Macao, Macao |
Corría el año 1890. Cuando Lee Fu decidió salir de Macao (CHINA) para recorrer varios países en barco. El era un gran cocinero, tenia 25 años y ansias de recorrer mundo y de vivir otras historias diferentes a las que él estaba acostumbrado. Zarpó con sueños de ver un nuevo mundo. Tocaron muchos puertos hasta que un día el barco ancló en el puerto de Haifa (ISRAEL). Bajó ese día por la pasarela como siempre a conocer un poco de los alrededores del puerto de cada lugar donde anclaban. Se metió entre el gentío ... comenzó a caminar ... subidas grandes y medio montañosas ... un habla extraña a sus oídos por supuesto ... árabe y hebreo. Después de pasear por unas cuantas horas trató de volver al barco pues a las 19 horas zarpaba ... Se perdió, y cuando pudo llegar vio el barco muy a lo lejos. Se sentó mirando como se iban sus pocas pertenencias, menos mal que el dinero lo tenía con él. Habían pocos lugares de comida por esa zona, pero se acercó a un tipo de café más grande, tratando de explicar que quería cambiar comida por trabajo. Tuvo suerte y marcó en un papel que el barco se fue y con dibujos se pudo entender con el dueño o encargado de ese lugar. Así estuvo trabajando y comiendo, y cuatro días después el dueño lo encontró durmiendo en el suelo y lo empezó a dejar dormir adentro. Lee era muy avispado. Pronto, con su simpatía y su cómica forma de tratar de hablar hebreo se fue haciendo amigo de los parroquianos. Enseñó un poco sus comidas pero aprendió las del país. A los 6 meses hablaba bastante bien el hebreo y ya le pagaban un sueldo con el que había alquilado una pieza. Vivía una experiencia extraña pero le gustaba todo lo que veía. Los ingleses estaban allí y aprendió a hablar inglés. Había un tren que recorría Egipto, Israel y llegaba a Beirut. Le encantaba cuando paraba en la parte israelí. Ver como llegaba gente con turbantes, mujeres con las caras cubiertas que para él le resultaba extraño. Lee se entretenía yendo a los templos y lentamente se fue incorporando a la vida de Israel... El era uno de los pocos chinos que salen muy altos; no era feo y muy pronto una muchacha judía, Dora, se enamoró de él. Los padres se oponían, pero esta jovencita era de carácter fuerte y pronto se juntaron. Su sueño de viajar era eterno, pronto la convenció y programaron un viaje largo en barco a Europa y de allí a Sudamérica, a tierras vírgenes de las que se hablaba tanto. No pasó mucho tiempo cuando subió nuevamente la pasarela de un barco junto a su amada. Simplemente Lee era feliz cumpliendo sus sueños. Después de recorrer algunos puertos de Europa, siempre bajando y trabajando para seguir la ruta predestinada llegaron a España y después de estar un mes embarcaron hacia Buenos Aires. Trabajaban principalmente en restaurantes ... cocinaban comidas chinas, árabes y judías ... siempre encontraban candidatos que estaban felices de saborear lo que ellos hacían. Pero el barco, después de parar en Rió de Janeiro, paró en Montevideo, antes de Buenos Aires. Ellos bajaron y les encantó las playas que vieron y se quedaron en nuestro país. Montevideo estaba en sus albores, y todo el que llegaba trabajo tenia; faltaba gente y eran todos bienvenidos. Dora empezó a hacer comidas o lo que viniera y Lee seguía cocinando, tuvieron 6 hijos ... a los que los educaron en la religión judía ... porque Dora antes de salir de Israel fue lo que prometió a sus padres. Tres de ellos nacieron con facciones chinas, los otros tres como la madre. Así pasaron los años. Cada uno de ellos se casaron con cristianos y judíos y formaron familias, las cuales, de tantos nietos, algunos salieron con rasgos chinos. Lee y Dora vivieron muchos años y fallecieron de viejos. Su familia se agrandó con muchos nietos. |
La historia de una nieta |
