Contra ciclones y rayos Anónimo
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Los habitantes de nuestra campaña; en su mayoría, tienen un miedo enorme a los huracanes y a las tormentas eléctricas. Ello se explica si consideramos que unos y otras resultan mucho más impresionantes en la soledad de los abiertos campos que dentro de las ciudades populosas, cuya edificación alta y compacta impide apreciar en su verdadera magnitud el espectáculo, a la vez grandioso y sobrecogedor, que ofrecen esas explosiones de furia de la Naturaleza, ante las que los propios animales se acurrucan y tiemblan instintivamente. Por otra parte, en la campaña escasean los pararrayos, y contra los vientos fuertes no existe otra defensa que la muy relativa de los árboles con que suelen rodearse las viviendas rurales. Supersticiosos y cándidos en grado sumo, nuestros paisanos realizan infinidad de actos absurdos para conjurar el peligro que entrañan los ciclones y las descargas eléctricas, y que no sólo amenaza hacienda y techo sino también la propia vida humana. Para “vencer” al huracán, por ejemplo, suelen los criollos empuñar un hacha y salir resueltos fuera de la casa, yendo a situarse en aquella de sus esquinas que sea más azotada por el viento. Desde allí, puesto el filo del hacha hacia adelante, trazan tres amplias cruces con ella en el espacio, acompañándolas de estas palabras cabalísticas: “Viento cortado, viento acabado”. Y contra el riesgo del rayo o la centella queman en las brasas gajitos de alhucema (lavanda) o de romero, cubren con paños negros los espejos, ocultan en el fondo del ropero las prendas blancas de la vestimenta, dibujan cruces con carbón en los ángulos de las habitaciones, y efectúan otros muchos “conjuros” tan desprovistos de sentido como éstos. Si tienen necesidad de salir al campo mientras dura la tormenta, evitan hacerlo montados sobre caballos tordillos, por entender que animales de tal color atraen el rayo. Si se ven precisados a utilizar un cuchillo, procuran manejarlo con la mano izquierda, ya que de esa manera, según otra antiquísima y descabellada creencia, se neutraliza la acción de cualquier descarga eléctrica. Pero en cambio, cuando la lluvia arrecia, buscan refugio debajo de algún árbol, si lo encuentran a su paso, ignorando que así aumentan realmente el peligro que ansían eludir, puesto que los árboles —sobre todo aquellos que contienen mucha savia— son buenos conductores de la electricidad, lo cual hace que el rayo se precipite sobre ellos con frecuencia. |
Anónimo
Revista "El Grillo" Nº 45, setiembre 1958
Digitalizado y editado por el editor de Letras Uruguay
Ver, además: Leyendas varias en Letras Uruguay y Anónimo
Editor de Letras Uruguay: Carlos Echinope Arce
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