto que lo aproxima más al esquema de la lira: el
cuarto verso es, en las siete, un quebrado pentasílabo.
"Incógnita"
está formado por treinta y cinco cuartetos endecasílabos, todos ellos
serventesios, es decir, con rima uno-tres, dos-cuatro. "La
cita", en cambio, es una sucesión de estrofas innominadas, que se
apartan de la que más se le asemeja, la silva, porque no trabajan sobre
endecasílabos y heptasílabos, sino sobre dodecasílabos, lo que las
vuelve sensiblemente lentas.
"Ideal"
salta a la ligereza del verso octosílabo y a la agilidad de la décima
[3]
,
en su esquema clásico de rimas: el primer verso rima con el cuarto y con
el quinto; el segundo con el tercero; el sexto con el séptimo y el décimo;
y el octavo con el noveno. También "Delirio" descansa sobre una
forma liviana: dieciséis quintillas (es decir, estrofas de cinco versos
octosílabos), de rima estable en los versos primero, tercero y cuarto, y
segundo y quinto respectivamente.
En
"Nocturno" Herrera utiliza la lira irregular de seis versos
[4]
,
más irregular todavía desde que la forma con versos decasílabos y
pentasílabos en sustitución de los endecasílabos y heptasílabos
tradicionales. De todas formas, y a pesar de las irregularidades anotadas,
la estrofa de "Nocturno" funciona realmente como una lira,
bastante más por cierto que como cualquiera de las otras combinaciones próximas
(estancia, sexta rima o sextina).
En
"Salve, España", la estrofa (aquí diecinueve en total) es la
silva, es decir, una combinación de indeterminado número de versos
endecasílabos y heptasílabos, rimados a voluntad del poeta y sin esquema
fijo. Es, sin duda, una estrofa adecuada al tono heroico del poema.
Silvas
también —endecasílabos y heptasílabos— aunque con alguna
irregularidad —varios pentasílabos— son las cuarenta y dos estrofas
en las que se agrupan los cuatrocientos setenta y ocho versos del
"Canto a Lamartine", una de las más conocidas y lentas
composiciones del período de iniciación.
[5]
El
menos extenso poema "A Guido y Spano en el aniversario de su
natalicio" resulta también, por razones métricas ya que no temáticas,
más ágil y liviano: se trata de un conjunto de veinte cuartetos, todos
serventesios, en versos endecasílabos, metro este —como se advierte—
que ya tiende a predominar sobre los otros y anuncia el tal vez más típico
de la poesía de culminación de Herrera.
"Naturaleza",
en cambio, muy próximo en el tiempo al canto "A Guido y Spano",
es un regreso a las características del "Canto a Lamartine",
cuatrocientos noventa y un versos, agrupados en estrofas desiguales, la
mayor parte endecasílabos y algunos quebrados heptasílabos. Muy parecido
es el esquema de los afortunadamente menos versos —ciento cuarenta, en
doce estrofas— de "Castelar". "La musa de la playa",
a su vez, insiste en la fórmula del poema "A Guido y Spano",
tanto en la estrofa (veinte cuartetos) como en el verso (todos endecasílabos).
Menos
ortodoxo, por lo menos en apariencia, es "Holocausto": se trata,
en efecto, de trece cuartetos serventesios escritos en versos de dieciséis
sílabas, medida absolutamente inusual para la estrofa aunque cuente con
antecedentes tan ilustres como el "Poema del Cid", que también
lo utiliza en sus tiradas monorrimas. La clara cesura que divide a los
versos en dos justos hemistiquios de ocho sílabas cada uno, transforma
sin embargo a las estrofas en octavas italianas
[6]
de rima atípica: los hemistiquios primero, tercero, quinto y séptimo
quedan libres, y riman entre sí el segundo y el sexto y el cuarto y el
octavo.
Extraña
también es la combinación métrica empleada en "Wagnerianas",
quince cuartetos en los que se recurre a versos de dieciséis y diecinueve
sílabas, divididos por una cesura también clara en dos hemistiquios de
ocho sílabas, o en uno de ocho y otro de once. La relativa originalidad
de la tentativa no disimula sin embargo la rigidez de la forma, que se
mantiene casi sin variantes en todas las estrofas.
"Ojos negros" enlaza, desde el punto de vista formal, con "Holocausto", aunque en él el verso octosílabo no sea consecuencia de la cesura, sino formulación expresa para la octava adoptada: se trata, en efecto, de treinta y siete estrofas de ocho versos octosílabos cada una, que riman, el segundo con el cuarto y el sexto con el octavo [7] . "Ojos negros", desde el punto de vista formal, no sólo es una continuación o desprendimiento de Holocausto, sino un antecedente claro de "La vida", y, por ahí, de las composiciones métricamente similares que se vinculan a ésta. [8]
"Plenilunio"
está escrito también en octavas italianas, pero de metro distinto, ya
que se recurre, no al octosílabo sino al decasílabo y al dodecasílabo
de ritmo diverso (a veces con acentos en las sílabas tercera, sexta y
novena, a veces en cuarta y novena, los decasílabos; generalmente
divididos en dos hexasílabos los dodecasílabos) y no siempre feliz.
"El
hada Manzana", un poema de ciento veintitrés versos agrupados en
veintiuna estrofas, anticipa la mayor libertad y diversidad métrica que
podrán advertirse en los varios poemas de "Las pascuas del
Tiempo": los endecasílabos se alternan con los dodecasílabos, los
heptasílabos, los hexasílabos, y aún los trisílabos. Tal vez
constituya, junto con la colección siguiente, un deliberado esfuerzo de
Herrera por ajustarse a la libertad formal proclamada por el modernismo y
ya utilizada por Darío en algunos de los poemas que constituyen el
precedente estético de estos. Que la tentativa no fue satisfactoria ni
siquiera para Herrera lo demuestra el hecho de que "Las pascuas del
tiempo", último conjunto de los poemas de iniciación, será también
la última tentativa de libertad formal: ya en "Los maitines de la
noche", pero sobre todo a partir de ellos, Herrera se ajustará,
hasta el final de su vida y de su obra, a unos pocos esquemas formales básicos,
apenas alterados por ciertas variantes menores (aunque eficaces) de su
cosecha.
La
lista de esos esquemas básicos podría ser, en rigor, muy reducida:
sonetos y décimas.
Tolera,
no obstante, algunos desarrollos y aclaraciones. Dentro de los sonetos, en
efecto, es indispensable distinguir, según el verso empleado, tres
variantes fundamentales: los sonetos de verso octosílabo, los sonetos de
verso endecasílabo y los sonetos de verso alejandrino. A las décimas
pueden agregarse algunas formas próximas (aunque también lo están de
otros esquemas tradicionales), como las utilizadas en "Cues
alucinada", "La vida", "El laurel rosa" o aún
parte de "Divagaciones románticas", composiciones extensas en
versos octosílabos, a veces más cercanas al romance, pero en todo caso
diversas de los esquemas convencionales de éste y aquéllas.
En
realidad, las retóricas tradicionales no registran la hipótesis del
soneto de verso octosílabo
[9]
pero es obvio que nada obsta a su existencia, ni a que se le llame —por
la vía del diminutivo, utilizada para otras combinaciones métricas de
arte menor— sonetino
[10]
.
Más dudoso, en cambio, es que resulte tan eficaz como el de verso endecasílabo:
las tres sílabas que pierde por verso, le hacen perder, con relación a
aquél, casi cuatro versos en total, lo que le quita posibilidades de
expresión; o, por lo menos, lo que desequilibra la fórmula, considerada
siempre como de balanceo perfecto. No puede perderse de vista, por otra
parte, que en el verso octosílabo no hay otro acento fijo que el
inevitable de penúltima, por lo que el ritmo, tan importante en el soneto
de verso endecasílabo y aún en el de verso alejandrino, prácticamente
no pesa en el sonetino. La forma, así, descansa solamente en dos
elementos (el metro y la rima), y no en tres como en el caso de los
sonetos mayores.
