José Pedro Barrán |
Un historiador imprescindible |
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LA MUERTE, por frecuente, puede ser molesta. Así lo entendieron los vecinos de la calle Santa Teresa cuando, el 20 de enero de 1868 en plena epidemia de cólera montevideana, se rebelaron contra los interminables desfiles de cadáveres y la emprendieron contra los conductores de los carros fúnebres. Llovieron los insultos y las pedradas para quienes no parecían tener lugar mejor para pasar, a toda hora, rumbo al cementerio. |
LA HISTORIA TOTAL. Entre 1967 y 1978 Barrán y B. Nahum publicaron una obra monumental, la
Historia rural del Uruguay moderno. El calificativo remite no sólo a su extensión (siete tomos) sino a la empresa que asumían los historiadores. En ella incursionan en el estudio de las estructuras económicas y sociales del país entre el fin de la Guerra Grande (1851) y los comienzos de la primera guerra mundial (1914). Alternan la historia con la economía, la sociología y la demografía para explicar, por ejemplo, la agonía del Uruguay pastoril y caudillesco y la implantación de la modernización política, económica, social y cultural. En esta "huida" de la tradición de historia política y del acontecimiento se embarcaron un conjunto de historiadores nacionales. Eran los adherentes a la "Nueva Historia". Junto a Barrán y Nahum, también Gustavo Beyhaut, Carlos Visca, Roque Faraone, Luis Carlos Benvenuto y Juan Antonio Oddone, entre otros, revolucionaron los modos de pensar la historia nacional. Atentos a los movimientos intelectuales del viejo continente, y en especial los franceses, todos ellos fueron alcanzados por los vientos de cambio que sacudieron el pensamiento historiográfico en el período interbélico. El 15 de enero de 1929 dos profesores de la Universidad de Estrasburgo, Marc Bloch y Lucien Febvre publicaban el primer número de una revista, "Annales d'histoire economique et sociales" (más tarde"Annales:economies,societés, civilisations"), título que con el tiempo pasará a identificar a toda una comente intelectual. Los "hechos históricos", los "héroes" perdieron prestigio frente al estudio de las sociedades. Similar suerte corrió el acontecimiento frente a las estructuras. Para ello se impuso el diálogo interdisciplinario, primero con economistas y geógrafos, luego con antropólogos y psicólogos. Los muros de las historias posibles estaban rotos. La Historia Rural admite más de una lectura. En ella Barrán y Nahum incorporan en forma deliberada la corta y la larga duración. Las coyunturas de crisis económicas, el militarismo o el primer batllismo son envueltas en miradas que observan más lejos buscando las permanencias que una vez instaladas en el escenario histórico, cuesta tanto mover. Esto resulta claro a la hora de hablar de las mentalidades, ya presentes en esta obra. Si resultó novedoso investigar la producción pecuaria, la agricultura o el crédito, más lo fue intentar diseñar la "civilización ganadera". "El gran propietario -señalan los autores- en particular, no se adaptó automáticamente a las reglas teóricas del mercado. Contradecían demasiado sus supuestos mentales, sedimentados a lo largo de doscientos años para que el cambio fuera inmediato. La contradicción era tan honda que nuestros estancieros hicieron todo lo posible para llegar a un modus vivendi con ese mercado que les permitiera mantener indemne (...) lo fundamental de sus hábitos... La estructura mental resistiría los embates del mercado tanto más tiempo cuanto éste no decretara su inviabilidad". Si además de esa visión se observa el caudal de documentos trabajado, el espectro de las lecturas se ensancha aún más. Con generosidad se ofrece al lector una cantera, ignota, a la espera de nuevas preguntas. Habiendo recibido los máximos elogios de intelectuales nacionales a poco de haber aparecido el primer tomo, la Historia Rural -dice José Rilla en 1980- no fue leída por los uruguayos... ni siquiera fue leída por quienes se dedican a la Historia. Entre otras razones la corriente de desprecio a las ciencias sociales conspiró junto a la rica tradición de historiografía política y narrativa". Hoy, la realidad indica que tal postura ha sido revertida. BATLLISMO E HISTORIA POLITICA. En 1985 la Asociación de historiadores norteamericanos resolvió otorgar el Premio "Clarence Haring", destinado a una obra de autor latinoamericano, a dos investigadores uruguayos. Así Barrán y Nahum recibían los laureles en ocasión de su segundo trabajo de largo aliento: Batlle, los estancieros y el Imperio Británico. Ni en las elecciones de 1903 ni en las de 1911 Batlle y Ordóñez era el candidato de las clases conservadoras y, menos aún de los poderosos inversionistas británicos. En el Uruguay del '900 esto no fue un obstáculo para que fuera Presidente en los dos períodos. "El sistema político sólo se representaba a sí mismo" explican Barrán y Nahum. En torno a ésta y otras novedosas hipótesis se desarrolla la investigación. La embestida de la dictadura militar contra los intelectuales provocó desde la década del 70 más de un efecto inesperado. Apartados en su gran mayoría de los ámbitos públicos de enseñanza e investigación, encontraron en centros privados y becas provenientes del exterior las posibilidades de continuar sus tareas. A este fenómeno se sumó la propia realidad**** política del país. Las reglas del juego democrático estaban quebradas. Una de las tradiciones más arraigadas en la historia local se había perdido. La política, que nunca dejó de golpear, llamaba nuevamente a las puertas de la historia. El entronizamiento del enfoque estructuralista de los primeros tiempos de la "nueva historia" hizo caer