Pedro habló de la dichosa línea
que separa la fealdad de la hermosura
Lucas contó la historia
de la muchacha que quebró el ánfora
cansada de llevar el cántaro a la fuente
y con el rostro consumido
se bañó en el agua de aquel río.
Santiago habló de la divina proporción
que viene a ser la relación
entre cabeza y torso,
entre piernas y brazos:
las nubes en el cielo,
la madona y el niño,
el labrador de pie
sobre la tierra.
Marcos se refirió
a la caída de la rama
cargada de frutos.
Un maestro de la Grecia antigua
supo que la muchacha
no se bañó dos veces
en el mismo río.
Cómo buscar el número de oro:
en la lengua que lame las heridas,
en el timbre de la voz que canta,
en los ritmos del baile,
en el golpe de la espuma
que el hueco de la mano empapa?
Al final Juan
pronunció estas palabras:
vamos a sonreír
y también a llorar:
vamos a descubrir la flor
escarbando la tierra.
Las estatuas decorarán por siempre
las avenidas que llegan
o no llegan:
Bella es la luna y el poniente.
Hermosa es la bondad
que vive y muere.
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