Es
interesante señalar, además, que el soneto de verso octosílabo no
aparece temprano en la poesía de Herrera, sino recién en 1906, ya
largamente experimentados los sonetos mayores en sus más conocidas
colecciones, y aun en otras de importancia menor. Y más interesante todavía
es señalar que Herrera no insistió en la experiencia, sino que la
abandonó el mismo año en que la intentó, seguramente decepcionado él
también ante los pobres resultados obtenidos.
El
soneto de verso octosílabo sólo se emplea, en efecto, en "El
abanico de perlas" (tres únicas composiciones, las tres de
circunstancias) y en "El collar de Salambó" (cinco
composiciones intrascendentes).
El
tratamiento de la rima, en ellos, es tan variado como el que se indicará
para los sonetos endecasílabos y alejandrinos: hay cuartetos clásicos y
cuartetos serventesios, a veces los dos clásicos, a veces los dos
serventesios, a veces uno y uno; en su relación entre sí, en unos la
rima es cruzada, en otros es simétrica; los tercetos, por su parte, se
arman sobre dos rimas únicas y alternadas, o sobre tres rimas con o sin
pareado.
[11]
Esta
variedad de fórmulas en la rima —en cada cuarteto, en la relación de
los cuartetos entre sí, en los tercetos, y aun en la relación entre el
grupo de cuartetos y el grupo de tercetos— caracterizará también, según
se ha dicho, a las colecciones de sonetos de arte mayor, intentadas antes
y después de "El abanico de perlas" y "El collar de Salambó".
Herrera
trabaja el soneto de verso endecasílabo, en efecto, desde sus colecciones
más tempranas (parte de "Los maitines de la noche", "La
sortija encantada") hasta "Las clepsidras", de 1909,
pasando por las dos series de "Los parques abandonados" y
"Sonetos de Asia".
De
las dieciséis composiciones de métrica variada que integran "Los
maitines de la noche", nueve son sonetos de verso endecasílabo:
"Solo verde amarillo para flauta, llave de U", "Alba
triste", "Neurastenia", "Enero",
"Mayo", "Julio", "Octubre", "La vejez
prematura" y "El desamparo".
A
diferencia de lo que ocurre en casi todas las otras colecciones de sonetos
endecasílabos, en estos nueve Herrera se ajusta a un único esquema en la
rima de los cuartetos: clásico y simétrico, es decir, en cada uno riman
el primer verso con el cuarto y el segundo con el tercero, en el mismo
orden
[12]
.
En los tercetos, aunque siempre con tres rimas, el esquema varía: primero
con segundo, tercero con sexto y cuarto con quinto en "Solo verde
amarillo", "Enero", "Julio" y "La vejez
prematura"; primero con tercero, segundo con quinto y cuarto con
sexto en "Alba triste", "Neurastenia" y "Octubre";
primero con segundo, tercero con quinto y cuarto con sexto en
"Mayo" y "El desamparo".
En
lo que tiene que ver con el ritmo, se dan en la colección las variantes
fundamentales que se dan también en las colecciones mayores, en las que
habrá de analizárselas.
Por
su singularidad formal, en
cambio,
merece más amplios comentarios —aunque no sobre su sentido, su tema o
sus eventuales efectos de color— el primero de los nueve sonetos de la
serie: "Solo verde amarillo para flauta, llave de U".
El soneto es, en efecto, una deliberada tentativa, de clara y directa filiación simbolista, de valorizar el sonido en sí más que por lo que aquí las palabras utilizadas significan. [13]
Herrera
busca sugerir, en él, un sonido de flauta ("para flauta", dice
el título) mediante la insistente utilización de la vocal u ("llave
de U" agrega el título) en las sílabas acentuadas de cada uno de
los versos, y la utilización auxiliar de la vocal i, a veces también en
sílabas acentuadas, con lo que logra al mismo tiempo una constante
asonancia interna, un ritmo muy marcado y ostensible, y una inusual
vinculación entre los dos elementos métricos, rima y ritmo. La vocal u,
en efecto, sostiene los cuatro acentos del primer verso, los cuatro del
segundo, tres del tercero, tres del cuarto, tres del quinto, dos del
sexto, tres del séptimo, dos del octavo, cuatro del noveno, tres del décimo,
tres del undécimo, dos del duodécimo, uno del decimotercero y tres del
decimocuarto. El total es asombroso: la u sostiene el acento en cuarenta sílabas.
La importancia de la vocal i es menor: sólo en un caso —primer verso
del segundo cuarteto— soporta el acento; utilizada en otras sílabas débiles
contribuye, sin embargo, al sonido final.
Conviene
señalar, por último, que Herrera, adiciona al texto del soneto seis
indicaciones tomadas sin mucho rigor del mundo de la música con el propósito
de regular una progresión en la lectura del poema, de menor a mayor,
tanto en lo que tiene que ver con la velocidad como en lo que tiene que
ver con la altura del sonido: andante para el primer cuarteto, piano para
los dos primeros versos del segundo cuarteto, pianissimo para el tercer
verso del segundo cuarteto, crescendo para el cuarto y los dos primeros
del terceto, forte para el tercero del primer terceto y el primero del
segundo,
y fortissimo para el segundo
y el tercero. Pese a la inconsecuencia de algunos de los términos
utilizados
[14]
,
Herrera logra la finalidad perseguida, aunque la brillantez formal, y aun
el propio éxito de la experiencia, quiten todo interés —y aun
inteligibilidad— a su tema o contenido.
A
la relativa diversidad formal de "Los maitines de la noche"
(nueve sonetos sobre dieciséis composiciones) sigue, en las colecciones
posteriores, consideradas cada una por separado, una inesperada
uniformidad que contrasta claramente con las colecciones de iniciación y
con la primera de madurez.
"La
sortija encantada", inmediata en el tiempo a "Los maitines de la
noche", está formada solamente por sonetos —seis— endecasílabos.
Como en los de la colección anterior, Herrera se ajusta en todos a un
esquema clásico y simétrico en los cuartetos
[15]
y repite, siempre sobre la base de tres rimas, algunas de las fórmulas ya
utilizadas para los tercetos: primero con tercero, segundo con quinto y
cuarto con sexto en "La cita"; primero con segundo, tercero con
sexto y cuarto con quinto en "Bouquet de abril",
"Azul" y "Esfinge"; primero con segundo, tercero con
quinto y cuarto con sexto en "Amor"; e intenta una variante no
del todo feliz en "Camafeo galante" al hacer rimar primero con
quinto, segundo con sexto y tercero con cuarto, rimas, aquéllas dos,
demasiado lejanas entre sí y necesariamente separadas por otras dos.
[16]
También
es el soneto endecasílabo la forma de las composiciones de las dos series
de "Los parques abandonados" con solo tres excepciones,
contenidas en la segunda serie y que tal vez Herrera hubiera eliminado si
hubiera alcanzado a determinar por sí su contenido definitivo: "La
ausencia meditativa" y "El rubí de Margarita", de versos
de dieciséis sílabas, y "Eres todo!...", de versos
alejandrinos.