Todos los hermanos se llevaban muy bien y los nietos también. Muchos dejaron la religión judía y otros la continuaron. Una de sus nietas era preciosa. Ojos rasgados medio achinados, color claro. Sus padres eran de los que seguían la línea del judaísmo. Susana cumplió 18 años y, en un baile, un joven argentino que visitaba Montevideo, la conoció y se enamoró de ella. Le contó la historia de sus abuelos ... y que tenía alguna probabilidad de tener hijos con rasgos chinos. Al joven no le importo y se casaron. Pablo y Susana vivían un romance maravilloso. Tuvieron cuatro hijos, la niña, increíblemente, salió bastante achinada; era la cuarta generación. Se fueron a vivir a Buenos Aires, donde, esforzadamente, trabajaron y llegaron a una excelente posición. Pero no todo en la vida sale redondo y Susana se enfermó muy grave. Pablo estaba desesperado. Les dijeron que en Israel había especialistas en lo que ella tenía y que viajaran allá. Así lo hicieron, necesitaba un transplante de médula. Estuvieron allí el tiempo necesario junto a dos hijos que los acompañaron, luego de estar mejor volvieron a Buenos Aires. Cuando volvieron era la época de 1975 o 1976 ... época en que el Rodrigazo dejó a bastantes ciudadanos sumidos en la miseria. Trataron de remontar, pero cada día perdían más dinero y pasados unos años estaban en bancarrota, después de haber sido muy ricos. Pero eso no seria nada. La salud de Susana comenzaba a decaer. Toda la familia decidió emigrar a Israel, más que nada porque tenían la esperanza que los médicos de allá podrían hacer mucho por Susana. Llegaron al puerto de Haifa en el año 1980 .... increíblemente cien años después que el abuelo y bisabuelo chino Lee Fu había llegado al mismo puerto. Allá vivieron con otro destino. Con otra forma de vida, en cien años, Israel se convirtió en un país pujante. El modernísimo llenó de espacios verdes y lugares hermosos. Después de estar un mes, toda la familia decidió dar un paseo, un sueño que tenían. Fueron a Haifa a tratar de recorrer los lugares en que estuvo Lee, buscaron todo lo que recordaban, en especial Susana, de los cuentos de los abuelos que transmitieron a su familia. Las montañas de las cuales él hablaba ... ya tenían un tren extraño y empinado que las sube. Todo estaba diferente, era como si estuvieran en otro lugar, edificios nuevos, hermosos; en fin: volvieron contentos … miraban el mar que un día ese bisabuelo miró cuando el barco se alejaba, dejándolo en ese extraño país donde conoció el amor, y ahí se quedaron hasta que el sol desapareció del horizonte. El otro hijo de Susana, que llevaba en la sangre todo el entusiasmo de recorrer mundo, como su abuelo Lee, decidió, algún día, visitar la ciudad de Macao. Pasado un tiempo de vivir en Israel y hacer tres años de ejercito, cuando terminó, con un grupo de amigos, sacaron pasaje y se dirigieron a HONG KONG. Visitaron todo lo que pudieron y de ahí se dirigieron a Macao. Cuenta este bisnieto que, cuando legaba a esa ciudad, un sudor frió recorría sus sienes. Su bisabuelo había nacido ahí, quizás existirían parientes, ya de cuarta generación ... habría alguno vivo. El llevaba unos papeles con que Lee Fu había salido de Macao, apenas se podían leer, tenían más de cien años ... estaban dentro de un nylon ... pero había un número de distrito. Estaba en las afueras de Macao ... allí se dirigió ... buscó, habló, contó y .... nada, no encontró nada. No a todos les interesa la vida de sus bisabuelos y menos en Macao, de alguien que se fue en 1880. Siguió su viaje, volvió a Hong Kong con una sonrisa en el rostro ... quizás ese bisabuelo, del que tantas veces escuchó historias, lo estaría mirando y su sangre y su alma, dentro de ese bisnieto llamado Alan, volvieron a pasar por el lugar que un día lo vio nacer y partir. Volvió a Israel contento, no encontró ningún vestigio de familia de su bisabuelo pero para el fue como si Lee Fu hubiera retornado. En nombre de toda la familia y por su recuerdo el estuvo en MACAO. Recorrer cien años de historia no es fácil en unas líneas pero quise contar esta porque Susana, mi amiga hermosa, mujer de ojos achinados, judía, china y uruguaya, ya no vive, ella murió hace años y la recuerdo escribiendo a grandes rasgos la historia de su familia con esa mezcla exótica y diferente. Como los hijos se van y próximas generaciones vuelven. Eso esta pasando ahora en Uruguay, Argentina, etc. Llegaron italianos, españoles y de muchos otros lados al puerto de Montevideo. Hoy toman un avión los nietos y vuelven al lugar de origen. Ese sabor amargo que alguna vez sintieron nuestros antepasados, cuando sus hijos se iban ... hoy nos toca a muchos sentir lo mismo. |
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