Viaje al centro de la mente. Ensayos literarios y científicos, de Jules Verne. Páginas de Espuma, Madrid, 2018. 364 pp.
El fabuloso viaje de Jules Verne
|
Nadie recuerda a Jules Verne como un ensayista. En efecto, no lo era y, paradójicamente, es este volumen suyo de reciente aparición, al que se ha titulado nada menos que Viaje al centro de la mente. Ensayos literarios y científicos, el que permite confirmar el aserto. El libro, de tapas duras, con fotografías y grabados, editado en Madrid en marzo de este año, contiene un escrito que resume gran parte de la narrativa de su admirado Edgar Allan Poe, breves artículos de divulgación científica, algunos registros testimoniales, una reseña histórica y una serie de discursos que remiten a su participación en la vida social de la ciudad de Amiens, donde residió durante la mayor parte de su existencia. Salvo los discursos, se trata de crónicas, algunas autobiográficas como su fracasada aventura de cazador, sueños utópicos narrados como tales, apuntes, comentarios, algún prólogo. Son todos ellos textos nunca reunidos en volumen que, si bien resulta exagerado calificarlos de ensayos, poseen el indudable valor de aportar datos sobre la vida del escritor francés, sus inclinaciones literarias, sus obsesiones, sus preocupaciones locales. Un último apartado incluyendo seis entrevistas que le realizaran en sus últimos años, entre 1895 y 1903, constituye un notable complemento para conocer más de cerca su legado literario.
Verne publicó su primera novela, Cinco
semanas en globo, en 1863. Del año siguiente es “Edgar Poe y sus
obras”, un texto que revela sus propias búsquedas como escritor. Le
atrae de Poe, al que conoce mediante la pionera traducción de Charles
Baudelaire, el relato de aventuras límite, como las de Hans Pfaall y aún
más, las de Arthur Gordom Pim, (que Verne intentará completar años
después en su novela La esfinge de los hielos), y los juegos de
acertijo y misterio que se desprenden de las investigaciones de Auguste
Dupin o de “El escarabajo de oro”. Poe posee además el signo de
distinción de ser americano, de pertenecer a “la nación más positiva del
mundo”, según Verne, aunque no sea precisamente este autor el más
representativo de ese carácter. Lo cierto es que, sea por el espíritu de
iniciativa que guía a sus ciudadanos más destacados o por los numerosos
descubrimientos tecnológicos y científicos de ese origen, Verne entendió
a los Estados Unidos como la “sociedad puramente práctica e industrial”
y allí situó el punto de partida de su fantástico De la tierra a la
luna o del descabellado intento de cambiar el eje de rotación del
planeta en El secreto de Mastón. |
Parecidas expresiones pueden encontrarse
en algunas de sus entrevistas. En una de ellas, la titulada “El señor
Jules Verne en su buena ciudad”, publicada en 1898 en La Revue
Illustrée, el cronista afirma de Verne que “su carrera ha sido fácil
y feliz, ningún accidente grave ha venido a complicarla”. Es verdad que
los comienzos habían sido oscilantes, en París, probando suerte en el
teatro y en amistad con Alexandre Dumas hijo. Pero pronto, cuando Verne
contaba 36 años, un olvidado escritor, Alfred de Bréhat, le presentó en
1861 al editor Pierre-Jules Hetzel, quien había publicado, entre otros,
a Balzac, Víctor Hugo y Zola. Según el cronista, el éxito de Cinco
semanas en globo, al parecer, habría aturdido a Verne al punto de
que soñaba sacudir con su obra “los cimientos de la sociedad
contemporánea”. Es entonces cuando Hetzel lo alecciona: “Hijo mío, haga
caso de mi experiencia. No derroche sus fuerzas. Venga, si no a fundar
un género, al menos a renovar, de una forma estimulante, un género que
parecía agotado. Trabaje este surco… Gracias a él recogerá mucho dinero
y gloria, a condición de no extraviarse por atajos. Esto es lo pactado:
usted me da, a partir de hoy mismo, dos novelas al año. Mañana
firmaremos…”. Supuestas o no, estas palabras tuvieron su correlato
práctico el 23 de octubre de ese año cuando se firmó el contrato que
iniciaba la serie “Viajes extraordinarios”, título sin duda inspirado en
las “Historias extraordinarias” de Poe. |
|
Hetzel, republicano comprometido, imbuido de las luces del enciclopedismo, apuesta a la lectura como formadora de un hombre libre y responsable y al conocimiento como generador del progreso y de una nueva cultura civilizadora. En su Magasin d’Éducation et de Récréation, que informa de su actividad editorial, las obras de Verne serán anunciadas como “educación científica”. Verne, por su parte, no tendrá reparos en aceptarse a sí mismo como un divulgador y someter el contenido de sus novelas a un riguroso estudio. “He tratado de ser todo lo verídico y todo lo exacto posible”, afirmó. El resultado es la creación de un mundo donde solo la aventura vale como trascendente, el único enemigo es la naturaleza y el triunfo va de la mano del dominio y destreza en los avances científicos como fórmula única. Un mundo sin conflictos sociales, a pesar de que Verne se confiesa asiduo lector de Charles Dickens en otro de los textos del libro. Un mundo de personajes planos, sin profundidad sicológica, imbuidos de preceptos enciclopédicos, aptos solamente para cumplir con una misión de divulgación científica. Un mundo optimista y a la vez profundamente ingenuo, demostración empírica del ideal positivista, fiel quizá como ninguno a los preceptos de Auguste Comte donde la ciencia y la tecnología guían al hombre hacia la felicidad. |
|
LUCES Y SOMBRAS. El perfil de
visionario se ha convertido en la historia de la literatura como
sinónimo de Jules Verne. Máquinas portentosas pero siempre posibles,
hallazgos y fórmulas matemáticas son el eje de muchas de sus
narraciones. Un cohete es capaz de orbitar la luna lanzado desde un
cañón propulsor que el Gun Club, una asociación de artilleros retirados,
ubica en la Florida, cerca de Cabo Cañaveral. Un vehículo a la vez
anfibio y aéreo otorga a Robur el conquistador un poder
excepcional, que se continuará en Dueño del mundo. La invención
de un submarino es un prodigio del capitán Nemo, uno de los héroes de la
trilogía que reúne Veinte mil leguas de viaje submarino, Los
hijos del capitán Grant y La isla misteriosa. El “fulgurador
Roch”, un arma de destrucción masiva, es una especie de misil que
enloquece a su creador, el protagonista de la novela Ante la bandera.