En la primera serie, el tratamiento de los cuartetos es algo más variado que en las colecciones anteriores. En trece casos, en efecto, la rima es clásica y simétrica [17] ; en dos casos es clásica y cruzada [18] ; en cuatro casos se utilizan cuartetos serventesios con rima cruzada [19] ; en los tres casos restantes se combinan cuartetos clásicos y serventesios. [20]
En
lo que tiene que ver con los tercetos, hay también fórmulas o tendencias
predominantes. Así, en primer lugar, en la inmensa mayoría de los casos
se trabaja con tres rimas; y sólo en tres
[21]
con dos; en éstos, en los dos primeros, riman los versos impares por un
lado y los pares por otro, y en el tercero, el primero con el cuarto y el
quinto y el segundo con el tercero y el sexto. Además, y en segundo término,
también en la inmensa mayoría de los casos, el esquema de los tercetos
descansa sobre un pareado inicial; las excepciones son, naturalmente, los
tres sonetos en que los tercetos sólo utilizan dos rimas, y un cuarto
[22]
en el que riman primero con tercero, segundo con quinto y cuarto con
sexto. En los otros dieciocho casos, los dos tercetos funcionan en realidad
como un grupo integrado por un pareado inicial y un cuarteto, en nueve
casos clásico y en nueve casos serventesio.
Las
características formales de la segunda serie de "Los parques
abandonados" —pese a estar integrada por cuarenta y seis sonetos,
cuarenta y tres de los cuales endecasílabos, contra sólo veintidós de
la primera— son en general las mismas.
Dejando
de lado los dos sonetos de versos de dieciséis sílabas
[23]
y el de versos alejandrinos
[24]
,
en efecto, se advierte, en los cuartetos, un franco predominio de la fórmula
clásica y, en su relación recíproca, simétrica
[25]
;
las otras fórmulas, en cambio, muestran en proporción muy pocos ejemplos.
Así: cuartetos clásicos y de rima cruzada sólo se dan en seis sonetos
[26]
;
cuartetos serventesios y simétricos sólo en dos
[27]
;
cuartetos serventesios y cruzados también en dos
[28]
;
combinaciones de clásico y serventesio en siete
[29]
; y de serventesio y
clásico, en cinco
[30]
. En
términos generales, pues, puede señalarse
para la serie, según se ha indicado, un predominio de los cuartetos clásicos
sobre los serventesios, un predominio de los simétricos sobre los
cruzados,
y un cierto equilibrio en los mixtos o combinados.
El
cuadro formal de los tercetos es también similar al que ofrecen en las
composiciones de la primera serie.
Se
advierte, en efecto, un claro predominio de los tercetos armados sobre
tres rimas con relación a los armados sobre dos; y de los que descansan
sobre un pareado inicial con relación a aquellos en los que se prescinde
de él.
Sólo en ocho casos sobre cuarenta y tres se utilizan dos rimas en los tercetos, distribuidas en tres casos según el esquema C-D-C, D-D-C [31] , en dos casos según el esquema C-D-C, D-C-D [32] , en un caso según el esquema C-D-D, C-C-D [33] y en dos casos según el esquema C-D-D, C-D-C. [34]
Sólo
en once casos
[35]
se prescinde del pareado inicial. En los treinta y dos
restantes, los tercetos funcionan como un pareado seguido de un cuarteto,
en dieciséis casos clásico y en dieciséis serventesio.
Las
variantes rítmicas que se dan en las dos series de "Los parques
abandonados" son las mismas que se examinarán en las colecciones más
breves y posteriores de "Sonetos de Asia" y "Las
clepsidras".
Conviene
no cerrar este examen de la forma de "Los parques abandonados"
sin recordar la importancia que le atribuía el propio poeta, aun por
encima de los contenidos. En carta a Edmundo Montagne, decía: "Las
ideas, mi querido Montagne, eso no es nada, lo que falta siempre es la
palabra".
Lo mismo podría decirse con relación a los sonetos endecasílabos de "Sonetos de Asia" y "Las clepsidras", o aun aquellas palabras de Flaubert con relación a un libro sobre nada: un poema puede despertar una sensación estética "independientemente de lo que dice", nacida, en cambio, de "la precisión de las ensambladuras, la rareza de los elementos, el pulido de las superficies, la armonía del conjunto". [37]
Más
concretamente aún: la forma de los sonetos endecasílabos que integran
las tres colecciones señaladas —"Los parques abandonados",
"Sonetos de Asia" y "Las Clepsidras"— proviene de la
utilizada por Julián del Casal en "Mi museo ideal", y aun de la
utilizada por D'Annunzio en "Canto novo"; pero más trabajada
aún, más sutil, y estéticamente más lograda y perdurable.
En los once sonetos endecasílabos de "Sonetos de Asia" los cuartetos asumen las fórmulas y combinaciones conocidas: clásicos y simétricos en "Fecundidad", "El arpa y Dina", "Transfiguración macabra", "Inspiración remota", "Odalisca" y "Amazona"; clásicos y cruzados en "Heliofina"; serventesios y cruzados en "Reina del arpa y del amor"; y clásico y serventesio en "Génesis", "Idealidad exótica" y "Supervivencia". No hay ejemplos, en cambio, de cuartetos serventesios y simétricos, ni de combinación de serventesio y clásico. La mayoría de los tercetos se arman sobre tres rimas; y sólo en tres ("Heliofina", en el que riman primero con segundo y quinto y tercero con cuarto y sexto; "El arpa y Dina", en el que riman primero con tercero y quinto y segundo con cuarto y sexto; y "Transfiguración macabra" en el que riman primero con tercero y sexto y segundo con cuarto y quinto), sobre dos. Sólo en cuatro casos, en fin, se prescinde del pareado [38] ; en los demás, los tercetos se reducen a un pareado seguido de un cuarteto clásico o serventesio, o a un pareado que se prolonga en el cuarteto inmediato. [39]
No
es distinto el panorama en los ocho sonetos de "Las clepsidras";
predominan los cuartetos de rima clásica y simétrica
[40]
, en un caso
se combinan un clásico y un serventesio, y también en uno en
serventesio y un clásico
[41]
.
Faltan las demás combinaciones. En lo
que tiene que ver con los tercetos, sólo en dos casos se trabaja con dos
rimas
[42]
; en esos dos mismos casos se prescinde del pareado inicial; en
cuatro casos el pareado está seguido de un cuarteto clásico; en dos,
en fin, de un cuarteto serventesio.
En
lo que tiene que ver con el ritmo, es decir, con la distribución de los
acentos interiores de cada verso, tanto "Los parques
abandonados" como "Sonetos de Asia" y "Las
clepsidras" muestran el presumible predominio de los yámbicos, es
decir, de los versos con acento en sexta sílaba, además del inevitable
en décima, sobre las otras tres posibilidades
[43]
. Pero pueden
proporcionarse además numerosos ejemplos de versos sáficos, es decir,
con acentos en cuarta y octava, además del acento en décima
[44]
; y
algunos ejemplos de versos provenzales, sólo con acento en cuarta, además
del acento en décima
[45]
. No hay ejemplos, en cambio, de endecasílabos
anapésticos —con acentos en cuarta, séptima y décima— lo que no es
por cierto de extrañar si se tiene en cuenta que hace tiempo que han caído
en desuso.
Los yámbicos y sáficos, y aun los provenzales, se combinan en los sonetos de Herrera de manera libre y arbitraria, sin otra intención, a veces, que la de acelerar o retardar el verso, según las exigencias de su sentido, o aun de la intención musical del autor; ajustarse a un esquema rígido hubiera sido, sin duda, quitarle al endecasílabo la flexibilidad, que es la mayor de sus virtudes. [46]
La
misma importancia que el soneto de verso endecasílabo, o tal vez más,
tiene en la obra de Herrera el soneto de verso alejandrino.
Menos
usado en la poesía castellana, generalmente vinculado a una fórmula
francesa que sin embargo no es idéntica, el alejandrino, a diferencia
del endecasílabo, nacido en Italia, tiene su origen, y el origen de su
nombre, en el "Poema de Alexandre", primero que opta,
deliberadamente y en forma sistemática, por la cuaderna vía.
