Una calurosa tarde de enero, llegué al complejo habitacional donde vivía desde hace dos años.
Extrañada por la cantidad de gente que amontonados miraban hacia una ventana del quinto piso, me fui acercando con paso ligero . Sentí deseos de obviar lo que allí estaba aconteciendo e irme directamente a regocijarme con la tan añorada ducha, la cual devolvería a mis cansados huesos las ganas de seguir andando.
Por otra parte, se me antojaba una cosa siniestra y no tenía ganas de dialogar con nadie. Pensé en escabullirme, despacio, total ni cuenta se darían, estaban tan ensimismados observando la ya mencionada ventana que no habían reparado en mi presencia.
De pronto me picó a mi también por vez primera vez desde que había llegado la curiosidad, levanté la mirada y quedé perpleja...
Una niña de unos seis años jugaba a ser super-niña, con una sábana roja atada al cuello, dispuesta a saltar al vacío...
El calor sofocante se trocó por un fío siniestro e impotente... y por un instante no supe más, sólo sé que no paré hasta no tener a Cris entre mis brazos, la que por supuesto se sintió estafada al no poder cumplir su sueño de volar... |