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Asunción de ti poema de Mario Benedetti |
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I sola en el aire, oculta,
pronta tu mirada.
Quién hubiera creído esa terrible ocasión de nacer, puesta al alcance de mi espesa amargura, es decir, más allá del azar pero siempre alcanzable, y que tú y yo iríamos, despojados de todo bien, de todo mal de todo, a aherrojarnos en el mismo silencio, a inclinarnos sobre la misma fuente
para temernos temblando desde el agua, descubriendo, pretendiendo alcanzar quién eras tú detrás de esa cortina, quién era yo detrás de mí.
siempre temo y espero, y acabe por nombrarnos en un signo, por sitiarnos en alguna estación, por dejarnos allí, como dos gritos de asombro.
Pero nunca será. Tú no eres ésa, yo no soy ése, ésos, los que fuimos
antes de ser nosotros.
suenas un poco a mí. soy un poco de ti.
No demasiado, solamente un toque, como un pequeño rasgo familiar, pero que fuerce a todos a abarcarnos a ti y a mí cuando nos piensen solos.
II
Recoge el horizonte su lomo de azafrán y el espíritu se hinca en el prado toda vez que encendemos un arco de palomas o se escucha el delirio del mar a través de los años horizontales de los pinos. ¿Para cuándo reservas la ternura?
Hemos llegado al crepúsculo neutro donde el día y la noche confunden su desvelo y los gritos penúltimos del sol dan un penacho rubio a los eucaliptos.
a dejarme los ojos vacíos de ciudad. en el tiempo de pequeñas desesperaciones que acaso sólo aguarda el impulso de Dios para estirarnos el muro del insomnio.
el sol que se desprende de sus nubes de llanto, tu rostro que se interna noche adentro hasta sólo ser voz y rumor de sonrisa.
III tú que dices el clima que te alcanzan las aves, nombras la dirección en que se arroja el viento y amas la escala verde del mar bajo tus párpados, vienes a comenzar otra vez tu presencia de última espiga aquí en el horizonte.
sin herirla y rozando con tus pies ya desnudos la reposada sombra de tu alma atardeciendo. Porque a pesar de todos los silencios gastados desde tu llana orilla de pudor a la mía, habrá siempre una vuelta de nuestro beso pródigo.
y en la margen inmóvil frente a frente; quedemos viéndonos a través del esmeril de otoño, acaso no pensemos cómo hubiéramos sido tú sin mi corazón rodeándote de alondras,
yo sin tu tallo débil volándome canciones. IV
cuando ames. como eras.
venir a reclamarte
como eras. sola, en su azar
quemando
cuando quieras. Esta noche, otra noche tú estarás, y volverá a gemir el tiempo giratorio
y los labios dirán:
Ahora puedes venir a reclamarte, penetrar en tus sábanas de alegre angustia, reconocer tu tibio corazón sin excusas, mi mirada sin ángeles, los cuadros persuadidos, saberte aquí.
y el momento de la espuma y el sol que aquí permanecieron.
Habrá para aprender otra piedad y el momento del sueño y del amor que aquí permanecieron.
tú estarás, lejos ya de la ausencia que no nos pertenece.
pero no sé hasta dónde está intacto sin ti, sin que tú le prometas horizontes de niebla, sin que tú le fatigues su ventana de arena.
Debes venir a reclamarte como eras.
aunque contigo traigas dolor y otros milagros.
de tu cielo hacia mí.
V Oh césped, ella tiene el paso
tan suyo, el resplandor que canta en tu rocío.
como a un pájaro cercano de cristal muy por encima de tu selva breve.
Déjala comenzar como al rostro de la noche en descanso desde la beatitud del horizonte.
no la dejes terminarse. |
poema de Mario Benedetti
Publicado, originalmente, en: Marginalia Cuaderno de Arte y Literatura Nº 3 Montevideo Marzo de 1949
Gentileza de Biblioteca digital de autores uruguayos de Seminario Fundamentos Lingüísticos de la Comunicación
Facultad de Información y Comunicación (Universidad de la República)
Ver, además:
Mario Benedetti en Letras Uruguay
Editor de Letras Uruguay: Carlos Echinope Arce
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