Conversación con el héroe llamado Artigas

poema de Orfila Bardesio

Artigas en la meseta

obra de Carlos María Herrera (Uruguay)

Un puñado de arenas para extender sus instantes,

una palmera para derramar sus líneas

lloran sobre las letras una lluvia de sal

que humedece los nombres hasta el silencio,

siembran años sobre fotografías.
— Huye el rostro cautivo a su misterio

y la palabra, a su origen —.
Una raíz sonora aparta ruidos que disimulan oboes,

libra su pecho contra saetas que dividen el cielo.

Cubierto por una acacia, el viento pide ojos

para dejar miradas en las definiciones,

para volverlas parecidas a los arroyos.
Recoge antiguos pasos

y camina hasta encontrar un valle.
Los dos despiden las montañas y corren

hasta el mar.
El, convertido en algas transparentes

y ella en un lecho musgoso.
— Dicen un nudo en los abetos—.
Alrededor de él no van los pobres:
— son héroes que se encuentran con el héroe,

un coro donde el guerrero es la música —.
Una voz se retrasa bajo tierra
y se apresura hasta encontrar las otras,

pierde el nombre, la edad, el lenguaje,

queda solo con huesos, con templo.
El avanza de la mano de grandes estrellas.
—Un corazón los reúne—.
Los espectadores esperan

y ella dice la seda que en pausas le escribe:
“Campo fiel a mis ojos,

brisas que sostienen mi ausencia,

recuerdos de la tierra,

campesinos, escarabajos nocturnos,

ceibos entusiasmados en el aire,

decid como siempre que el guerrero

no suelta banderas

ni jinetes ni asaltos ni batallas

ni discursos ni sustos de oro.
Muy lejos de faisanes busca la gracia

herida por el peso.
Toca una flauta en la gramilla,

escuchando a los números cumplir abejas

entre escandalosos metales.
Restituye tesoros sin precio entre espinas.
Contad que la victoria es obediencia,

simplemente...”.
Cuando, como garzas rosadas, las naves llegan a la orilla

para desembarcar estas cartas,

un muralla las olvida en seguida

con un intenso mármol.