|
Espacios de quietud en la vibrante
tarde nerviosa, tránsito y andares.
Ámbitos que convocan otras cosas,
claves que nos proyectan adelante.
Islas amables, sutiles altares
de un íntimo ritual incomparable
que nos ayuda a Ser, por un momento,
mientras los duendes hacen malabares.
Vendrán después –de nuevo– las rutinas
lo cotidiano con su prosaísmo,
pero nos quedará aquel sentimiento.
Esos instantes son en nuestra vida
portales que se abren hacia lo Otro,
lo que está más allá de lo palpable.
|