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Anne Brontë en español: |
Aquélla
violencia doméstica |
Al
fin ha aparecido en librerías de Montevideo una traducción al español
de la pieza que faltaba del puzzle Brontë. Se trata de la obra emblemática
de Anne Brontë –la menor de las tres escritoras hermanas-
una larga y rigurosa novela titulada La inquilina de Wildfell
Hall, publicada en 1848. En
los últimos años la revalorización de la narrativa de las escritoras
del siglo XIX, ha permitido que las mesas de
las librerías se llenen de reediciones y traducciones de Jane
Austen, así como también de
ejemplares de las novelas de las famosas hermanas de Anne -Charlotte y
Emily-. Por otra parte, prácticamente cada diez años, Jane Eyre o
Cumbres Borrascosas son llevadas nuevamente al cine. El
hecho de que Anne Brontë, la más pequeña y menos conocida del genial trío,
haya debido esperar para transitar por el camino de las reediciones,
quedando tal vez a la sombra de sus arrolladoras hermanas, no invalida la
lectura de esta asombrosa novela (con excelente traducción), que expone
con minucia la cotidianeidad de un matrimonio regido por la violencia. Se
ha dicho en alguna oportunidad que, mientras
Charlotte y Emily Brontë son referentes de la narrativa del siglo
XIX, la obra de Anne
Brontë pertenece en cambio ya al siglo XX. No hay en La inquilina de
Wildfell Hall ese viento romántico que hace inolvidables a Jane
Eyre y en Cumbres Borrascosas. No queda nada de la
tendencia gótica de sus hermanas, de
esas historias abismales que transcurren en
caserones donde los amores imposibles merodean sus fantasmas. Historia
familiar La
novela fundamental de Anne Brontë versa sobre una mujer sola, con un niño
pequeño, que llega a vivir a una mansión ruinosa en un aislamiento
total. Esa mujer vive del trabajo de sus manos: es pintora y vende sus
cuadros. Con ello subsiste sin apoyo de nada ni nadie. Un vecino, un joven
laborioso agricultor se enamora de ella. Pronto las habladurías comienzan
a correr. En realidad, esa mujer no es viuda... sino que ha abandonado a
un marido. Ni siquiera es divorciada. Ha huído con su niño, en un
contexto histórico donde las mujeres estaban totalmente despojadas de
derechos: los maridos podían disponer de todo. Del dinero de su mujer, de
su dignidad y, por supuesto, de los hijos. Esa
mujer misteriosa con nombre falso ha llevado un diario , ha escrito
durante años páginas y páginas que explican cómo es que ha llegado allí.
Los ojos ávidos del joven agricultor, y por supuesto del lector de la
novela, desean develar el misterio. Entonces la novela (un relato dentro
de otro relato), comienza a ser un largo registro del horror del
matrimonio entre dos seres humanos que en un principio se aman y que, sin
embargo, día a día se
deslizan por la pendiente del victimario y la víctima. El
hombre con quien Helen se ha casado es un muchacho de alto rango,
brillante y burlón: la vida disipada de niño rico que ha llevado en
Londres, hasta el momento del casamiento, le es advertida a la novia, que
sólo tiene dieciocho años. Huntingdon , el novio, bebe alcohol con una
adicción poderosa – en algún momento se menciona que consume también
láudano , es decir, opio-, y tiene un clan de amigos varones que
retroalimentan su necesidad de consumir alcohol, jugar por dinero, y por
supuesto, vivir una sexualidad promiscua. No
es la mejor manera de comenzar un matrimonio, pero como tantas mujeres que
se vinculan en estas relaciones de humillación, fantasea con que ella lo
cambiará, que el amor que los une vencerá a la poderosa fuerza destructiva que impera en el pecho de
Arthur Huntingdon: en una palabra, Helen se siente un ángel que va a
rescatar a su amado perdido de las llamas del infierno. Educado pero violentoPero
lo que es magistral en la novela de Anne Brontë es la descripción del día
a día en el cual el vínculo entre marido y mujer se va deteriorando.
Aunque nunca hay golpes de puño -lo cual resultaría en el relato
perfectamente verosímil- Huntingdon
es un maltratador
verbal y psicológico cuya agresión compite con cualquier paliza. Estos
nobles ingleses, con casas y jardines refinados y bibliotecas repletas de
libros, con criados que los atienden para los menores detalles, que se
adecuan a las normas de la cortesía con una formalidad extrema, viven un
infierno marital donde pronto cunde el odio. Helen debe vivir
humillaciones sin límite en la dolorosa situación de tener que guardar
las apariencias. Un
detalle relevante en la vida de este ocioso grupo social es que los amigos
se visitan y pasan temporadas en las casas de unos y otros. Los hombres
(verdaderos holgazanes) se dedican a la caza en sus frondosos bosques.
