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La tarde está muriendo lentamente.
Las nubes tienen ígnea cabellera:
inmensa hoguera
ha levantado el sol en el poniente.
La pupila azul del lago
se cubre de morado terciopelo,
y desde la tierra al cielo
tiñe el aire un tinte vago.
Rumbo a la isla pasan dos
aves de largas zancas,
son tal vez las manos blancas
con que la tarde dice adiós.
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