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La doma relato de Domingo Arena dibujo de Eduardo Vernazza Suplemento dominical del Diario El Día Año XXXIX Nº 2029 (Montevideo, 28 de mayo de 1972) .pdf
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Después de encerrar la tropilla en la manguera, Floro se apeó, descolgó el lazo que traía atado a los tientos y después de armarlo y revolearlo un momento haciendo correr así a los caballos en el ancho círculo, lo arrojó y silbando fue a enroscarse en el pescuezo de un bagual que al sentir por primera vez aquello que le castigaba las carnes hasta quemárselas, relinchó lleno de miedo y con la cola levantada buscó a la carrera la salida. Floro corrió unos pasos detrás de él. con los brazos estirados sin soltar el lazo; después, por una contracción violenta los encogió, apoyó los puños en la cadera y echando para atrás resbaló un momento arrastrado por el malacara, hasta que, sujeto, éste se quedó clavado sobre sus patas mirándolo con ojos extraviados, tal vez preguntándose cómo aquel hombrecito podía dominar su salvaje vigor. En seguida el compañero de Floro, volteó al animal maneándolo. En el suelo, entre los dos lo embozalaron, le ataron fuertemente las riendas a la boca, y después de ensillado, levantado y sacado fuera, mientras lo sujetaban fuertemente tapándole a la vez un ojo con la oreja, Floro lo montó de un salto. El potro desde que lo hicieron levantar, atontado con tantas maniobras, no hacia más que arrollarse y bufar. Cuando sintió el peso de aquel hombre, al sentársele en el lomo, se arrolló más, dio un salto, y empinándose sobre las manos lanzó una formidable coz creyendo de seguro deshacerse así de aquella molestia, y como lejos de conseguirlo sintiera en seguida en los flancos los mordiscones de las espuelas y los golpes del rebenque, sacudió la cabeza entre las manos y arrollado siempre, empezó a corcovear a compás de los azotes de Floro, que firme en los estribos, ajeno al peligro, sonreía tranquilo haciendo gala del incansable poder de su brazo. Y así sin avanzar, retrocediendo a veces y corcoveando en circulo y de una manera frenética, estuvo mucho rato. Al fin la terquedad de la bestia fue vencida por la voluntad mañosa del hombre, y entonces el animal, loco de dolor, con los ojos inyectados en sangre y la desgarrada boca llena de espuma sanguinolenta, levantó la cabeza y a ver que corría delante de él el caballo que lo apadrinaba, se lanzó sin tino en una carrera vertiginosa, hostigado siempre por el rebenque y las espuelas. Una hora después los dos jinetes volvían, Floro detrás en el bagual a quien seguía castigando y tironeando con fuerza de las riendas. Cuando llegaron cerca de la casa, lo desensillaron y atado a un fuerte cabestro vencido, cubierto de sudor y con las carnes palpitantes el pobre animal iba a pasar su primera noche de esclavitud junto al palenque, soñando tal vez con su querida libertad que tan injustamente la arrebataban. |
relato de Domingo Arena
Suplemento dominical del Diario El Día
Año XXXIX Nº 2029 (Montevideo, 28 de mayo de 1972)
Gentileza de Biblioteca digital de autores uruguayos de Seminario Fundamentos Lingüísticos de la Comunicación
Facultad de Información y Comunicación (Universidad de la República)
Ver, además:
Eduardo Vernazza en Letras Uruguay
Editor de Letras Uruguay: Carlos Echinope Arce
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