Huntingdon (cuyo nombre viene de to hunt, en inglés, cazar), ha
conseguido una verdadera presa a quien desangrar : su propia esposa.
Ninguno trabaja, ninguno produce, el alcohol, la promiscuidad, la ludopatía
de esos hombres a quienes todo les es permitido, tal vez venga a llenar
ese profundo vacío. Decir bastaLo
verdaderamente moderno de esta novela no es sólo la descripción de esa
tortura que es el matrimonio en donde hay violencia, sino la capacidad de
Helen, la mujer, de liberarse de ella, en un contexto social y legal en
donde al marido todo le estaba permitido. Helen escapa con su hijo, cambia
su nombre, se va a vivir a un caserón ruinoso, vive de su trabajo y hasta
se enamora de otro hombre (aunque Anne Brontë, una escritora de la
Inglaterra victoriana, no le permite acostarse con él). El libro tiene una formidable vuelta de tuerca: el lector siente el terror de que Helen vuelva con su marido. En efecto, a lo largo de la historia, ha habido muchas escenas de “arrepentimiento”, perdón y reconciliación, como tantas veces se produce en casos de violencia doméstica. Pero en verdad Helen no se va a meter en el lecho del maltratador, sino del moribundo. La fuerza de esta mujer que ha logrado romper un vínculo de este tipo le permite asistir a su ex marido cuando éste está a merced del delirium tremens y la gangrena. Y,
por supuesto, no vuelve a amarlo jamás. Anne Brontë se muestra en esto
inflexible. Mientras que Charlotte Brontë en el final de Jane Eyre
dejaba al héroe caído recuperado por el amor y la bondad de la mujer, y
Emily Brontë mostraba al fantasma de Heathcliff deambulando con el
fantasma de su amada Catherine por el páramo, (totalmente libres de las
normas sociales y del concepto del bien y el mal), la hermana menor de las
Brontë busca una solución en un mundo real y posible. El marido/demonio
es irrecuperable. Las mujeres no son ángeles sino seres humanos. Una
mujer puede estar sola y sentir bienestar , sin necesidad de un fantasma
romántico abrazándola por la cintura. Y de paso, la escritora se permite
el lujo de un final feliz: Helen hereda la fortuna del marido maldito y se
casa con el agricultor, un hombre mucho más pobre pero inteligente y
trabajador, en el extremo opuesto. La vida no es una maldición, hay lugar
para el cambio. La joven escritoraLa
inquilina de Wildfell Hall
fue escrita cuando Anne Brontë tenía veintipocos años. Era su segunda
novela. Anteriormente había escrito Agnes Grey, que se publicó en
1847 conjuntamente con Cumbres borrascosas, de Emily, bajo los seudónimos
ambiguos de Acton y Ellis Bell. Agnes Grey es profundamente
autobiográfica, pues relata el horror de la vida de las institutrices en
casas de aristócratas, como vivió en carne propia Anne Brontë. Por su
parte, La inquilina de Wildfell Hall utiliza
también abundante material de la vida real, pero tomado de la
tragedia de Branwell, el
hermano varón de las escritoras, que se sumió en una vorágine de
alcohol y drogas, entre otras cosas frustrado por el fracaso de su vocación
literaria. Anne
nació en 1820 y no conoció a su madre. Siendo un bebé fue protegida por
su tía, que la trató como si fuera su propia hija. La proverbial
orfandad de los Brontë no tuvo en ella el típico ejemplo. Asmática, de
pelo rizado, piel blanquísima y ojos azules, parecía tímida y apocada
pero tenía un profundo tesón y no se dejaba dominar. Cuando
niña hizo “yunta” con Emily -mientras que Charlotte lo hacía con
Branwell- y de ella salió la idea de hacer aquellos diminutos libritos
con letra microscópica que imitaban las publicaciones de la época y que
hoy hacen las delicias de los visitantes al museo-casa de las Brontë, en
Yorkshire. De
las hermanas, fue la que más años soportó trabajando como institutriz:
dos años con una familia atroz, disfuncional –los Ingham- y cuatro con
los Robinson, frívolos y disolutos. Trabajando con ellos fue que recomendó
a Branwell como tutor, quien se liaría con la Sra. Robinson , diecisiete
años mayor. La
inquilina de Wildfell Hall fue un éxito editorial sólo comparable a Jane
Eyre, de Charlotte Brontë. Sin embargo, pese a las ventas, los críticos
la condenaron duramente por mostrar con tal realismo y lujo de detalles la
corrupción de un hombre. Anne
Brontë murió a los 29 años de tuberculosis, en Scarborough, adonde había
pedido a su hermana Charlotte y a su amiga Ellen que la llevasen para ver
por última vez el mar. La inquilina de Wildfell Hall, de Anne Brontë, traducción de Waldo Leirós, DeBolsillo, Alba Editorial, 2003, 567 páginas. |
Andrea Blanqué
El País Cultural
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