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Unos boludos afuera
Jorge Alfonso

Estoy en mi cuarto y quiero dormir. Afuera hay cuatro o cinco bobitos adolescentes hablando bobadas con dos bobitas adolescentes y entre ellos.

Los escucho intercambiando poses verbales y opiniones sobre cosas que no van a llegar a los diarios.

Los oigo tarareando la última imbecilidad cumbianchera y practicando sus torpes maniobras de conquista con las dos hembritas solas.

Los observo marcando territorio, pero todos a la vez, como un montón de perros orinándose uno a otro.

Ahora se cuelgan de las ramas de mi árbol para demostrar sus virtudes atléticas, mientras las guachitas, que fingen ignorarlos, no hacen más que darle cuerda al antiguo ritual de la procreación.

Yo sólo soy dos ojos y dos oídos en una ventana ignorada o despreciada, y trago un cóctel compuesto de 20% de urbanidad, 25% de miedo y 55% de marihuana, que me mantiene a raya impidiendo que salga a gritarles alguna obscenidad.

Ahora dos de ellos ensayan pasos de baile con las hembritas mientras el resto tararea alguna gansada tropical.

Pensar que estos idiotas desconocen a Cortázar, a Quiroga, a Girondo. Chéjov, Sartre, Borges son apenas nombres vacíos que rebotan en sus cabezas huecas.

El baile acaba y los enfermitos ríen. Casi puedo sentir el olor de la baba que amenaza escapar de sus bocas.

En diez años las preguntas fundamentales en sus vidas serán:

1. ¿cómo mantener la casa ahora que mi mujer volvió a quedar embarazada?

y

2. ¿las monedas del tarrito me alcanzarán para una cerveza?

Por ahora se contentan con tomar mate y algún cigarrillo para darse aire de hombres.

Es igual. Aunque bebieran, carecerían de las mínimas referencias literarias para justificar su ingesta: pongamos por ejemplo a Poe, Bukowski, Henry Miller, Malcolm Lowry...

Así que en vez de convertirse en "hombres atormentados por el mundo que se refugian en el alcohol", apenas si alcanzarán la categoría de borracho pelotudo.

Quizá la peor de sus muchas ignorancias sea no imaginar o no querer imaginar que desde una ventana hay un par de ojos que los observan, unidos a una mano que anota y a una libido que no deja de codiciar a las nenas que los acompañan.

Ahora parece volver el silencio.

No. ¡Bailan otra vez, tarareando más fuerte! No hay angustia existencial en sus cloacas mentales. No le tienen miedo al futuro, porque el futuro está muy lejos. Podrán conseguir o no a las nenitas. Qué importa. Mañana habrá otra noche para volver a intentarlo.

Ahora empiezan a girar como trompos hasta que se caen. Ahora se ríen. Para decirlo poéticamente, son un buen ramo de imbéciles. ¡Cómo los envidio!

Porrovideo
Jorge Alfonso

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