La creación
Hugo Bervejillo

De repente se hizo un silencio repentino.

Todos quedaron como hipnotizados, inmóviles, y se adivinaba que los cerebros estaban funcionando a pleno, tratando de adaptarse a la nueva situación. Muy pocos tuvieron la reacción de removerse inquietos en sus butacas, y otros- menos, todavía-, se pusieron a llorar, presas de desesperación.

Pero todos seguían mirando al hombre que ocupaba el lugar central en la mesa que estaba frente a ellos.

Los hombres que integraban la mesa también miraban hacia adelante, también serios y mudos, y hasta los hombres que manejaban las cámaras de tevé en circuito interno, habían quedado momentáneamente paralizados, porque estaban impresionados de lo poco que acababan de entender.

Solamente el humo de algún cigarrillo olvidado en la última zona de butacas, la única donde se permitía fumar, ascendía, azul y perezosamente, y era lo único que tenía movimiento en toda la sala.

Cuando ya todo aquello era intolerable, una voz femenina- posiblemente se tratara de una médica australiana o tal vez fuera la alemana, pero definitivamente eran apenas once mujeres en más de un centenar de sabios de todas las nacionalidades del Mundo Civilizado- sonó, quebrada todavía por la duda, queriendo resistir la convicción de lo que acababa de oir-:

-Pero, entonces. Bueno: quiero decir: no es que dude de, pero, lo que: no sé si me: vamos: ¿es definitivo ?

Y volvió por otro montón de segundos el silencio plomizo.

Después, el hombre que ocupaba el lugar central en la mesa que estaba frente a todos los Sabios, volvió a hablar:

-No queda duda. Ya no es posible dudar . Es definitivo. La aparición de vida en nuestro planeta se debe a un accidente: polvo cósmico radiactivo que entró en la atmósfera- tal vez la cola de un meteorito, tal vez los restos periféricos del mismo meteorito, si es que la atmósfera, al oponerle resistencia por su mayor densidad, operó como un abrasivo-, cayó sobre la superficie del planeta y la consecuencia fue una cadena de reacciones que determinaron la primera chispa en algún lugar, tal vez ni en la tierra ni en el agua- seguramente no en el aire- sino en un lugar húmedo, al calor del sol.

La primera célula.

Está totalmente descartado que haya sido un dios porque no había entonces hombre alguno capaz de inventarlo.

(En este momento el silencio de toda la sala fue interrumpido por un mensajero de Correo del Vaticano que traía el sobre conteniendo la Excomunión; atrás llegaba un joven con un telegrama- a pagar- de Expreso Macabeo, otro de Mormones On Line, el fax de TestiJehová.com, un mahometano con el decreto de la fatwa colgando de su Kalashnikov, y después el resto de las corrientes religiosas, pero fueron contenidos en la puerta misma por un cuerpo de gurkas de la Marina norteamericana).

-Tampoco una inteligencia extraterrestre, porque se habría tratado únicamente de un acto involuntario.

No es posible creer que alguien inteligente haya sembrado un sistema de vida de proyección tan compleja y lenta, que su máxima expresión- o lo que nosotros creemos que es- haya demorado tres millones de años en realizarse, ni que la raza humana fuera lo mejor que ellos pudieran hacer, ni que se hayan tomado tanto tiempo para hacer un experimento, si fuera el caso.

Y si querían destruir absolutamente este planeta, evidentemente no tenían mayor urgencia, o carecían de otro método más eficaz.

Definitivamente, señores, lo repito: devenimos de un simple accidente.

No hay destinos manifiestos, no somos obra consciente o inteligente de nadie, nadie nos eligió para nada.

Somos animales mejorados, con capacidad de discernimiento como para hacer tecnológicamente más letal al animal cazador de la jungla que llevamos como atavismo inextirpable.

Somos una casualidad química.

Somos como estamos por la simple decantación y adaptación al ambiente de la multiplicidad de formas que se fue produciendo a partir del primer organismo unicelular, y nada ni nadie, exceptuando una porción de población de nosotros mismos, nos puede impedir convertir este planeta -sobre el cual nos desarrollamos- otra vez en polvo cósmico suelto en el espacio.

Tenemos la capacidad de destruir todo mil veces, pero con una sola basta para ahorrarnos todas las demás: somos la quintaesencia del derroche.

Pero somos como somos por una casualidad

Ahora bien: nada de esto puede salir a la luz pública, o difundirse o propagandearse. Piénsenlo bien, detenidamente.

Sería terrible.

Todos los aquí presentes deberán juramentarse a no divulgarlo jamás, bajo pena de muerte

Las consecuencias harían estallar la propia naturaleza humana: antes que la población mundial tomara conciencia de su propia originalidad y la desarrollara y la dignificara y la disfrutara, los altos industriales y los militares no encontrarían, entonces, razón alguna para no bestializarse del todo, ya que no habría ninguna forma que guardar y ningún principio que respetar; las normas y reglas no tendrían significado, no habría ninguna contención, ni otra cosa más que satisfacer los deseos primarios, no existiría nada sagrado que salvaguardar, los poetas no tendrían razón para soñar y crear, no habría ninguna esperanza que buscar ni perseguir- porque el Hombre no sabría qué hacer sin su vanidad-, y entonces la vida humana no tendría razón de ser.

Y si en algo coinciden todos los dioses, es en que se debe amar a los semejantes.

( Afuera, todas las corrientes religiosas reunidas se disparaban entre sí con los más recientes adelantos tecnológicos para sembrar la muerte a granel, propendiendo a no dejar a los contrarios ni la esperanza de la descendencia; se ordenaban enviar en todas direcciones los misiles finales con quíntuple ojiva nuclear, sin dejar de orar fervorosamente, mientras los gurkas encargados del orden, apoyados por la aviación y la Marina y la información satelital, tiraban indiscriminadamente a todos los demás con armamento más adelantado, todavía.

La nube letal, radiactiva, impulsada por el viento y la presión de las nuevas explosiones, iba cubriendo, lentamente, la luz del sol).

No olvidemos eso, señores- finalizó-.

Hugo Bervejillo
De "Un caballo en la ventana"

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