Muerto caminante |
Las palabras van cayendo lentamente en un texto desorganizado, yo siempre yo, intentando escapar de mí. Intentando escapar de la palabra principal del texto organizado. |
El viejo Raúl, había muerto. Sin pena ni gloria había pasado por el mundo. Trabajador y familiar correcto. El viejo Raúl era un vecino del viejo barrio. Actualmente el viejo barrio era también un olvido. La lluvia, el llanto, hay que suspirar hondo señores, largar el aire por la boca, pasar la mano sobre la cara (de arriba a abajo), sonrisa; y ya está. El mundo está perdido, el mundo está errando el camino. Yo estoy perdido, errado de mundo. No hay lluvia, era mentira, tampoco hay llanto, solo el viejo barrio horrible muerto, y el viejo Raúl intrascendente para el mundo muerto. Detengan un momento el movimiento, detengan un instante todo. Miren. Mano sobre la cara de arriba a abajo, sonrisa; y ya está. El cielo viejo e incapaz de captar algo, sigue intrascendente como Raúl muerto allá arriba, y yo escapando de mí, escapando de mi vida, apoyándome en mi, discutiéndome, vidas dentro de una vida, ideas que contrastan con hechos, sin lágrima, solo la ventana cerrada en el cuarto grande y la luz apagada, en la oscuridad de la desdicha, y la impotencia y el ojo abierto y el estómago vacío, y el viejo Raúl. Y la verdad y la igualdad y la libertad, y la idea de ayudar al necesitado y de cambiar al mundo, todas estupideces abstractas incrustadas en mi cabeza. Hoy señores, no quiero pasar la mano por mi cara de arriba a abajo, no quiero señores, sonrisa. Hoy es de esos días que me gustaría no estar, pero tengo en mi pulsera el reloj señores, lo cual me hace igual que ustedes, y probablemente ustedes crean eso. Pero no es así, no fue un paseo adolescente, fue y es una filosofía, muerta dentro de mí, muerta con recuerdos, y tan dentro, que estoy hoy yo dentro de ella. Hoy pasé por la rambla, y no miré el mar. No me sentí atraído por él. Y creo que es porque últimamente estoy muerto, no me había dado cuenta claro, pero hace tiempo ya que estoy muerto. Camino, tomo café, leo los diarios en los kioscos, cruzo con la verde. Pero estoy muerto, muerto caminante que está en el mundo, y en la vida, porque hay un automatismo en el cuerpo que permite respirar sin notarlo. Respirar, así como suena, no se puede elegir, por tanto estamos obligados a seguir, con el respiro y el latido, el segundo. Hoy quiero volar, suspirar un vuelo amargo, entre el cielo y las nubes, caer fugaz como la estrella, volver a subir, volver a bajar y explotar en el silencio del mundo apagado, en la nube más chica, una que no se vea desde abajo. |
Damián Baz Echevarría
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