Al revés de todas las gentes con quienes
uno trata, tenía Don Veneno el gusta de ser desagradable. No carecía de
ingenio; tal vez pudo realizar obra apreciable; pero no la hizo. Se
gastó en una suerte de tiroteo intelectual sin trascendencia. Se sabía
fracasado y no se resignaba a ello.
Por eso iba salpicando a todos con su amargura. Era su venganza.
Imaginad un hombrecillo enclenque, cetrino, bastante miope, que no sabía
reír.
Hablaba bajo y pensando. Cargaba la voz en los conceptos más hirientes,
como si los subrayara.
Vivía solo. No le gustaban las fiestas. Era dueño de una buena
biblioteca y de un perro al que llamaba "Ml critico".
Así era Don Veneno.
La primera vez que "chocamos" tenía yo veinte años. Como Don Veneno era
hombre de letras y yo un ingenuo (No estoy seguro de haber cambiado en
esto), le envié los originales de un libro que pensaba publicar, para
que me diera su opinión sobre él.
A los pocos días me devolvió el libro con las siguientes acotaciones,
que copia textualmente:
"Debiera usted recordar el grito que resonó un día en la Convención
Francesa:
¡Desconfiad de ese hombre que ha escrito un libro!
"Nietzsche dijo: Aborrezco a los ociosos que leen. Acaso por ser del
oficio, perdoné a los ociosos que escriben.
"A mi juicio, el primer libro, es un error; el segundo un defecto; el
tercero, un vicio; los demás, corrupción irredimible".
Y debajo, escrito en letras más grandes, agregó: ¿No le parece que en
todo eso hay una opinión, aunque no sea la que usted esperaba?"
Naturalmente, envié a Don Veneno una de aquellas "terribles" cartas que
yo escribía a los veinte años. No me contestó.
Publiqué (porque hay sueños que por desgracia, se realizan) mi primer
libro.
Mis amigos se apresuraron a elogiarme.
Recorté los elogios y se los envié a Don Veneno. Para que rabiara.
No tardó en llegarme una carta suya. Decía así: "No son originales sus
amigos. Hacer crítica sin ser crítico y sin leer la obra a que se
refiere, es tan viejo (creo yo) como el mundo. Supongo que se sentirá
usted satisfecho: ya puede figurar entre los escritores "célebres" a
quienes, si les quitamos los amigos de la prensa y algunos de la
política, les volvemos al anonimato. Son como esas mujeres que parecen
hermosas mientras no se lavan la cara.
"No me extrañan tantos elogios. Según los gacetilleros literarios del
día (¡Dios los perdone, si hay Dios!), abundan en este país artistas
estupendos. Si seguimos así, el genio llegará a ser vulgar entre
nosotros. ¡Con razón los mediocres se creen llamados a tan altos
destinos!
"¿Ha leído usted la obra de Shakespeare titulada "Julio César"? Hay en
ella algo que le interesa saber. Se lo contaré.
"Ha sido asesinado el héroe de las Galias. Roma hierve en tumultos. El
poeta Cina, que tiene un homónimo conspirador, sale a la calle. Lo
detiene un grupo de ciudadanos. ¿Su nombre? "Me llamo Cina", contesta.
Uno de los ciudadanos grita: "Desgarradle en pedazos! ¡Es un traidor!"
El infeliz aclara: "¡Soy Cina el poeta! ¡Soy Cina el poeta!" Pero no le
vale. Porque otro ciudadano ruge: "¡Desgarradle por sus malos versos!
¡Desgarradle por sus malos versos!" Y asesinaron al pobre a Cina.
"Ya ve usted como no en todas las épocas los malos poetas han podido
vivir tan bien como en ésta. Nada más".
El lector adivinará lo que dije de Don Veneno al terminar de leer la
carta. Y sí no lo adivina, peor para él, porque yo, aunque lo recuerdo,
no puedo estamparlo aquí.
Un día (nos habíamos reconciliado una vez mas) hable a Don Veneno del
reciente libro de una de nuestras poetisas.
-Lo conozco, - me dijo.
-¿Y no le gusta?
-No. Observo que la mayoría de nuestras poetisas andan con sus versos
como Diógenes con su linterna: en busca de un hombre. Tal vez por eso se
esfuerzan tanto en decir en verso lo que la naturaleza "hace!' lisa y
llanamente en prosa, ¡Pobres poetisas! les cuesta mucho casarse porque
los hombres no toleran los versos de sus esposas.
-Sin embargo, ésta...
-Sí, ya lo sé: la elogian. Desconfíe de esos elogios que huelen a
instinto. Y déjeme de poetisas, ¡por favor!
-Es usted radical, como siempre.
