El hombre ascendió al ómnibus con visible dificultad.
Pálido pero sonriente, se tomó un respiro al llegar al pasillo antes de continuar, mientras su niño preguntaba:
-¿Te sentís bien, papá?.
Él asintió, y después, mientras pagaba los pasajes, comentó espontáneamente al guarda:
-Estoy recién operado, ¿sabe?. Me abrieron todo.
Era un hombre cuarentón. Miró sonriente a su niño y agregó:
-Es el menor de cinco hijos. Es muy bueno.
Y le acarició la cabeza con una mano.
-Son todos muy buenos. Mi señora también.
Cuando se movió en busca de asiento, bruscas tensiones faciales evidenciaron el dolor que lo atenaceaba, pero él sonreía, pese a todo.
Volvió a mirar al guarda, al pasar, y en los ojos tenía una alegría incontenible.
-¿Sabe?- dijo-: no es cáncer. |