Sustancialmente,
entre el alejandrino de hoy —, más en concreto, el alejandrino de
Herrera— y el del cuarteto primitivo del que desciende, no hay grandes
diferencias: se trata de un verso de catorce sílabas, dividido en dos
hemistiquios de siete sílabas, con acento obligado en la penúltima de
cada hemistiquio, y en cada uno de los cuales se cumplen
independientemente las normas que regulan el efecto del acento final sobre
la extensión del verso; detalle este último que conviene retener para
evitar el desconcierto en que suelen sumir algunos primeros hemistiquios
que deben su aparente irregularidad a terminar en palabra esdrújula o
aguda.
Hay,
en cambio, diferencia, aunque no de necesidad, entre el cuarteto
alejandrino actual y la cuaderna vía: en ésta, en efecto, los cuatro
versos que la integran riman entre sí con rima consonante, lo que la
vuelve demasiado pesada
[47]
sobre todo porque la rima repetida se suma a
un verso inusualmente largo para el oído de hoy.
Con todo, la utilización sistemática del verso alejandrino en la composición de sonetos es, en castellano, casi una exclusividad de Herrera, tomada seguramente de algunos de los poetas franceses por entonces consultados, pero en definitiva más castellana todavía que el soneto endecasílabo, y en la que insistió casi tanto —y con más éxito— como en el soneto endecasílabo. [48]
Importa
señalar, todavía, que la fórmula métrica se ajusta, en Herrera, a la
temática para cuyo desarrollo se la usa: el soneto se vuelve más lento y
majestuoso, un poco más solemne, tanto tal vez como lo son los
pastores, las gentes sencillas, los paisajes abiertos o los pueblos
pequeños, protagonistas, unos y otros, de las series en las que se
utiliza la forma. Y esto no es casual, como podría creerse, porque
Herrera
intentó también el soneto alejandrino para su temática erótica, pero
desistió del camino, sin duda desengañado. En "Los maitines de la
noche", en efecto, puede leerse uno de los dos únicos alejandrinos
del tipo, "Las arañas del augurio", en el que la lentitud
formal conspira en realidad contra el efecto buscado. Lo mismo ocurre con
"Eres todo! . . .", último soneto de la segunda serie de
"Los parques abandonados", también de versos alejandrinos, y
también relativamente ineficaz o menos eficaz que los endecasílabos
anteriores.
Es
que Herrera tenía, en lo que tiene que ver con la forma, una singular
intuición para elegir la que mejor convenía, incluso en alguna hipótesis
—como en la de la décima— contra todo lo previsible.
Los
esquemas de rima utilizados en los sonetos alejandrinos —es decir, en
las dos series de "Los éxtasis de la montaña" y en
"Sonetos vascos"— son en realidad los mismos utilizados en los
sonetos endecasílabos.
En los cuartetos de la primera serie de "Los éxtasis de la montaña" se advierten, en efecto, las mismas tendencias y predominios: en veinte de ellos, sobre un total de cuarenta, se opta por la rima clásica y simétrica [49] ; en cuatro, por la rima clásica y cruzada [50] ; las combinaciones de serventesios apenas superan en uno la cuarta parte de las combinaciones de clásicos (siete contra veinticuatro), en cinco casos con rima simétrica, en dos con rima cruzada [51] ; hay, en fin, cuatro combinaciones de clásico y serventesio [52] y cinco de serventesio y clásico. [53]
En
los tercetos la situación es también similar. Hay un claro predominio de
los grupos con tres rimas sobre los grupos en los que sólo se utilizan
dos; y un predominio, también claro —en el caso, rigurosamente
coincidente con el anterior— de los grupos con pareado inicial sobre los
grupos sin pareado.
Así,
en nueve casos el grupo formado por los tercetos se caracteriza al mismo
tiempo por trabajar sobre dos rimas sin pareados: en tres de ellos
[54]
riman el primer verso con el tercero y el sexto y el segundo con el cuarto
y el quinto; en dos casos, el primero con el cuarto y el quinto y el
segundo
con el tercero y el sexto
[55]
; en un caso, el primero con el cuarto y el
sexto y el segundo con el tercero y el quinto
[56]
; en los tres casos
restantes riman el primero con el tercero y el quinto, y el segundo con
el cuarto y el sexto
[57]
. En los treinta y un sonetos restantes, en los
que los tercetos se manejan con tres rimas y pareado, el cuarteto que
sigue al pareado es en dieciséis casos clásico y en quince serventesio.
En
la segunda serie de "Los éxtasis de la montaña" —veinte
sonetos en total— predominan también los cuartetos clásicos y simétricos:
diez, es decir, como en la primera serie, la mitad
[58]
; en tres casos
son de rima clásica pero cruzada en la combinación
[59]
; las
combinaciones de serventesios son cuatro, en dos casos simétricas, en dos
cruzadas
[60]
; dos son las de clásico y serventesio y una la de
serventesio y clásico.
[61]
En
los tercetos sólo hay dos con dos rimas (que son, además, los que
carecen de pareado inicial)
[62]
; en diez de los restantes, al pareado
sigue un cuarteto clásico; en ocho, un cuarteto serventesio.
El
examen de la forma de "Sonetos vascos" muestra un panorama muy
similar al que resulta del examen de "Los éxtasis de la montaña":
en cinco casos (sobre nueve) los cuartetos son de rima clásica y simétrica
[63]
; en dos casos, de rima clásica y cruzada
[64]
; en un caso se
combinan serventesios con rima simétrica
[65]
; en el último, un
serventesio y un clásico
[66]
. En los tercetos, sólo en un caso la rima
es doble y sin pareado
[67]
; en uno de los ocho restantes
[68]
sigue al
pareado un cuarteto clásico; en los otros siete, un cuarteto serventesio.
Este
árido análisis permite —sin embargo— descubrir un claro parentesco
formal entre los tres grupos de sonetos alejandrinos, incluso en sus
detalles, paralelo al parentesco temático ya señalado. A su vez, la
reiteración de ciertas líneas básicas, tanto en los cuartetos
(predominio de los cuartetos con rima clásica y de las combinaciones simétricas)
como en los tercetos (predominio de las tres rimas y de la utilización de
pareado), permite señalar también ciertas preferencias formales más o
menos subconscientes o automáticas dentro de las preferencias formales
conscientes voluntarias insistentemente señaladas en el poeta (el
soneto, el verso endecasílabo en su caso, el verso alejandrino en las
tres colecciones ahora analizadas).
Más
sorprendente, sin duda, que el constante afecto de Herrera por el soneto
(endecasílabo o alejandrino, o aun octosílabo), una forma
relativamente rígida para un poeta modernista, lo es, sin embargo, el
que siente también por el liviano esquema de la décima, utilizada en
"Desolación absurda", de 1903
[69]
, y "Tertulia lunática",
de 1909.
Tal
vez haya sido Rubén Darío el primero en dejar constancia expresa de la
aparente incongruencia entre la forma y el tema de los poemas indicados:
"Para mayor sorpresa, el autor ha elegido como metro la décima, en
cuyas diez cuerdas jamás se tocó más peregrina sonata"
[70]
.
Desde entonces, la idea se ha repetido con insistencia y sin análisis
[71]
, y sobre todo sin ver que la única manera de trasmitir
eficazmente
el tema y el tono elegidos, densos y extraños —de comunicarlos, para
utilizar término más actual—, era precisamente elegir una forma ágil,
de fácil deslizamiento y agudo poder de penetración.
La décima, llamada también espinela en homenaje a su presunto inventor, el poeta andaluz Vicente Espinel, muerto en 1624, es una estrofa compuesta por diez versos octosílabos (y no menores ni mayores) y de rima consonante combinada de forma diversa [72] , aunque en su esquema clásico rimen primero con cuarto y quinto, segundo con tercero, sexto con séptimo y décimo, y octavo con noveno. [73]
No
parece problema demasiado importante el de determinar de dónde tomó
Herrera la estrofa —demasiado conocida, por otra parte, para tener que
descubrirla—, o en qué momento nació en él la idea de utilizarla.
