El mendigo

cuento de Domingo Arena

dibujo de Eduardo Vernazza

Suplemento dominical del Diario El Día

Año XXXIX Nº 2034 Montevideo, 2 de julio de 1972 .pdf

Lo vi como otras veces, en la noche del domingo, noche serena y tranquila en la que las estrellas centelleando con fuerza parecían dieran saltitos en la oscura bóveda del cielo.

Como siempre, estaba recostado en el mismo lugar de la misma esquina, 18 de Julio y Cagancha, cerca de un farol que lo envolvía en su luz, mostrando a lo lejos su triste silueta.

Y la verdad que aquel rincón no debe dejarlo. Ningún fondo mejor para hacer resaltar sus miserias, que aquel suntuoso caserón de la Plaza Cagancha, rico, raro, que sin concluir todavía, ya parece agobiado por los años, con sus paredes sin revocar, acribilladas por innumerables ventanas y bajo el peso de aquella telaraña de andamios y tirantes que lo envuelve y ahoga. Hoy por hoy, el mendigo es la mejor cariátide del templo inconcluso. Uno y otro se completan. Estaba allí pegado a las tablas que rodean el edificio, como uno de los tantos avisos de toda clase que los llenan; se diría que la escasez de sus fuerzas no le permite estar de otra manera. De estatura elevada, muestra a las claras en su delgadez, que es un cuerpo que la consunción acaba.

Se sostiene, apoyado en su bastón, sus flacas manos siempre cruzadas, y su encorvado lomo, termina en un pescuezo largo, demasiado endeble para sostener la cabeza que mueve de un lado, inclinada y sin poderla enderezar, como pedúnculo ya marchito, incapaz de mantener erguida la fruta que amenaza caer.

Sombreada por sus cabellos largos, blancos y recortados que cubre un sombrero con luto, sus flacas facciones se muestran apenas, escondidas por barba, blanca también y muy espesa, entre cuya lujuriosa vegetación de pelos descoloridos sólo descuella la nariz grande de lomo encorvado, y sus claros y apagados ojos hundidos dentro de las órbitas, que contribuyen a darle al todo un tinte de melancolía triste y profunda.

A su lado y perdiéndose con su vestido negro, en la sombra que proyectaba su cuerpo, estaba una chiquita de cara descarnada, pelo lacio y mal peinado. y ojos muy abiertos y de poca expresión. Muy pegada a la pared y con los bracitos cruzados, casi no se movía; sólo a ratos sacaba la cabeza de la sombra para pasear su curiosa y fría mirada.

Y con ella al lado, el mendigo que vestía un jaqué negro bastante aseado, esperaba con cierta dignidad el tributo que la caridad había de aportarle para sostener su vida macilenta. No pedía. Sólo cuando pasaba alguien, desenredaba las flacas manos de sobre el bastón y movía un brazo para saludar, el que llegaba al sombrero lento y perezoso como si le fallaran fuerzas. Mucha gente pasó, muchos saludos hizo, pero muy pocas veces la mano tuvo que llevar algo al bolsillo. La noche estaba muy linda, y los paseantes se divertían demasiado para mirar y compadecer su miseria. De tarde en tarde alguno le ponía un vintén en la rugosa mano, pero a veces con recelo mirando a los lados, pues parece que en estos tiempos hasta avergonzara ser caritativos.

Y mientras el mendigo pegado a las tablas del grande edificio, seguía moviendo a los lados su indinada cabeza, saludando a los que pasaban indiferentes y pensando tal en la muerta por quien llevaba luto, todo era estrépito y alegría a su alrededor. Pasaban trenes, caballos y coches, sin interrupción, atronando y atropellándose en la ancha y alumbrada calle.

La plaza donde descollaba la estatua nadando en la luz de sus grandes y altos faroles, estaba llena de niñas que saltaban a la cuerda; de muchachos que corrían y gritaban; de parejas que sentadas en los bancos, se arrullaban felices; de flores que se inclinaban contentas sobre el pedúnculo, para recibir el fresco y liquido polvo que le arrojaban las fuentes; y en los instantes que la multitud callaba para tomar aliento, notas misteriosas, jirones de acordes, se hacían oír vibrando en el aire; era el piano de la cervecería cercana que también reía..

 

cuento de Domingo Arena (De EL DIA, abril 12 de 1892)

Suplemento dominical del Diario El Día

Año XXXIX Nº 2034 Montevideo, 2 de julio de 1972 .pdf

Gentileza de Biblioteca digital de autores uruguayos de Seminario Fundamentos Lingüísticos de la Comunicación

Facultad de Información y Comunicación (Universidad de la República)

 

Ver, además:

 

                         Eduardo Vernazza en Letras Uruguay

 

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