Una noche de San Juan ya no recuerdo el año, allá por Caraguatá (octava sección del departamento de Tacuarembó), una linda quinceañera quiso junto a sus hermanos y vecinos, celebrar esa noche y ver qué les deparaban en las cédulas, ese año.
Sus padres tenían un almacén de ramos generales y año a año, veían como iban creciendo sus campos.
María José estaba enamorada de una loma cercana del camino a la casa. Enorme casa, con algunas piezas construidas con piedras enormes.
Esa noche, luego de terminada la reunión, la jovencita dijo a su padre con un tono de voz que no admitía negativa alguna: -“En esa loma, papito, quiero tener mi casa el día que me case”- El padre la abrazó muy fuerte y en ese instante quedó pactado que así se haría.
En la cabeza de la muchachita se tejieron mil sueños y la esperanza de ver allí realizada la casa esa que tantas veces levantó, modifico y recorrió en sus fantasías.
No pasó mucho tiempo desde aquella noche, cuando debieron traer de urgencia a un médico de Fraile Muerto. María José yacía en cama, doblegado su espíritu y su juventud. No sabían qué causaba la temperatura por ella alcanzada por las noches, los delirios y el sudor.
Nada pudo hacer el buen doctor, nada, de pronto aliviar en parte el dolor…e intentar consolar a los desolados padres.
Una mañana, la chica llamó a su padre y le dijo: “Papá, donde iban a construir mi casa, construya un panteón y usted mamita, cree el jardín más hermoso que puedan sus manos”
Demás esta decir que así se hizo. |