Las recientes sugerencias apuntan hacia algunas décimas humorísticas de Acuña de Figueroa, más como posibilidad de impulso que como influencia [74] . No obstante, por la coincidencia en las irregularidades más que por la coincidencia en la estrofa, lo lógico es seguir pensando en los poemas "Guitarrilha" y "Serenata", del brasileño B. Lopes, incluidos en "Valde lirios", obra que le prestara Luiz Guimaraes, por entonces Secretario de la Legación de Brasil en el Uruguay. [75]
Es importante señalar, además, que Herrera concibió desde temprano la posibilidad de una "décima moderna", "nada sencilla" para utilizar sus propias palabras, inadecuada para la música que en el caso se le había propuesto, y, a contrario sensu, ideal para la exposición de los abstrusos temas de "Desolación absurda" y "Tertulia lunática": "He compuesto unas décimas imposibles —dice en carta a Pedro J. Saralegui [76] — porque me han resultado absurdas para el estilo de su música. Son unas décimas nada sencillas —de género moderno—. Yo no podría aunque quisiera hacer poesía sencilla, de esa preciosa sencillez poética que reclama el bellísimo estilo suyo". La verdad es que las dos décimas enviadas a Saralegui se acercan bastante a las de sus dos grandes poemas. [77]
La
décima utilizada por Herrera se ajusta casi sin variantes al esquema
convencional: diez versos octosílabos con cuatro rimas distribuidas la
primera en los versos uno, cuatro y cinco, la segunda en los versos dos y
tres, la tercera en los versos seis, siete y diez y la cuarta en los
versos ocho y nueve. La variante consiste en que los versos uno y cuatro
terminan en la misma palabra: o, si se prefiere, que la consonancia no
se extiende a partir del último acento, sino a partir de la primera letra
de la última palabra. Esta reiteración carga a la estrofa de un tono
ligeramente obsesivo, que balancea en parte la velocidad del verso octosílabo
sobre el
que trabaja. Es, sin
duda, una variante adecuada a las características de los dos poemas en
los que se la utiliza; y una confirmación adicional de la sagacidad de
Herrera en sus opciones formales.
Es justo señalar, sin embargo, que tampoco la variante es invención o descubrimiento suyo, sino tomada presumiblemente de la poesía del brasileño Lopes, ya editada en 1900, aunque no exactamente, pues la coincidencia de palabras finales, en Lopes, se extiende al verso séptimo de sus octavas. [78]
"Desolación absurda", el primero de los dos grandes poemas en que utiliza la estrofa, está integrado por catorce décimas que se ajustan al esquema indicado, pero cada una con rimas propias y desligadas de las rimas de las demás. "Tertulia lunática", por su parte, está integrada por cuarenta y tres décimas de idénticas características —pese a estar separadas en siete u ocho años— a las de "Desolación absurda". En las dos décimas enviadas a Saralegui, ya citadas [79] , hay algunas inconsecuencias menores: en una riman sexto, séptimo y noveno (en lugar de sexto, séptimo y décimo) y octavo y décimo (en lugar de octavo y noveno); en otra, aconsonantan seis versos entre sí, además, por supuesto, de la rima habitual. [80]
Las
dos estrofas a Saralegui, las catorce de "Desolación absurda",
las cuarenta y tres de "Tertulia lunática" —cincuenta y
nueve en total— son, en rigor, las únicas décimas que aparecen en la
obra de Herrera.
Por
el metro, sin embargo —y, a veces, por alguna otra característica—,
se acercan a ellas otras composiciones o series.
Es
lo que ocurre, ante todo, con "Cues alucinada", de la misma época
de "Desolación absurda" porque el largo verso de dieciséis sílabas
utilizado en ella no es otra cosa que un disfraz del octosílabo que lo
forma. Se trata, en efecto, de un total de ciento ochenta y ocho versos,
agrupados en veintidós estrofas de extensión diversa: dos de dos versos
(decimoctava y decimonovena), uno de cuatro (vigesimosegunda), cuatro de
seis (quinta, decimosegunda, vigésima, vigesimoprimera), cinco de ocho
(segunda, tercera, cuarta, decimosexta, decimoséptima), cinco de diez
(sexta, séptima, octava, décima, undécima), tres de doce (novena,
decimotercera, decimoquinta), una de catorce (primera), una de dieciséis
(decimocuarta). Dos de los ciento ochenta y ocho versos son de ocho sílabas
[81]
; los ciento ochenta y seis restantes de dieciséis, pero divididos
en dos hemistiquios de ocho por una censura central. Si se considera al
verso como de dieciséis sílabas, la rima —consonante siempre— se
da en pareados, con algunas pocas excepciones
[82]
; si se lo considera
como de ocho, se da en los pares, y de a pares, con las mismas
excepciones, en las que se distancian.
El
parentesco de "Giles alucinada" con las décimas, pues, es sólo
de métrica (el verso octosílabo) y de calidad de rima (consonantada),
pero se aparta de ellas tanto en lo que tiene que ver con la extensión de
las estrofas como en lo que tiene que ver con la distribución de la rima.
Con el romance —la otra forma próxima— se vincula solamente por el
verso, ya que no por el tipo ni por la distribución de la rima.
También
"La Vida" se vincula a las décimas por el verso empleado y la
calidad de la rima, y al romance solamente por aquél.
Se
trata de un extenso poema integrado por cuatrocientos setenta y seis
versos, uno de ellos de tres sílabas
[83]
y todos los demás de ocho,
agrupados en ochenta y siete estrofas de extensión diversa y distribución
arbitraria
[84]
, aunque con predominio de las estrofas de cuatro y cinco
versos y rima siempre consonante y con frecuencia aguda. El poema presenta
la particularidad infeliz formal de incluir notas al pie —veinticinco en
total—, del propio Herrera, en las que explica el sentido integral de
la alegoría y el de varias de sus partes constitutivas.
Dos
de las tres composiciones de "Divagaciones románticas"
trabajan también sobre la base del verso de ocho sílabas y la rima
consonante. "Poemas violetas" está formado, en efecto, por
catorce cuartetas, en general con rima clásica
[85]
. "Poema
violeta", a su vez, por cincuenta y ocho cuartetas, con predominio de
las de distribución de rimas serventesia (treinta y cuatro) sobre las
de distribución clásica (veinticuatro). Estas composiciones de
"Divagaciones románticas" tienen las mismas vinculaciones
formales con las décimas y el romance que las examinadas con
anterioridad; pero, además, una remota vinculación con los sonetos de
verso octosílabo ya examinados
[86]
, aunque su extensión los aleja de
lo tal vez más típico del soneto: lo que podría llamarse, con lenguaje
de otra disciplina, su plenitud hermética.
También
en "La muerte del pastor" el verso utilizado es el verso de ocho
sílabas; y también en ella la rima es consonante. Su forma requiere,
sin embargo, algunas precisiones adicionales.
Se
trata de una composición de doscientos cincuenta versos, doscientos
treinta y dos de los cuales son octosílabos. De los restantes, hay cinco
de cuatro (es decir, del quebrado exacto del octosílabo), uno de doce
(es decir, de un octosílabo más un quebrado), y doce de seis (es decir,
de quebrados exactos del octosílabo más su propio quebrado exacto), lo
que demuestra el rigor métrico al que se ajusta la composición, más
allá de irregularidades aparentes. Los exasílabos, por su parte,
requieren también alguna precisión adicional. Son, ante todo, iguales
entre sí
[87]
en once de los doce casos, por lo que bien puede decirse
que trabajan a la manera de estribillo —uno de los dos únicos que se
advierten en la poesía de Herrera—, aunque de distribución irregular
en el poema. Además: deben considerarse exasílabos, desde que en el
primer caso la admiración y la coma, y en el segundo la coma, obstan o
destruyen la sinalefa que de otra manera debería producirse.
