Silencio |
Silencio deseado que desnuda me enfrentas a un límpido espejo, a veces... empañado en otras. ¡Qué difícil fue encontrarte, y cuánto te he necesitado! Has sido el confidente más leal, aún , cuando cruel y despiadado descubras la forma de piel que recubre a esa otra mujer que no me simpatiza y que deseo borrar de la faz de mi paisaje. ¿Quién mejor que tú sabe de mis sentimientos más puros, más auténticos y legítimos? De mis deseos, de mi dolor temores e impotencia... Te he encontrado por las noches cuando en la casa reina la paz y el sueño no quiere llegar a mi playa. Mi cabeza flota y mis sentidos te buscan. Eres como remanso luego de una tormenta, que viene a mí con infinita ternura, a veces... cual Juez implacable en otras. En ti fui libre, aun estando presa allá... en Punta de Rieles, donde fuiste maestro en pleno calabozo, llevándome a recorrer contigo las calles de Benedetti, Clara Silva, el gran Florencio y Liber Falco. De tu mano conocí a García Márquez y nos fuimos con Galeano a navegar por cada río de nuestra América, saqueada, sufrida, hambrienta, ¡ y tan valiente ! Me presentaste a Roa Bastos, a Ciro Alegría, y a otros tantos, que no por no nombrarlos hoy, me ayudaron menos. Sacábamos juntos conclusiones sobre Moravia y Vasco Pratolini, Víctor Hugo y los miserables, hasta que la censura ya no quiso averiguar por quién doblaban las campanas, ni saber de Milas 18, de Simone y Jean Paul, de naranjas mecánicas, o de los caminos a Katmandú. Y llegaron al colmo de esconderle al principito su rosa. Silencio amigo... cómplice de esperanzas utópicas, refugio y morada diste a mi locura dolorida aquella mañana fría de mayo, cuando partió Daniela, mi primer retoño... Fuiste el manto protector, que me arropó y dio abrigo en cada uno de mis fracasos, y brindaste resplandeciente con la llegada de mis cuatro brotes. Amigo de horas indescriptibles, de rejas, cerrojos y torturas, que hoy me permites volar al pasado, tejer sueños de un mundo futuro donde exista realmente la justicia social, el amor sin lágrimas (como en la canción) y por fin, nuestra tan añorada libertad. Silencio amigo... detestado por tantos temidos por otros mi casa está abierta y eres bienvenido hoy, mañana y siempre... |
Ana Amorós, 1997
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