Promesa

poema de Orfila Bardesio

 

Sostendré tu cabeza como la luz de un templo,

y con mis manos en amparo,

la dejaré sobre la tierra.
No cerraré la puerta al río que te busca

ni al bosque misterioso que te llama.
Yo voy a estar allí, cuando mires.
Tú recurre a mis ojos solamente,

porque habrá quien te asuste sin motivo,

habrá quien llore y tiemble, habrá quien te avergüence,
—habrá quien te avergüence de que mueras—.

Pero mírame a mí, por favor.
Yo te respetaré como a un sueño.
No cantaré, no te distraeré ni te consolaré,

no robaré tu muerte.
Te inclinaré a la tierra limpia
bajo el sol o la lluvia,
con la delicadeza del amanecer.
—Puedo hacer esto porque amo

la obediencia de las cosas.—
No dejaré que vengan extraños

a lastimar el secreto.
Te trataré como mereces:

las leyes fuertes del universo

en mis hombros como un haz

de ramas de viejas encinas fieles.
En mi boca, en mis ojos, en mis huesos,

su túnica de números perfectos.
Estaré al lado tuyo sosteniendo

sus piedras rigurosas.
Auxiliada por una fuente de la gracia
levantaré como palomas en tu presencia,
arquitecturas de medidas blancas.
Sonreirás con césped alegre
porque miras los ecos
de tus propios sufrimientos
que acuno entre mis brazos
con el júbilo lleno de la primera cosecha.
Darás las gracias a la tierra
como si fueras una hoja
y pasearás entre los árboles
que te traen las ventanas,
radiante, orgullosa.
Y si estos árboles dudaran todavía

en sus semillas, de mi tiempo

estallará el jardín

donde dances tu tránsito,

un jardín lejos de las cosas tristes,
—ya se sabe que sólo así
estallan los jardines,
de lo contrario no existen.—
En el instante puro

en que tu voz se inunde

de algas y de pausas,
—como un campo de mariposas,—

soltaré a los espacios

un grito de mi templo,

un grito sobrehumano, de dolor,

de locura, de roca,

porque fuiste, y de agradecimiento

por tu vida y tu alma

y tu ser y tu guerra de amor

y tu fiel cumplimiento.
Y este grito dará flores grandes

siempre vírgenes
en una selva intacta

que aún no ha nacido.
Y los silencios sufrirán relámpagos

cuando lo cubran con su noche.
Pero no lloraré, no lloraré.
Mientras de seda cantes entre ángeles,

 sola, me quedaré hasta el fin sobre la tierra

para tejer coronas de alegría
a tu graciosa muerte levantada
que ardió como en la hiedra,
una suave costumbre amarilla de otoño.

 

Orfila Bardesio
De "Uno - Libro primero"

Premio Municipal de Literatura 1954

Imprenta Letras S. A Montevideo 1955

Gentileza de Biblioteca digital de autores uruguayos de Seminario Fundamentos Lingüísticos de la Comunicación

Facultad de Información y Comunicación (Universidad de la República)

 

Ver, además:

 

             Orfila Bardesio en Letras Uruguay

 

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