Ninguna de las composiciones indicadas —"Giles alucinada", "La vida", "Poema violeta", "Poemas violetas", "La muerte del pastor"— asume, pues, una forma típica, aunque todas, en cambio, en función de la utilización exclusiva del verso de ocho sílabas, se sitúan entre la décima —utilizada en las dos estrofas a Saralegui, "Desolación absurda" y "Tertulia lunática"— y el romance, forma esta última a la que sólo se recurre en un poema: "El laurel rosa". [88]
"El
laurel rosa", en efecto, es un conjunto de doscientos veintidós
versos octosílabos, en el que riman todos los pares con una rima única y
asonante (en las vocales o y e); lo que se ajusta estrictamente' a la
definición tradicional de romance. Es claro que, por tratarse de un
romance artificioso o culto, no se registran en él dos de las características
típicas del romance tradicional: ni el frecuente desajuste en los
tiempos verbales, ni el sugestivo fragmentarismo final. Están, sin
embargo, de alguna manera sustituidos por el frecuente desplazamiento
del acento final logrado a través de la utilización de palabras esdrújulas,
y por el tono noble y solemne de la rima utiizada (oe), inusual pero
eficaz, y sobre todo ajustada al clima clásico y pausado que el poema
recrea. Ambos elementos contribuyen a balancear, además, la natural
velocidad del octosílabo, más marcada todavía en el romance que en
estrofas de extensión fija y limitada.
En
el resto de los poemas de madurez cuya forma queda aún por examinar
[89]
, Herrera intenta otras variantes; pero, a diferencia de lo que
ocurre con las formas examinadas (sonetos octosílabos, endecasílabos y
alejandrinos; décimas y formas octosilábicas afines), no insiste en
ellas.
Así, dentro de "Los maitines de la noche" (el grupo formalmente más diverso de toda la obra de Herrera), se trabaja en "Nivosa" la estrofa de cuatro versos en la mayor parte de los casos de dieciséis sílabas. El poema está formado, en efecto, por dieciséis cuartetos, once ajustados a una fórmula básica (versos de dieciséis sílabas en hemistiquios de ocho, separados por una cesura central, lo que también permite tomar a la estrofa como octavilla) y cinco irregulares [90] . La rima se arma sobre el esquema clásico en siete cuartetos, en otros siete se opta por el serventesio; en uno, se hace rimar primero con segundo y tercero con cuarto [91] ; en otro, en fin, rima segundo con cuarto y quedan libres primero y tercero. [92]
También
es de dieciséis sílabas el verso utilizado en "Rosada y
blanca", soneto que sigue en la colección a "Nivosa", y en
los cuatro cuartetos del inmediato "Esplín"; les son
aplicables, pues, las mismas consideraciones ya formuladas en cuanto a
la eventual división del verso en los medios versos respectivos, y, en
lo que tiene que ver con el soneto, en cuanto a lo inadecuado de la
extensión con relación a la característica fundamental de la
composición.
"Amor
blanco", en cambio, también componente de "Los maitines de la
noche", es una sucesión de cuartetos endecasílabos, siete clásicos
y tres serventesios (el cuarto, el séptimo y el octavo), sin
particularidades de interés.
"Las
plagas" —última composición que queda por examinar de "Los
maitines de la noche"—, se ajusta a una forma totalmente inusual
en la poesía de Herrera. Se trata, en efecto, de un conjunto de ocho
sextetos, que no son liras irregulares, sin embargo, ni estancias, ni
sextinas, porque no coinciden con ellas ni en el metro ni en la rima
[93]
, formados por cinco versos de dieciséis sílabas, y uno —el
quinto— de cinco, aunque con algunas excepciones
[94]
; la rima es
asonante y en los pares; los impares quedan libres. Las peculiaridades
formales, son, así, evidentes: se advierten en la estrofa misma, en la
combinación métrica, en la calidad de la rima, y aun en la utilización
del estribillo en el que en realidad se convierte el quinto verso.
También en "Ecos" —una colección del período de madurez, desde que los poemas que la integran fueron compuestos entre 1903 y 1906, pero de importancia menor— se advierte la diversidad formal que falta en las colecciones significativas. Así, "Pensamientos" está formado por dos sextinas de versos octosílabos con la singularidad de que el pareado encabeza la estrofa y la complementaria de que los cuatro versos siguientes se ajustan al esquema del cuarteto clásico [96] . "Tus ojos" está formado por dos cuartetos serventesios de versos octosílabos (o, mejor, y por ello, cuartetas). "Madrigal florido" combina un quinteto con un cuarteto, ambos sobre versos de ocho sílabas, con rima enlazada [97] . "La dulce herida" es una décima típica, incluso en su tono liviano, en la que a diferencia de lo que ocurre con las otras décimas de Herrera, el cuarto verso no repite la palabra final del primero. "La ilusión y el poeta" consta" de dos estrofas, una de nueve versos, otra de ocho, todos alejandrinos, y de rima consonante y de distribución arbitraria [98] . "Amor travieso" es el único caso de eneagésima en la obra de Herrera. "Historia de los celos" es, como "La dulce herida", una décima. "Amor épico", una estancia, en este caso de siete versos endecasílabos y dos rimas consonantes. [99] "Egoísmo" está formado por dos estrofas de ocho versos cada una —octavas, pues— en las que se combinan los poco usados versos decasílabos con su quebrado exacto en tercero y sexto términos; en las dos estrofas la distribución de la rima es la misma [100] . En "Suspiros", a cuatro cuartetas de rima clásica sigue un terceto, también de versos de ocho sílabas, en el que riman primero con tercero, y segundo con segundo y tercero del cuarteto anterior. En "Los celos", quinteto en el que se alternan tres octosílabos y dos de dieciséis sílabas, riman primero con segundo y cuarto y tercero con quinto. La estructura de "El piano" descansa también sobre una combinación de octosílabos y su doble (o versos de dieciséis sílabas y su quebrado), pero en dos estrofas, la primera de cuatro versos, todos de dieciséis sílabas, y la segunda de cinco, el segundo y tercero de ocho [101] . Tres octosílabos seguidos de cuatro de dieciséis, que combinan tres rimas consonantes [102] forman la única estrofa de "El sueño". "El viaje", en cambio, está formado por dos quintetos de versos de dieciséis sílabas y rima simétrica [103] . "Eternidad" es un cuarteto de esquema clásico y versos de deiciséis sílabas (aunque bastante defectuoso el primero). "Los ojos" son dieciocho versos octosílabos, que no constituyen romance (desde que la rima, ni en su tipo ni en su distribución, se acerca a la del romance), y que no pueden agruparse en estrofas menores (precisamente por los enlaces internos de las cinco rimas consonantes utilizadas [104] . "El beso", composición final de "Ecos", es un conjunto de treinta y ocho versos endecasílabos con solo dos rimas consonantes (en "eso" y en "ir"), normalmente alternadas, salvo cuatro juegos de pareados. [105]
El
primer poema de "Divagaciones románticas", titulado "La
soledad", es también de forma inusual en Herrera: se trata en
realidad de un conjunto de doce tercetos (seis de ellos formando tres
sextetos) y un quinteto de versos endecasílabos y rima consonante
variada; el quinteto no abre ni cierra el poema, como podría presumirse,
sino que sigue a los cinco tercetos iniciales.
