Corría mediados de julio, era una tarde gris y lluviosa, cuando llegaste al mundo. Nuestro mundo. Transformando así a mi joven y dulce hija en madre y por ende a mi en abuela. Primerizas ambas en nuestros respectivos roles.
Si, llegaste a las catorce horas y pico, luego de un largo trabajo de parto y la ansiedad de tu padre.
Llegaste con olores y recuerdos de un ayer lejano en el tiempo, pero cercano en el afecto.
Llegaste, llenando de luz mi vida y la de tus tíos….
Tienes un aire de familia muy particular y nos recuerdas a otra personita querida que hoy ya no está, una ternura increíble nos despiertas con esa simpatía tuya, tu vocecita abriendo paso a la esperanza.
Mi pequeña Lucía, no podrás imaginar nunca la calidez y tibieza que embargan hoy mi alma por saberme tu abuela, el orgullo que siento al verte tan vivaz.
Una sensación muy mía e irreproducible me invade a veces, mezcla de sentimientos y resquemores, de tristezas muy hondas que aún palpitan bajo mi piel.
Pero la vida siempre tiene sentido, aunque la muerte nos venza al final, aunque el camino esté cubierto de tropezones. Tú eres una prueba de ello, un triunfo, luego de tantas derrotas y postergaciones.
Un canto de amor y de esperanzas en este invierno que aún se mantiene en parte soleado gracias a tu querida presencia.
3/02/06
Daniela 2008 |