en desgracia, tanto en el viejo como en el nuevo continente, ciertos núcleos temáticos. Importaba más entender una crisis económica o la puja de los grupos de presión que el funcionamiento de los partidos políticos o la democracia representativa. Al respecto, el historiador Jacques Juilliard hace hincapié en la mala prensa que tuvo la historia política entre los innovadores. No faltó quien la acusara de elitista, parcial, idealista, narrativa o precrítica. En Batlle, los estancieros... la política tiene una presencia arrolladora. El enfoque se distancia de la historia tradicional tan atenta al poder institucionalizado, y también de aquella en la cual la política aparecía como un problema económico mal planteado. Barrán y Nahum se preocupan por la autonomía del sistema político, la politización de la sociedad, las relaciones entre poder económico y político, y el nacimiento de la democracia de masas. Pocos temas del pasado nacional han concitado tanto la atención de los historiadores, tanto locales como extranjeros, como el batllismo. Pueden recordarse los trabajos de Giudice y González Conzi, C. Real de Azúa, C. Rama y M. Vanger o G. Lindhal entre otros. Sin embargo Batlle, los estancieros.... resulta único en sus logros y propósitos. Las relaciones del reformismo batllista, las clases conservadoras y el Imperio Británico son sometidas a una multiplicidad de rayos en los que se entrecruzan las mentalidades, la economía, la sociedad y el sistema político. TIEMPO DE CAMBIO. El '900 ambienta el nacimiento de este movimiento político llamado a jugar un papel fundamental en la historia del siglo XX. En 1914 la poetisa Delmira Agustini recibe una carta de su esposo (ya estaban separados) teñida por la indignación. "Tu madre el día de nuestro casamiento, en una entrevista que tuvimos en la sala y que tu presenciaste de lejos, pues yo, ni después de casados te conté, por delicadeza, llegó a hacerme revelaciones monstruosas de impureza y deshonor, y poniéndome de ejemplo que ella lo hacía con tu padre -dice E. Job Reyes- lo monstruoso, lo repugnante del consejo de tu madre... a pretexto de que no te hiciera madre". Control de natalidad, retraso de la edad matrimonial, caída del número de muertos, puritanismo y nuevos roles para la mujer son algunos de los rasgos que distinguen al nuevo modelo demográfico que se instala en el país. Con su diseño se abre la investigación en El Uruguay del '900. El enfoque multidisciplinario, aunque siempre temporal e histórico, se vuelca sobre una documentación inexplorada. La cuantificación es puesta al servicio de los modelos demográficos identificados en el pasado. Y, a modo de avances, se dejan puestos ciertos anuncios cuyo tratamiento excede el plan de la obra: habrá que verlos en plenitud en la Historia de la Sensibilidad. Tal es el caso de las actitudes ante la vida y la muerte o la sexualidad. A lo largo de la obra Barrán y Nahum despliegan un conjunto de propuestas que van caracterizando al batllismo como movimiento político. "El batllismo -reformismo- mereció bien el calificativo de partido de Estado. El movimiento era una consecuencia del tamaño singular que estaba alcanzando el Estado en ¡a sociedad uruguaya tanto como causa de ese hecho. Pero no fue sólo eso, ya que, contradictoriamente este partido de Estado nació de una élite política que hizo sus primeras armas contra el militarismo santista, encarnación en bruto de las fuerza del Estado". Puestos en escena los múltiples actores, un movimiento político, las clases conservadoras, los inversionistas británicos y la sociedad uruguaya, se tejen complejas redes de relaciones, y no menos complejas miradas arrojan los autores. "Los movimientos políticos y sociales" señalan en Un diálogo difícil "son lo que quieren sus protagonistas pero también lo que ven de ellos sus antagonistas e incluso el historiador, quien representa la interrogación del presente... Batlle se vio a sí mismo como un hombre de progreso, los obreros lo consideraron un amigo, el patronato industrial y británico lo creyó un socialista, los socialistas un burgués de buena voluntad, los blancos un autócrata demagogo y el historiador lo juzga un reformador". Cada tanto el lector es invitado a participar con intimidad del proceso mismo de elaboración del conocimiento. "En los primeros pasos de la investigación creíamos -dice Barrán en "Lucha política y enfrentamiento social"- en el protagonismo absoluto de las fuerzas sociales, que la exigente clase media y un proletariado escandaloso más que fuerte, habían propiciado la aparición del reformismo batllista... Luego en el curso del análisis despuntó un nuevo enfoque que dio vigor al factor político y le concedió mayor autonomía hasta que en determinados momentos apareció él activando lo que estaba inerte en lo social. La idea final es que el modelado del acontecer histórico fue realizado sobre el telón de fondo de las estructuras más permanentes de lo geográfico, económico y mental por las clases sociales y por los partidos políticos, y que en algunos instantes, sin querer asegurar la primacía de lo político sobre lo social podría sostenerse que en este período los partidos tuvieron una capacidad de fomentar actitudes en las clases... mucho mayor del que habíamos esperado, capacidad que tal vez se vincule al formidable peso que tuvo -y tiene- en la historia uruguaya la influencia del Estado". Con el último tomo de la obra finaliza el trabajo de un equipo que, salvo excepciones, trabajó de manera conjunta. En adelante ambos historiadores continuarán sus rumbos separados. |
Andrea Daverio
El País Cultural
2 de setiembre de 1994
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