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Nada de esto impidió que, una vez instalados en Montevideo,
la pareja se insertara en la vida cultural y en las tribulaciones de la
izquierda uruguaya de aquel entonces. Colaboradora del semanario
Marcha, escenógrafa para más de una institución teatral, profesora
de ruso, de la mano de Jaunarena Yenia traba toda clase de amistades y
fluctúa entre socialistas y comunistas. De todo esto Sergio Israel
brinda una información detallada, con apoyo en numeroso testimonios. Es
por esta última vía que su narración recala en los rasgos histriónicos,
la belleza física y la fascinación que provocaba su persona. “Era lo
que se dice una mujer independiente”, “era completamente libre”, “una
persona a quien notoriamente le gustaba gustar”, son algunas de las
expresiones que matizan la puntualidad del relato.
Con el gobierno de Jruschov la pareja vuelve a la Unión
Soviética. A su retorno a Montevideo Jaunarena predica la unificación de
las corrientes marxistas, lo que le vale el rechazo del Partido
Socialista, al que siempre había sido fiel. Se abre para ambos una etapa
de independencia. El elegante penthouse donde vivían se
transforma en poco tiempo en un centro de militancia, primero para la
formación del F.I.D.E.L. y luego para el movimiento tupamaro, con el
cual ella colabora activamente. Funcionará allí una radio clandestina y
se establecerá contacto con el cineasta Costa- Gavras, quien había
llegado subrepticiamente al país para elaborar el libreto de Estado
de sitio, film que los uruguayos conocerían recién en 1985. La
propia Dumnova ha dado cuenta de esto último en su testimonio
Contrapunto de recuerdos (1991) coincidiendo con la versión que diez
años después se da a conocer en Las vidas de Rosencof, de M. A.
Campodónico, obra que no figura en la bibliografía que aporta Israel.
En 1973, residiendo en Chile, salvará milagrosamente su vida
en los días terribles del golpe de estado al presidente Allende
recurriendo a toda su capacidad gestual. La Yenia que se reencuentra en
Europa con su esposo para compartir un nuevo y largo exilio, se ha
convertido casi en una leyenda: “ella era siempre el centro”, “una
persona que se desplazaba por el mundo haciendo realmente lo que quería
con mucha comodidad”, afirma el narrador.
El regreso a Montevideo, la publicación de la revista
Alfaguara, la esperanza depositada en la perestroika, la
militancia frenteamplista, son episodios que jalonan los años finales.
Un acierto de la investigación del autor en este tramo, es la
recurrencia a materiales inéditos, como la entrevista que le realizara
en 1998 Graciela Sapriza o el testimonio de la profesora Elizabeth
Hampsten. La valentía de la última decisión de Yenia Dumnova acrecienta
la sensación de misterio. No puede ser de otro modo. Concluida la
lectura se tiene la seguridad de haber recorrido una vida excepcional
que, como todas las de esa cualidad, siempre tiene algo más para decir.
YENIA DUMNOVA, UN AMOR EN LA GUERRA FRÍA, de
Sergio Israel. Trilce, Montevideo, 2004. Distribuye Gussi. 126 págs. |
