La canción de la Tierra

poema de Orfila Bardesio

                                                                                A San Francisco de Asís

                   I
Tierra, hermana nuestra,
-de la misma mano de Dios nacidos,-

perdónanos
porque te crucificamos el aire
como a una madre paciente
y derribamos las selvas
que salen a recuperarlo,
porque calentamos tu hielos polares
y los aumentados océanos
levantan murallas de agua
que caen en lluvias diluviales,
sobre olvidadas orillas,
porque agitamos con el calor
los vientos, haciéndolos girar
en espirales incontenibles,
porque lastimamos los velos
con que proteges del sol
nuestra piel, y a él, que es
nuestra alegría, como a un enemigo,
le tememos,
porque les damos orden
de estallar a tus mismas entrañas
y tu corteza ondula como una boa,
derribando el reposo de las ciudades
y la serenidad de las montañas,
porque suprimimos la forma
de innumerables bestezuelas
que ni tus prados
ni tus ríos habitarán jamás.

                  II

Porque tratamos a hermanos nuestros
como si no los conociéramos
mientras tú los acoges en tus brazos,
porque adoramos al ídolo
llamado “Dinero”
y aunque fuimos invitados
al convite fraterno,
comulgamos con la sequía
de la avaricia,
porque encrespamos furias
que no puedes evitar
y aparecemos por su aspereza
injustamente castigados.
porque al Dueño Silencioso
de las manos que te hicieron,
al herirte, maltratamos,
y con los ojos de Caín
que no veía que Abel
era su hermano, lo ignoramos.

                  III

Mientras estabas entretenida

girando alrededor del Sol,

hicimos todo esto,

mientras nos das hombres

de corazón manso,

árboles fuertes que resisten,

niños, frutos y flores,

estrellas v animales,
declaramos las guerras.

Desde el sitio

que aún te quede

sin heridas, escúchanos decir

a los astros: -“¡Esta es

nuestra hermana, la Tierra!”.

-“¡Nosotros, los humanos,

le agradecemos la vida!”