-¿Y qué quiere usted? ¿Que cambie de personalidad, como los poetas "pasatistas"
que se suben a un "ismo" de moda, igual que los monos a los árboles?
-Si suben como los monos, suben bien.
-Sin duda, pero muestran.., lo mismo que los monos.
-Hablemos de recitadoras, entonces. Tengo una amiga que recita y desea
conocerlo.
-No la traiga, si quiere evitarse un mal rato. Si hay algo que me parece
peor que una poetisa, es una recitadora. Y peores aún, la mamá, el
marido o el novio de lo recitadora.
-Ahí culmina lo peor de lo peor.
-Se equivoca. Peor es un recitador, o un poeta empeñado que le reciten
sus versos. Pero hay algo que supera a todo eso: la prensa que aplaude y
el público que se emboba.
-¡Sálvese quien pueda!
-Sálvese usted.
-¡Hombre! Como hoy no ha dicho nada desagradable de mí, debo marcharme a
tiempo.
-Le contestaré con palabras de Oscar Wilde: "Que hablen mal de uno, es
horrible; pero hay algo peor: que no hablen"
Y salí corriendo de la casa.
Me sorprendió leer en la prensa la noticia de que Don Veneno había sido
retado a duelo por un escritor.
Fui a verlo. Estaba tranquilo. No parecía tener ningún temor.
-¿Qué es eso del duelo?- le pregunté.
-Una estupidez. Porque el libro no será menos malo, suceda lo que
suceda.
-¡Ah! ¿Se trata de libros?
-¿Y creía usted que me hubieran enviado los padrinos porque dudara de la
virtud de alguna tonadillera?
-Bueno, cuénteme.
-Lo eterno. Publica un libro. Me lo manda, con almibarada dedicatoria.
Solicita mi opinión. "Una opinión sincera, como las que usted sabe
emitir", me dice. Y la emito. Le desagrada, precisamente porque es
sincera. Se irrita. Me envía una carta insolente, peor que la que usted
me dirigió hace algunos años. Le contesto como merece. Y viene el
desafío. Pero no habrá duelo. El tribunal no hallará causa para ello. Lo
sabe mi adversario tan bien como yo.
-¿Entonces?...
-Es usted un inocente. ¿No se da cuenta que lo que el hombre busca es
popularidad? Arma el escándalo. Chilla la prensa. El público despierta
de su sueño siglos. "¿Qué pasa? ¿Un duelo por un libro?. Compremos el
libro". Y lo compra. Pero es difícil que lo lea.
-¿Tan malo es?
-Ni en eso se distingue.
-¿Versos?
-Si, gauchescos y vanguardistas!
-¿Qué dijo usted del libro?
-Nada novedoso. Que no creo en el gauchismo de los que sólo han ido al
campo a pasar la Semana de Turismo. Que puesto que el niño bien "hace"
el gaucho, éste tiene derecho a hacerse el "pituco". Que no hay que
confundir pintura con fotografía callejera. Que es una herejía aplicarle
el sinapismo de la "nueva sensibilidad" al pobre gaucho. Y por último
que siendo el "campo de los ingleses" (vecino del Parque Rodó) el único
campo que conocen muchos escritores criollos, no es raro que sus
personajes sufran de "spleen".
-No es mucho, conociéndolo a usted.
-Es poco. En cambio, elogié la habilidad de recurrir al lenguaje
gauchesco, para disimular la falta de ortografía.
-Puesto que no hay nada que temer, me retiro. Tengo que asistir a una
conferencia.
-¡Pobrecito!
-¿No le gustan a usted las conferencias?
-El conferencista me parece el trágico resultado del terrible problema
de la desocupación.
-Pues éste que voy a oír es notable.
-¡Qué sería de los dioses si no hubiera creyentes!
Contra lo que suponíamos, hubo duelo. Don Veneno, que no creía en el
heroísmo, murió como un héroe. Sobre el terreno del honor.
Muchos fueron los que al saber su muerte sintieron una sensación de
alivio. Pero supieron disimularla.
Ahora no somos menos los que pretendemos haber sido sus íntimos.
-A mi siempre me tuvo gran aprecio.
-A mí también.
Nos hemos reunido para buscar la forma de editar sus "Opiniones". Pero
no nos hemos puesto de acuerdo, ni nos pondremos nunca; porque cada uno
quiere quitar del futuro libro lo que a él le molesta y dejar lo que
molesta a los demás. Y como no hay allí una sola página que no sea
desagradable para alguien...
En los aniversarios de la muerte de Don Veneno, visitamos su tumba. Le
llevamos flores y le decimos discursos.
¡Si él nos oyera! Pero no; él está allí, encerrado, mudo, inmóvil,
indefenso...
Podemos vivir tranquilos. |