En
su último poema —"Berceuse blanca"— Herrera retoma el
verso alejandrino, aunque no la forma del soneto en la que había solido
utilizarlo. Se trata, ahora, de una sucesión de cuarenta y cuatro
cuartetos, con rima consonante y en su mayoría ajustados al esquema de
los serventesios
[106]
. Es notoria, además, la cesura central que divide
a cada verso en dos de siete sílabas, obviamente con acento en sexta. Es
posible que la dedicatoria ("A tí, Julieta, a tí") constituya
"el primer hemistiquio del primer alejandrino de todo el poema;
alejandrino desde luego sugerido, no completado"
[107]
; aunque lo más
probable es que las siete sílabas de que consta no sean más que una
simple coincidencia no buscada por el autor. El ritmo, lento y majestuoso
impuesto por el alejandrino, se ajusta al tenia (de amor y muerte) y al
tono (melancólico) del poema. Algunas perceptibles imperfecciones formales
[108]
explican tal vez que Herrera haya desistido de incluirlo en el
primer tomo de sus obras completas, tal como había pensado en un primer
momento.
Notas:
[1]
El verso típico de la quintilla es el octosílabo; los de la lira, el
heptasílabo (primero, tercero y cuarto) y el endecasílabo (segundo y
quinto).
[2]
En "Miraje" riman los versos primero con tercero y cuarto y
segundo con quinto; en "Fosforescentes", primero con tercero y
quinto y segundo con cuarto.
[3]
Se trata de un antecedente formal de "Desolación absurda" y
"Tertulia lunática" que no ha sido tenido en cuenta.
[4]
Sobre esta variante irregular de la lira, véase Campillo, "Retórica
y poética", pág.
262.
[5]
Fue una de las pocas editadas en vida
del autor, en Montevideo, 1898.
[6]
Campillo, op. cit., pág. 264.
[7]
La circunstancia de que los versos primero, tercero, quinto y séptimo
queden libres confirma el parentesco formal del poema con
"Holocausto", en el que son libres los hemistiquios respectivos. [8] Véase pág. 150 y ss.
[9]
Así, Campillo, p.e., sólo concibe al de verso endecasílabo. Op.
cit., pág. 266.
[10]
Juan C. Sabat Pebat,
"El
verso castellano", Montevideo, 1924, pág.
101.
[11]
Cuartetos
clásicos en
"Julieta", “Rosa", “Ojos grises” y
"Ojos
negros".
Cuartetos
serventesios
en "Dolores". Cuartetos clásico y serventesio en "Ojos
verdes", "Ojos oro", “Ojos azules" y "Ojos de
oro". Rima cruzada entre ellos en "Julieta", "Ojos
azules" y "Ojos de oro". Tercetos con dos rimas alternadas
en "Ojos de oro" y "Ojos negros". Tercetos con tres
rimas y pareado en "Julieta", "Dolores", "Ojos
verdes", "Ojos grises" y "Ojos azules". Tercetos
con tres ritmas sin pareado en “Rosa”.
[12]
A-B-B-A, A-B-B-A.
[13]
La filiación simbolista del soneto se advierte, además, en la
importancia que se asigna a los colores: la "U", incluso, que
aquí define a la llave, en la teoría de Rimbaud es precisamente verde
como el Solo con el que el título se abre
[14]
El término "andante" indica movimiento, aire o tiempo, es
decir, el grado de presteza o lentitud que se da al período; los otros,
en cambio, aluden a matices en la intensidad del sonido.
[15]
Véase nota 287.
[16]
Vale para el caso el comentario de Campillo (Op. cit., pág. 266) para un
soneto de Bartolomé de Argensola.
[17]
"El banco del suplicio", "La estrella del destino",
"El camino de las lágrimas", "La sombra dolorosa",
"Luna de miel”», "La reconciliación", "Decoración
heráldica", "La violeta", "La novicia",
"El suspiro", "La última carta", "Rendición",
"Anima clemens", "La fuga".
[18]
"La violeta" y "Color de sueño".
[19]
"Consagración", "El enojo", "El sauce" y
"Expiación".
[20]
Serventesio el primero, clásico el segundo en "La gota amarga"
y "Amor sádico"; clásico el primero y serventesio el segundo
en "Sepelio".
[21]
"La sombra dolorosa" "Amor sádico" y "Color de
sueño".
[22]
"El sauce".
[23]
"La ausencia meditativa" y "El rubí de Margarita".
[24]
"Eres todo;
..."
[25]
"Resurrección", "Crepúsculo espirita", "La
despedida", "El crepúsculo del martirio", "La alcoba
de la agonía", "Idilio espectral", "El suicidio de
las almas", "El rosario", "Disfraz sentimental",
"El juramento", "Quand l'amour meurt",
"Elocuencia suprema", "Determinismo ideal", "La
liga", "La viuda", "Belén de amor",
"Momento poético", "El jardín de Platón", "El
abrazo pitagórico", "Óleo brillante", "Bromuro romántico".
[26]
A-B-B-A, B-A-A-B, en "Ex - voto", "Nocturno", "El
drama del silencio", "Almas pálidas", "Flor de ángel",
"Primavera".
[27]
A-B-A-B, A-B-A-B, en "Repercusión aciaga", "Nirvana
crepuscular".
[28]
A-B-A-B, B-A-B-A, en "Muerte blanca", "La golondrina".
[29]
A-B-B-A, A-B-A-B, en "Holocausto", "La culpa",
"El poema del amor", "Fiat lux", "La confesión",
"El juego", "Transpiración de virgen".
[30]
A - B - A - B, A - B - B - A, en "El gato", "Panteísmo”,
"El beso", "La intrusa", "El galardón".
[31]
"El
rosario",
"Repercusión
aciaga",
"Primavera".
[32]
"Ex - voto",
"Almas
pálidas".
[33]
"El drama del silencio".
[34]
"Nirvana crepuscular", "Bromuro
romántico".
[35]
Los ocho en los que se utilizan dos rimas y además "El crepúsculo
del martirio", "El suicidio de las almas" y "La
intrusa".
[36]
J. Pereira Rodríguez, "Sobre las relaciones de amistad entre Julio
Herrera y Reissig y Horacio Quiroga", en Revista Nacional, enero -
marzo 1959, Nº 199, pág. 104 y sigs.
[37]
Citado por M. Olivieri, op. cit., pág. 82.
[38]
"Fecundidad", "Génesis", "El arpa y Dina",
"Transfiguración macabra".
[39]
"Heliofina", en el que el pareado rima con el quinto, y los
versos tercero, cuarto y sexto entre sí.
[40]
"Epitalamio ancestral", "Misa Bárbara", "Emblema
afrodisíaco", "Unción islamita", "Oblación
abracadraba", "Oleo indos-tánico".
[41]
"Renunciación simbólica" y "Liturgia erótica"
respectivamente.
[42]
"Epitalamio ancestral" (C-D-D, C-D-C) y "Oblación
abracadabra". (C-D-C, D-C-D).
[43]
Por ejemplo, los versos de los cuartetos de "Fecundidad", en
Sonetos de Asia".
[44]
Por ejemplo, los versos dos, tres y cinco de los tercetos de
"Fecundidad".
[45]
Por ejemplo, el
cuarto
verso del
primer
cuarteto de "Idealidad exótica"
de "Sonetos de Asia".
[46]
Conf. Campillo, cp. cit, pág. 253.
[47]
Juan C. Sabat Pebet, op. cit., pág.
19.
[48]
Pueden contarse setenta y un sonetos alejandrinos en total (uno en
"Los maitines de la noche", uno en la segunda serie de
"Los parques abandonados", cuarenta en la primera serie de
"Los éxtasis de la montaña", veinte en la segunda y nueve en
"Sonetos vascos") contra noventa y nueve endecasílabos (nueve
en "Los maitines de la noche", seis en "La sortija
encantada"; veintidós en la primera serie de "Los parques
abandonados", cuarenta y tres en la segunda, once en "Sonetos
de Asia" y ocho en "Las clepsidras").