El descubrimiento más celebrado en su tiempo, sin embargo, son las
veinticuatro horas que se ahorran al avanzar de este a oeste en un
Viaje alrededor del mundo en ochenta días, un acierto que, a partir
de su obra y aún en vida de Verne, más de una vez se hizo realidad. |
Hijo de su
época, Verne soñó con una posteridad simple, reducida a muy pocos
factores y en constante avance lineal. No imaginó nada que alterara el
ineluctable camino del progreso y trasladó a su obra estigmas y
prejuicios de su tiempo sin jamás cuestionárselos. El feminismo de hoy,
por ejemplo, tendría mucho que reprocharle. A su evidente incompetencia
para la creación de personajes femeninos se suma la concepción que tuvo
de la mujer y su rol en la sociedad. “Mis héroes tenían necesidad de
todas sus fuerzas, de todas sus energías, y la presencia a su alrededor
de una encantadora joven les habría impedido con frecuencia realizar sus
gigantescos proyectos”, afirmó en una ocasión. Pero no basta la
presencia perturbadora. Más contundente aún resulta el comienzo de su
novela breve El secreto de Maston: “Así, pues, señor Maston,
¿opináis que una mujer no sería nunca capaz de hacer progresar las
ciencias matemáticas o experimentales?”, pregunta la señorita Scorbitt.
El aludido, si bien no niega la aptitud de la mujer para entender
“cuestiones elevadas”, agrega que desde que el mundo existe han sido
siempre hombres los que han realizado aportes científicos y que esto es
una verdad irrefutable. Ante esa respuesta, la señorita Scorbitt resigna
sus deseos de participación en la empresa fantástica que propone Maston
y se limita a lo único que le está permitido: financiar el proyecto. |
Jules Verne es un caso paradójico dentro de la literatura universal. Inmensamente popular en vida, relegado tras su muerte al cajón de los novelistas de aventuras juveniles, y redescubierto en torno a 1950 por sus cualidades literarias y la profundidad de su pensamiento, recibe, ahora, en el centenario de su muerte, los reconocimientos que no consiguió quien enriqueciera la imaginación de millones de lectores sin ser admitido en la Academia francesa, una de sus mayores frustraciones. Nuestro retrato del creador subraya el valor de su obra sin descuidar a la persona que se oculta tras ella, con sus contradicciones y sus ambigüedades. Las principales novelas de Jules Verne aparecen entre 1863 y 1886: Cinco semanas en globo, Viaje al centro de la Tierra, Los hijos del capitán Grant, La isla misteriosa, Michel Strogoff, Un capitán de quince años, Tribulaciones de un chino en China, De la Tierra a la Luna, Veinte mil leguas de viaje submarino, Escuela de robinsones o La vuelta al mundo en ochenta días. No son los únicos títulos, pero sí son suficientes para convertirle en el creador imaginativo y fecundo que todos conocemos. Una propuesta de José Ignacio Velázquez Ezquerra, Catedrático de Filología Francesa UNED. Para saber más: http://www.uned.es http://canal.uned.es |
|
Alfredo Alzugarat
alvemasu@adinet.com.uy
Publicado en El País Cultural el 17 de febrero de 2019
Autorizado por el autor
Ver, además:
Julio
Verne en Letras Uruguay
Editado por el editor de Letras Uruguay
Email: echinope@gmail.com
Twitter: https://twitter.com/echinope
Facebook: https://www.facebook.com/carlos.echinopearce
Linkedin: https://www.linkedin.com/in/carlos-echinope-arce-1a628a35/
Métodos para apoyar la labor cultural de Letras-Uruguay
Ir a índice de Ensayo |
Ir a índice de Alfredo Alzugarat |
Ir a página inicio |
Ir a índice de autores |