Marissa
Arroyal: poesía de belleza revelada, rebelada |
“Y
el agua dice Expresar
la belleza, ascender en contra de la gravedad, revelar la porción angélica,
divina, de la naturaleza y del hombre, ha sido siempre una aspiración
humana realizada a través del arte. Opuesto a este espíritu, lo cursi es
esa aspiración a lo exquisito unida a una incapacidad radical para
alcanzarlo. En
los últimos siglos ha habido corrientes artísticas tales como el
naturalismo, que procura ofrecer una imitación directa de la naturaleza
en un esfuerzo de aproximación a la realidad, y el realismo, que en
literatura es una constante estilística que atiende a la descripción de
la naturaleza. Por
reacción contra estas corrientes surge el simbolismo como medio de
expresión poética de las realidades sensibles y suprasensibles,
sustituyendo la descripción por la evocación. Y si retrocedemos siglos y
nos remontamos al oriente, Japón, a la más refinada expresión artística
de la humanidad, el teatro Noh, encontramos que la característica más
importante que el Noh puede aportar es la negación del realismo. Por
ejemplo, en este arte se dice que la máxima expresión que se puede
alcanzar a nivel de movimiento, es el logro de la inmovilidad, y que
cuando más se esconde algo, más se luce. Hacemos
esta introducción para analizar, en este contexto, Vertiente Norte, obra
poética de Marissa Arroyal, poetisa venezolana-uruguaya. Si
aplicáramos criterios pictóricos podríamos definirla como una poesía
impresionista, en que se produce una descomposición de lo sólido con el
fin de hacer predominar los efectos lumínicos y transformar la realidad más
sutil en emoción lírica y logros de penetración metafísica y psicológica,
que despiertan esa vocación sublime en el alma: Por
un trino Esa
intuición que aprehende lo sutil y una percepción clara e instantánea
de una verdad o idea, la relaciona con el haikú, en una visión intuitiva
que se opone al conocimiento discursivo o mediato. Posee esa capacidad, al
decir de Bergson, de conocer, no por medio de análisis conceptuales, sino
de datos inmediatos de la experiencia. Los poemas emergen breves,
precisos, concisos, como un conjunto articulado cuyo eje es ese
conocimiento sensitivo en que las sensaciones se transforman en
percepciones y representaciones poéticas de la realidad ¿Me
traspasa el verde o lo traspaso? En
este poema advertimos un intento de sintetizar, en una sola expresión
sensible, efectos simultáneos de luz, espacio y color. A la inversa de
Goethe. “Perezca yo al instante si digo al momento fugaz, detente, eres
tan bello”, parece decir: “Momento, detente, eres tan bello”. De
plata y lapislázuli o, En
un instante En
Vínculo sagrado: “En el pozo / tiembla el sol / la lluvia lo templa
/ poco a poco / alivia su desvelo / de metal incandescente”. A través
de un lenguaje translúcido revela el vínculo del hombre con lo absoluto,
en que el alma confirma sus más claros indicios de trémula inquietud. Su
no pertenencia a sí misma. Metáforas,
alegorías, aliteraciones, sinestesia y los múltiples planos de nivel
significativo, cumplen su función de ser vehículos literarios de
transferencia de sentidos, de mundos hondamente aprehendidos, de una
sabiduría especial, que confronta al lector con el asombro a través de
imágenes literarias que expresan la belleza de la creación y la
convierten en poesía metafísica, ética, estética y mística. Pero...
“Toda luna es atroz y todo sol es amargo”. No todo es belleza, no todo
es sublime, ni siquiera para los seres que buscan el manantial de la Vertiente
Norte. “Senté a la belleza en mis rodillas y la hallé amarga”
(Rimbaud). Existe otra dimensión temporal, de la que está consciente la
poetisa: “ojos de dolor condensado en brillo”, “solloza mi
oscuro corazón”, “Paso / repleta de cicatrices”,
“Ataduras”: “Cómo emprender / el difícil camino del tesoro /
si es la hora añil / de la vendimia”. La
hora añil de la vendimia, aquella hora mágica cuando el día
deja de ser y la noche aún no es... quién sabe... tal vez sea la hora
propicia. “Crepúsculo”:
“Desde el inicio / día a día / ante mis ojos / que no lo descifran
y lo olvidan día a día”. “A
vosotros los ebrios de imágenes, que gozáis con la luz del crepúsculo,
cuyas almas son atraídas con flautas a todos los abismos laberínticos,
curiosos de enigmas, sin hilo de Ariadna que los guíe e intentan su
propio viaje sin brújula, ¿y si descubrimos la salida del laberinto...?
¡Qué! ¿Y si descubrimos el tesoro, sin otro sentido que él mismo,
esplendente, iluminador y estéril?”. Hay
dos elementos, presentes en algunos poemas de Vertiente Norte,
que los enlazan con los conceptos filosóficos orientales de lo sublime y
lo eterno. El primero se refiere a cosas silenciosas, de belleza austera,
el estilo de una flor en calma, como es la “nieve en un bol de plata”.
Una infinita profundidad de la flor: “Después de larga espera”: “Cuando
las rosas se abren hay miradas / que descubren el sol / en las cuencas vacías
de sus ojos”. Y el estilo de una flor misteriosa: “La flor se
sumerge / en el agua irisada / de sus matriz de hojas”. Alicia
Duprat (Idea Viva), en “La araña y el laberinto”, cita a
Borges, Nietzsche y la obra De la visión y el enigma, preguntándose
si se encara otra dimensión temporal al relacionar el tema del laberinto
con la existencia humana, y desarrolla un tema muy interesante: lo eterno
de la circularidad del tiempo y la mentira de la línea recta; abyección
de la historia con un principio y un fin consagratorio de la epopeya
humana y divina. “Todas las cosas derechas mienten... toda verdad es
curva, el tiempo mismo es un círculo”. Y
nos preguntamos ¿con qué intención Marissa escribe “Círculo de un
instante”, “Vuelo circular de la abeja” y “Capullo”? “Certeza
de eternidad / crisálida que envuelve el ser”. “Era la perfección”:
“El árbol esconde el sol en su follaje / en el fulgor de la tarde /
vuelta sobre sí misma”. Extrañamente
ella relaciona la perfección y la eternidad con el círculo: el vuelo
circular de la abeja, el sol, la tarde vuelta sobre sí misma, frutos,
capullos, lo que envuelve, un momento perfecto lo titula Círculo
de un instante. La
poesía en esta obra cumple esa misión de relacionarnos con lo sagrado,
con el misterio, que tal vez nunca podamos desentrañar, como tampoco
encontrar el tesoro y salir del laberinto (¿con la muerte tal vez?), pero
es reconfortante en estos tiempos de desacralización, de horror, muerte y
odio, habitar aunque sea sólo por un instante esos espacios donde
vislumbramos la belleza, la perfección y lo eterno. |
Magdalena Mattar
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