promovido por Emir Rodríguez Monegal y
fijado de manera referencial por la biografía que le dedicara Carlos
María Domínguez, más allá de la pesquisa a la subterránea presencia del
amor libre en el pacato Montevideo de entonces, el mérito de la obra de
Wasem radica en evidenciar la alianza antiburguesa que significó el
entronque de esas dos corrientes del pensamiento, la mutua influencia y
la consiguiente erosión al consenso social que emana de ambas. Es la
historia del aristócrata que, con la utopía del amor libre, proclama la
modalidad del anarquismo erótico y la asunción de una nueva sexualidad,
pero es también el logro de publicar sin depender del mercado, de la
experimentación tipográfica y hasta de cierta connivencia estilística,
factores todos alimentados por una unión que parece haber ido más allá
de lo circunstancial.
Roberto de las Carreras trae la idea del amor libre de su viaje por el
viejo continente. Predicar ese concepto en el Montevideo de entonces,
rebajado por algunos intelectuales a nivel de aldea aborigen, con una
vida sexual de plena sujeción a la ética católica, era una tarea harto
difícil aún para un señorito que sentía orgullo de su origen bastardo y
gozaba de la fortuna de los García de Zúñiga. Tras un pequeño adelanto
en El Día, exactamente en 1900, da a conocer “Sueño de Oriente” en la
imprenta de Dornaleche y Reyes, la misma que por esos días estaba
lanzando “Ariel”, de José Enrique Rodó. La obra recibe el elogio de
Julio Herrera y Reissig desde La Revista y ese fue el comienzo de
una amistad que se extenderá por algunos años. Desde esa fecha hasta
1907 Roberto de las Carreras adquirirá su mayor visibilidad pública.
Curiosamente, es el momento de su desplazamiento hacia la prensa
anarquista: dejará de publicar poemas en la primera plana del diario de
Batlle y Ordóñez, del que era accionista, para comenzar a hacerlo
primero en el periódico obrero El Trabajo y luego en La
Rebelión. Creador de un personaje de sí mismo, de las Carreras
alienta la pose y el gesto incendiario a través del exceso y la sorpresa
a veces casi infantil. “Sueño de Oriente”, que inaugura una serie de
libros eróticos a contramano de la moral social, será obsequiado al
Arzobispo de Montevideo. Le seguirán “Amor libre. Interviews voluptuosos
con Roberto de las Carreras”, “Psalmo a Venus Cavalieri” y otros
escritos.
La propuesta de estas obras, de cuidadosa edición, era una “revolución
sensual” que aboliera el concepto de la mujer “ángel del hogar”, tildado
de hipócrita y humillante, y lo sustituyera por el de una mujer
entregada a una nueva afectividad sexual, una mujer sin hijos en
oposición al rol tradicional de “madre antes que amante” que le asignaba
la sociedad. “La reducción de la mujer a su papel reproductor la
transforma en una esclava de la nación, destinada a procrear para que el
Estado nación perdure”, se afirma. La polémica no se hizo esperar,
afuera y adentro del anarquismo, llegando hasta nuestros días. Mientras
Uruguay Cortazzo asegura que “el propósito de Roberto es demostrar que
es posible fundar una nueva masculinidad más allá del autoritarismo
machista”, José Pedro Barrán cree hallarse ante un “cuestionamiento
pionero a las estructuras morales y jurídicas que sustentaban las
relaciones familiares hacia el Novecientos, algo que la sociedad asumirá
recién a partir de los años veinte”. Para de las Carreras sin embargo,
el asunto tenía la lógica implacable de quien concebía la historia como
resultado de la lucha entre el Marido y el Amante antes que por un
enfrentamiento de clases sociales. Su propio origen, fruto de la
relación extramatrimonial de Clara García de Zúñiga con un militar
partícipe de la defensa de Paysandú, se lo presentaba como algo natural.
Lo íntimo era ascendido al plano político y se proclamaba como modélico
en una concepción personalista y egocéntrica del mundo y del devenir
histórico. Por ese sendero llega Roberto de las Carreras a un anarquismo
reducido casi a una única bandera, derrochando dinero pero sin dejar de
usufructuar su condición de privilegio. Quizás sus libros hayan incidido
o al menos participado del debate que la sociedad uruguaya de ese
entonces sostuvo en torno a la ley del divorcio, aunque tal afirmación
no deje nunca de ser una conjetura.
Es posible que el impacto de la estética tan refinada como extrema de
Julio Herrera y Reissig haya empalidecido la figura de Roberto de las
Carreras, pero es claro también que, en el canon del Novecientos, nunca
dejó de ser un modernista de segunda fila. En sus últimos y olvidados
libros, “Diadema fúnebre”, “La Venus celeste”, “La visión del Arcángel”,
el erotismo se diluye en un espiritualismo melancólico, casi religioso,
donde Ángel Rama cree distinguir “un balbuceo que delata la enajenación
acelerada” que lo dominará el resto de su vida. Recientemente, sin
embargo, los esforzados rescates de “El pudor. La cachondez”, por Carla
Giaudrone y Nilo Berriel (1992) y del “Tratado de la imbecilidad del
país por el sistema de Hebert Spencer”, de Julio Herrera y Reissig, por
Aldo Mazzuchelli (2006), y el excelente estudio “La degeneración del
900: modelos estético-sexuales de la cultura en el Uruguay del
Novecientos” (2005), también de C. Giaudrone, han contribuido a que su
estampa de dandi y al menos parte de su obra vuelvan a concitar la
atención de la crítica académica. Entre 2006 y 2008 se ha reeditado la
clásica biografía “El bastardo” y se publicaron sus “Crónicas de viaje”.
La obra de Wasem, más que completar este ciclo, lo abre a nuevos canales
interpretativos.
El amor libre en Montevideo. Roberto de las Carreras y la irrupción
del anarquismo erótico en el 900, de Marcos Wasem. Banda
Oriental-Biblioteca Nacional, Montevideo, 2015. Distribuye Gussi.
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