La llovizna azul, juguetea con mi cabellera enmarañada por el viento. Camino sin prisa, sin apuros por llegar a parte alguna: No existen esta noche ni leños encendidos, ni una cama tibia con olor a hombre...
Nada, solo mi loca y confusa cabeza anudando por momentos el cerebro, anulando mi capacidad de ser yo misma otra vez.
Me duelen los huesos y el alma, un intenso aroma a jazmines en flor me embriaga por un momento y me retrocede en el tiempo. Tiempo de amores, tiempo de azules intensos y rosas viejos, de brisas otoñales...
La arena caliente bajo mi piel dorada, joven y tersa. Primaveras rebeldes, imborrables, entre utopías, estudio y militancia.
Qué claro me parecía todo entonces, cuánta seguridad de que lograríamos alcanzar la meta soñada.
Cuánta diferencia con este comienzo de invierno crudo y cruel que me sacude toda, que nubla mis sentidos.
Observo pasar los autos, los vehículos en general, se alejan veloces, todo me parece hueco, inútil...
Nada tiene sentido esta noche, nada...
Hasta que la frágil imagen de una criatura andrajosa y aterida de frío se enfrenta a mi para pedirme algo.
La observo en silencio, impotente y con algo de vergüenza. Es una niña de no mas de seis o siete años, sumamente escuálida, de ojos claros y mirada perdida. Nuevamente mis ojos se posan en su poca ropa, sus cabellos enmarañados, pero no por el viento precisamente y una puntada me atraviesa el estómago..-J Frente a donde nos encontramos hay un pequeño bar, no lo pienso más y la invito a tomar un cortado, me sonríe y me toca con su manito helada.
Y como por un sacudón, vuelvo a sentirme otra vez, y no siento ya lástima de mi
misma. |