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Nueva biografía de Stefan Zweig |
Entre dos guerras |
En el prólogo, Oliver Matuschek deslinda
su obra de los varios libros de memorias que, tras la Segunda Guerra
Mundial, escribiera Friderike Zweig, donde manipula y altera datos sobre
la vida de su esposo, el escritor austríaco Stefan Zweig, callando lo
más posible lo relativo a su amante Lotte o dando a entender que solo
ella, como primera esposa, tenía autoridad para hablar sobre él. Tomando
un título desechado por el escritor para su autobiografía y basándose
directamente en la inmensa correspondencia personal y la de sus
allegados Matuschek, cuyo solo fin es aproximarse a la verdad, divide su
relato de la vida del escritor en tres partes o tres vidas: juventud,
madurez y exilio. De este modo, son varios los aspectos de su
trayectoria, nuevos o hasta ahora de escaso interés, que salen a luz. |
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Esa era su práctica: intimar y pedir que
le obsequiaran originales, aunque no dudaba en comprar, incluso a
elevados precios,“perlas” como un folio doble de la segunda parte del
Fausto de Goethe. Hijo de industriales judíos de Viena, la fama de que
gozó desde sus primeras obras y el dinero, que nunca le faltó, hicieron
posible que a lo largo de su vida acumulara un caudal enorme de
manuscritos e incluso de objetos de otros escritores, entre ellos, lo
más preciado, el escritorio de Ludwig van Beethoven. La colección
pareció por momentos desbordarlo. Junto a poemas de Baudelaire reposaban
cantatas de Chopin y de Schubert o un discurso de Robespierre. En 1933,
secretamente, solo por sentirse poderoso, adquirió el manuscrito de un
discurso de Hitler. |
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La labor no podía ser nada grata a Zweig.
La realizaba sin creer en ella, consciente de la falsedad del asunto.
Debía resultarle una humillación y una ironía al recordar su
preocupación y su búsqueda de la verdad cada vez que encaraba la vida de
una celebridad. En comparación con lo suyo, esto era una banalización de
su vocación de biógrafo. En otro orden, el horario era abrumador: 9 a 15
horas diarias. Supo, sin embargo, aprovechar las circunstancias. |
contra el “sadismo germano” y atacaba a
todos por igual. La decepción de Zweig era inaudita. Hasta ese momento
había creído ingenuamente que los grandes intelectuales estaban por
encima de los conflictos mundanos. Le escribe a RomainRolland, todavía
uno de los pocos franceses al que en ese momento podía dirigirse: “Hasta
hoy no he sido del todo consciente de la espantosa devastación que la
guerra ha ocasionado tanto en los hombres como en los espíritus de mi
mundo: igual que un fugitivo, debo huir desnudo, sin recursos, de la
casa en llamas de mi vida interior, adónde, lo ignoro.” |
Alfredo Alzugarat
alvemasu@adinet.com.uy
Publicado, originalmente, en El País Cultural
Autorizado por el autor
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