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Chómpiras
Alfredo Alzugarat

alvemasu@adinet.com.uy
 

Quiero recordar a Julio Sánchez como "Chómpiras", el poeta que trepaba a los ómnibus de la avenida Agraciada a recitar sus poemas y ofrecerlos a voluntad; recordarlo con su discurso espontáneo y adaptado a las circunstancias de cada día, con su sombrero aludo, con su voz estruendosa casi sin huella de aquel niño tartamudo que dicen que fue, también con el olor a vino de su aliento, su saco raído, su bohemia y su admirable austeridad. Quiero recordarlo así aunque no puedo olvidar al otro Julio Sánchez, el que conocíamos como "el burrito", con su vientre abultado por el consumo de psicofármacos, su rostro de sufrimiento, su voz quebrada, su humor a pesar de todo.

"Chómpiras", como él mismo quiso llamarse, fue la transformación triunfal de "el burrito", aquel apodo de mal gusto que le inventamos los presos. Fue la coronación, la última metamorfosis de aquel niño nacido en las cercanías de Aiguá (Maldonado) hacia 1950, un niño que a pesar de su tartamudez pasó por escuela y liceo y luego, destino de pueblo chico, para ganarse la vida se enroló en el ejército con 18 años de edad. En 1973, por negarse a tratar mal a presos políticos y acusado de una supuesta vinculación a la guerrilla, fue también él encarcelado, torturado ferozmente como "traidor a la patria" y conducido al Penal de Libertad de los tiempos de la dictadura. El plan de destrucción del individuo diseñado por autoridades militares, que allí se aplicaba con todo rigor, ensañándose con los compañeros tildados de “más peligrosos” o con los ex militares, lo desbordó al “burrito”, desequilibrándolo. Durante 11 años alternó su magnífica lucidez y su sentido del humor con una flagrante locura. Cuando todos salimos en libertad, él permaneció internado en un hospital. Recién en 1992 salió a la calle, se convirtió en cuidacoches, participó de cuanta manifestación hubo y se convirtió en “Chómpiras”. Dicen que en el 94, en plena campaña electoral, subió por primera vez a hablar a los ómnibus, pero no para recitar poemas, sino para arengar a lo pasajeros a votar al Frente Amplio. Así fue que dejó de tartamudear. La experiencia le sirvió para hallar su camino definitivo. 

[1]Si te ofrezco cuando viajas/ caramelos y curitas/ es porque siempre la guita/ se precisa para algo;/ es por eso que yo salgo/ día a día y te converso/ mercadería o versos/ y precios que tiro abajo,/ luchando por un trabajo/ estable, digno y seguro/ a la vez que te aseguro/ que vendrán tiempos mejores/ para ahuyentar los dolores/ y revivir la alegría,/ esa tuya y mía/ de conquistar un futuro/ donde el pan no sea tan duro/ que te avergüence los dientes,/ que digas lo que tú sientes/ a la cara y a los ojos/ sin postrarse ya de hinojos/ que espontánea tu sonrisa/ germine nuestra simiente.

Tal vez éste haya sido uno de sus primeros poemas, cuando afirmó en una rutina y un ganarse la vida, subir a los ómnibus a vender curitas, lapiceras y poemas de su autoría. Después sólo poemas, con su utopía a cuestas. Igual que aquellos antiguos juglares que de castillo en castillo exponían su arte y ganaban su sustento.  

[1]Defiende sin entregarte/ la palabra del amigo, / que mi suerte/ es contigo/ y no hay nadie/ que la niegue; / que lucha/ quien quiere y puede/ en lo propio y ajeno, /sin conocer/ nunca el freno;/ de injustos y poderosos,/ que aún lo feo/ es hermoso/ en la vida con sentido.

La fraternidad y la sabiduría que sólo se forjan en las experiencias más difíciles se abrían paso en sus palabras irradiando una actitud ante la vida, lo que él llamaba una “vida con sentido”. Es posible que fuera un hombre feliz cada vez que leía y ofrecía sus versos. Había logrado ser dueño de su destino, se había salvado a sí mismo, era lo que quiso ser: Chómpiras, un poeta que hablaba desde la autenticidad de lo vivido.  

[1]Un día me iré,/ lejano nadir,/ estrella oculta y apagada/ presta a explotar/ en mil mundos/ mil partículas de vida./ Me iré sí,/ resucitando en tu sonrisa,/ en tu ademán iracundo,/ en el destello de tus ojos/ brillando la pasión./ Ese día volveré/ convulsionando dimensiones/ ignotas,/ alma y vida,/ en manecillas descontroladas./ Verás…/ Seré un dulce huracán./ Volveré sí,/ ¡Pero que digo!/ Nacido de todos los tiempos/ simplemente viviré.

Su vida llegó a su fin el 16 de agosto de 2009. Firmaba sus poemas: “Chómpiras, poeta popular del ómnibus”. Y añadía a su firma un pensamiento: “Los niños y los locos somos los únicos que decimos siempre la verdad. A los niños los educan, a los locos nos encierran”.

[1] El vendedor y el ómnibus”, “Contigo” y “Dimensiones de vida y muerte”, tres poemas inéditos de Julio Adán Sánchez Pereira, “Chómpiras”.

Alfredo Alzugarat
alvemasu@adinet.com.uy
 

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