-Hijo mío- le dijo - un jaguar cebado con sangre humana ha hecho muchas
víctimas entre nuestro pueblo. El primero fue Petig, que tomado
desprevenido, murió deshecho por la fiera. Después Saeyú y otros que,
confiados, fueron al bosque en busca de alimentos. Se decidió dar muerte
al sanguinario animal; pero Pirá-Ú, encargado de ello, no ha vuelto.
Fue, sin duda, una víctima más... Y ahora nadie quiere hacer frente a
tan terrible enemigo. Todos le temen creyéndolo un enviado de Añá,
imposible de vencer.
Taca, por su parte, ha decidido ser ella quien termine con el jaguar, y
piensa partir ahora mismo.
-Taca, eso no es posible- dijo resuelto Ara-Ñaro-. Esa no es empresa
para ti. Y los guerreros de nuestra tribu: ¿qué hacen? ¿Cómo permiten
que una doncella los aventaje en valor y los reemplace en sus
obligaciones?. -Los jóvenes temen a Añá, y no quieren atacar a quien
creen su enviado. -Taca, ¡no irás! Seré yo quien dé muerte al jaguar, y
su piel será una ofrenda más de mi amor hacia ti.
-No podrá ser, Ará-Ñaró. ¡He dado mi palabra y voy a cumplirla!...
Dentro de un instante saldré en busca del jaguar, y cuando vuelva
gritaré una vez más su cobardía a los súbditos del valiente Aguará.
-No has de ir sola, Taca. Espera unos instantes y yo te acompañaré.
Ya debo partir, Ará-Ñaro; “yahá!”…, “yahá!”…(¡vamos!, ¡vamos!).
Pronto se reunió Ará-Ñaró a su prometida, y cuando la luna envió su luz
sobre la tierra, ellos marchaban en pos del enemigo de la tribu. La
esperanza de terminar con él los alentaba. Cuando llegaron al bosque,
Ará-Ñaró aconsejó prudencìa a su compañera, pero ella, en el deseo de
terminar de una vez por todas con el carnívoro, adelantándose, lo
animaba:
- “yahá!”…, “yahá!”…
Cerca de un ñandubay se detuvieron. Habían oído un rozamiento en la
hierba. Supusieron que el jaguar estaba cerca. Y no se equivocaban.
Saliendo de un matorral vieron dos puntos luminosos que parecían
despedir fuego. Eran los ojos de la fiera, que buscaba a quienes
pretendían hacerle frente. Con paso felino se iba acercando, cuando
AraNaró, haciendo a un lado a su novia y obligándola á guarecerse
detrás de un añoso árbol, se dirigió, decidido, hacia la fiera.
Fueron momentos trágicos los que se sucedieron. ¡El hombre y la fiera
luchando por su vida! Ará-Naró era fuerte y valiente, pero el jaguar,
con toda fiereza, lanzó un rugido salvaje. Taca, que desde su escondite
seguía con ansiedad una lucha tan desigual, se estremeció.
Un zarpazo desgarró el cuello del valiente indio y lo arrojó a tierra.
Con él rodó la fiera enfurecida y poderosa.
Taca dio un grito, y de un salto estuvo al lado del animal
ensangrentado, que se trabó en pelea con su nueva atacante.
Pero fue en vano. En esa prueba de valientes, ninguno salió triunfante.
Taca, Ará-Ñaró y el jaguar pagaron con su vida el heroísmo que los llevó
a la lucha.
Pasaron los días. En la tribu se tuvo el convencimiento de la muerte de
los jóvenes prometidos.
-El viejo Cacique, cuya tristeza era cada vez mayor, fue consumiéndose
día a día, hasta que Tupá, condolido de su desventura, le quitó la vida.
Todos lloraron al anciano Aguará, que había sido bueno y valiente, y de
quien la tribu recibiera tantos beneficios.
Prepararon una gran urna de barro, y después de colocar en ella el
cuerpo del Cacique, pusieron sus prendas y, como era costumbre,
provisiones de comida y bebida.
En el momento de enterrarlo, en el lugar que le había servido de
vivienda, una pareja de aves, hasta entonces desconocidas, hizo su
aparición gritando: -- “yahá!”…, “yahá!”…
Eran Taca y Ará-Naró, que convertidos en aves por Tupá, volvían a la
tribu de sus hermanos.
Ellos los habían librado del feroz enemigo, y desde ahora serían sus
eternos guardianes, encargados de vigilar y dar aviso cuando vieran
acercarse algún peligro.
Por eso, el chajá, como le decimos ahora, sigue cumpliendo el designio
que le impusiera Tupá, y cuando advierte algo extraño, levanta el vuelo
y da el grito de alerta: ; "Yahá!..., " "Yahá!"...
El chajá (Chauna torquata)
es una especie de ave del orden anseriforme de la familia Anhimidae que
habita en buena parte del sur y centro de Sudamérica. Tiene gran tamaño,
unos 75 cm de pico a cola, y se considera un símbolo de las pampas. Es
miembro de una familia de aves exclusiva de América del Sur y está
emparentado con los cisnes y los gansos, aunque a primera vista no se
parece a ninguno de los dos grupos.
Características
A pesar de ser pariente de un orden característico de aves acuáticas,
tiene un aspecto más parecido a Galliformes y gruiformes, como pavos,
avutardas, sisones etc, con los que no están emparentados. Se debe a
convergencia evolutiva al compartir hábitos principalmente terrestres.
Los chajás son aves asociadas con ambientes secos abiertos, como estepas
o praderas. Según algunos autores, deberían clasificarse en un orden
propio.
El cuerpo parece una especie de pavo con cresta, pico pequeño y afilado
y una especie de collar en el cuello. Las patas son robustas y largas,
de color rosado, y la parte de alrededor de los ojos es rojiza. Vive en
parejas y en ocasiones en grupos de alrededor de cien individuos.
Pueden nadar como lo hacen las palmípedas, aunque es más común que
caminen sobre la vegetación acuática sin mojarse mucho.
En la parte anterior de cada alas tiene un espolón de unos 2 cm. de
largo en los adultos, que rara vez utiliza para atacar o defenderse.
Puede defender a sus pollos, aunque estos suelen permanecer inmoviles
para pasar inadvertidos. Los padres emplean un grito de alarma que
produce que las crias escapen. El nombre indígena del guaraní, chajá
(escapa), hace referencia a este hábito.
Alimentación
Es un ave herbívora, que se alimenta preferentemente de brotes verdes y
plantas blandas. Es perseguido por los agricultores y rancheros al
considerarlo una amenaza para las gramíneas forrajeras que conforman el
pasto, los cultivos y los cereales de invierno en su época de
implantación.
Hábitat
Pueden ser vistos planeando a gran altura o cerca de lagunas y
estanques. Come materia vegetal vadeando aguas someras, y su nido es una
gran plataforma de juncos donde pone hasta 6 huevos.
Distribución geográfica
Se encuentra en zonas por el noreste de Argentina, en todo el Uruguay,
Paraguay, y partes de Brasil, Perú y Bolivia.
Nombres vulgares
El nombre más usual de esta ave (chajá) proviene del guaraní y en tal
idioma significa ¡vamos! o ¡escapa!, aunque procede de una deformación
de la onomatopeya del grito de estas aves cuando se ven sorprendidas, de
este modo avisan a las otras de su especie en la cercanía para que huyan
del posible predador. En Bolivia se le conoce con el nombre de tapacaré. |