[49]
"La siesta", "El alba", "La huerta",
"Claroscuro", "La iglesia", "La llavera",
"El consejo", "La noche", "Las horas graves",
"Las madres", "Los carros", "La dicha",
"El secreto", "El domingo", "Panteo",
"La zampona", "La escuela", "Galantería ingenua",
"El baño", "La cátedra".
[50]
"El cura»', "El ángelus", "La flauta",
"El labrador".
[51]
Con
rima simétrica: "El almuerzo", "La velada",
"Buen día", "La misa cándida", "El
monasterio". Con rima cruzada: "El despertar", "El
guardabosque".
[52]
"Los perros", "La granja", "Éxtasis",
"Iluminación campesina".
[53]
"El regreso", "La vuelta de los campos",
"Idilio", "Ebriedad", "Otoño".
[54]
"El
despertar",
"Los carros", "El secreto".
[55]
"El regreso",
"Idilio".
[56]
"La velada".
[57]
"Las horas graves", "La dicha", "El baño".
[58]
"Claroscuro", "La procesión", "El burgo",
"El genio de los campos", "El espejo", "La casa
de la montaña", "Canícula", "El umbral de la
vida", "El ama", "Meridiano durmiente".
[59]
"La vendimia", "Invierno", "Bostezo de
luz". [60] "La casa de Dios", "La cena", "El entierro", "La siega".
[61]
"El teatro de los humildes", "Dominus vobiscum",
"Exhalación suprema".
[62]
"El teatro de los humildes", "Claroscuro".
[63]
"Determinismo plácido", "Tarascón", "El
caudillo" "El granjero", "Viscaya".
[64]
"El mayoral", "La trilla".
[65]
"El jefe negro".
[66]
"El postillón".
[67]
"Viscaya".
[68]
"Tarascón".
[69]
De esta fecha es la versión definitiva; la versión inicial puede
fecharse entre 1901 y 1902, lo que da mejor idea de lo temprano que
aparece la décima en su obra.
[70]
En "Antología lírica de Julio Herrera y Reissig", cit, pág.
158.
[71]
Diego Pérez Pintos, en "Homenaje a Julio Herrera y Reissig" cit.,
pág. 123.
[72]
Adolfo Zaragoza, "La composición poética" Buenos Aires,
1948, pág. 27.
[73]
Campillo, op. cit., pág. 263.
[74]
J. C. Sabat Pebet, "Las décimas de Herrera y Reissig", en
Suplemento Extraordinario de "El País", sin fecha, pero de 18
de junio de 1975, pág. 31.
[75]
Bula Píriz, op. cit, pág. 56.
[76]
J. C. Sabat Pebet, "Las décimas de Herrera y Reissig", cit.
[77]
Dice la segunda: "Mujer hermosa y sagrada / de semblante
alabastrino, / soy el pálido Aladino / de tu lámpara sagrada. / Ábreme
con tu mirada / la tienda de la esperanza / que en la negra lontananza /
de tus ojos perplejos / yo veré lejos, muy lejos. .. / hasta donde Dios
no alcanza!".
[78]
A título de ejemplo, tomado de Bula Píriz, op. cit., página 56:
"Dorido olhar de mundana, / raio estelar do Pecado. / Ah, meus
desejos engaña, / dorido olhar de mundana! / Penetra na treva insana /em
que eu me sinto fechado, / dorido olhar de mundana, / raio estelar do
Pecado!".
[79]
V.
pág. 108.
[80]
J. C. Sabat Pebet, "Las décimas de Herrera y Reissig",
cit.
[81]
Versos cuarto y octavo de la estrofa decimocuarta.
[82]
En la estrofa octava riman séptimo con noveno y octavo con décimo; en
la decimocuarta, tercero con quinto, cuarto con séptimo y sexto con
octavo; en la decimosexta, quinto con séptimo y sexto con octavo; en la
vigesimosegunda, primero con tercero y segundo con cuarto.
[83]
El quinto verso de la cuadragesimoséptima estrofa.
[84]
Hay estrofas de cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, diez, once, doce,
catorce y dieciocho versos.
[85]
Serventesias sólo tres: la cuarta, la octava y la decimo-segunda; la
curiosa periodicidad debe considerarse, sin embargo, más probablemente
casual que deliberada.
[86]
Véase pág. 94 y ss.
[87]
"¡Armando!, ¡Armando!", en las estrofas cuarta, sexta, séptima,
novena, decimosegunda, decimoquinta, decimoséptima, decimonovena,
vigesimoprimera, vigesimosegunda y vigesimonovena; "¡Es cierto, es
cierto!" en la cuarta.
[88]
Primer poema de "Los peregrinos de piedra", primer tomo de las
"Obras completas" ordenado por el propio Herrera.
[89]
Parte de "Los maitines de la noche", "Ecos", primer
poema de "Divagaciones románticas", "Berceuse
blanca".
[90]
Estrofas novena (octosílabos los versos primero y segundo), décima
(octosílabo el primero), undécima (octosílabo el segundo),
decimosegunda (octosílabos el primero y el segundo) y decimoquinta (los
cuatro octosílabos).
[91]
Estrofa décima.
[92]
Estrofa decimosexta.
[93]
V.
Campillo,
op. cit, pág. 261 y ss.
[94]
El verso segundo de la estrofa primera es tetrasílabo; el verso segundo
de la estrofa séptima es octosílabo.
[95]
Ver nota 362 y texto por ella anotado.
[96]
En la sextina convencional el pareado remata la estrofa, y la rima de
los cuatro versos anteriores es la del cuarteto serventesio (conf.
Zaragoza, op. cit., pág. 24).
[97]
Riman primero con segundo y quinto y tercero del cuarteto; tercero con
primero del cuarteto; cuarto con segundo y cuarto del cuarteto.
[98]
En la primera: primero con quinto y octavo: segundo con tercero y sexto;
cuarto con séptimo y noveno. En la segunda: primero con tercero, cuarto,
sexto y octavo; segundo con quinto y séptimo.
[99]
Primero con tercero, quinto y sexto; segundo con cuarto y séptimo.
[100]
Primero con tercero y cuarto; segundo con sexto y séptimo; quinto con
octavo. [101] En la primera estrofa riman primero y tercero y segundo y cuarto; en la segunda, primero y cuarto; y segundo, tercero y quinto.
[102]
Primero con tercero y sexto, segundo con cuarto, quinto con séptimo.
[103]
Primero con tercero y quinto, segunde, con cuarto.
[104]
Primero con cuarto y quinto y segundo con tercero (en lo que parece la
primera mitad de una décima); sexto con séptimo, décimo, decimosegundo,
decimotercero y decimosexto; octavo con decimoquinto y decimoctavo; noveno
con undécimo, decimocuarto y decimoséptimo.
[105]
Vigesimosegundo y vigesimotercero; vigesimocuarto y vigesimoquinto;
vigesimosexto y vigesimoséptimo; trigesimosegundo y trigesimotercero.
[106]
Treinta y cinco: los nueve restantes se ajustan al esquema clásico.
[107]
Celia Mieres, "Comentario a Berceuse", en Suplemento
Extraordinario de "El País", sin fecha pero de 26/VI/975, pág.
47. [108] Solo a título de ejemplo: la forzada sinéresis del segundo verso del cuarto cuarteto, o la sinalefa dura del primer verso del noveno cuarteto. |
Raúl
Blengio Brito
Herrera y Reissig: del modernismo a la vanguardia
Universidad de la República
División Publicaciones y Ediciones
Montevideo – Año 1978
Autorizado
por la Flia. del autor
Digitalizado por Carlos Echinope Arce - editor de Letras-Uruguay
No se autoriza la reproducción por ningún medio
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