La primera vez que lo vi frente al piano, sus pies no llegaban al suelo.
Recordé entonces la tarde en que me dijo luego de ver a su hermana entonando una melodía en su flauta dulce, “yo quiero aprender piano”.
Y así fue, tres veces por semana, al volver de la escuela, tomaba su cuaderno de música, las partituras y se marchaba ansioso a sus famosas clases.
Año a año fue acumulando experiencia, habilidad, y con mucha dedicación y esfuerzos se recibió de “Prof. de Teoría “. Ya faltaba menos.
De pronto un cambio importante en la vida familiar los hizo mudarse nuevamente a la capital.
Retomó sus estudios casi de inmediato, pero en la mudanza junto a otras cosas importantes, habían perdido parte de su viejo piano...lo que resultó un grave escollo.
Estudiar en un órgano le resultó difícil y recobrar las teclas del piano imposible.
Ha pasado el tiempo, es aún muy joven, a veces recuerda con amargura que le faltaban tan sólo dos años para recibirse y si bien su meta no era dar clases, si quería culminar sus estudios.
Muy de vez en cuando, como para demostrarse a si mismo que aún puede hacerlo, enchufa el transformador y con destreza arranca hermosas melodías al teclado.
Soñando tal vez con que algún día las cosas cambien y pueda comprarse un piano. |