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II – La naranja |
Había
llovido toda la noche. A la mañana siguiente, mientras caminaba hacia la
parada, volví a quedarme con la vista perdida en el pasto, en los árboles,
en los charcos. Entonces vi algo que me pareció sublime. Me quedé
parado, observando sin entender cómo entre tanta mierda había aparecido
eso. En uno de los charcos flotaba media naranja con una hormiga encima. La hormiga caminaba de un lado a otro de la fruta, evitando caer en el agua. Estuve varios minutos contemplando la escena, tratando de entender por qué motivo el universo me ofrecía ese espectáculo de la hormiga capitaneando la naranja, un espectáculo que evidentemente estaba destinado sólo a mí. El charco era grande y el barco había quedado encallado casi en la mitad. Por un segundo me cruzó la idea de no ir al trabajo y quedarme todo el día contemplando la maravilla. Pero era imposible. Sabía que no podía quedarme y no me quedé. Para el ingeniero hubiera sido fácil probarme con sus razonamientos laberínticos que en realidad mi retraso apuntaba a destruir a la empresa. Igual me insulté todo el camino por no haberlo hecho. Gladys
buscó la llave, me abrió la puerta y retomó las quejas del día
anterior. Yo la dejé hablando sola y me metí en el baño. Escribí: ¿Qué
estará haciendo ahora el capitán? ¿Habrá naufragado? Si no se ahogó,
probablemente esté encerrado en su gajo-camarote, escribiendo la bitácora
de viaje. Quizá él, que me supera en fuerza, todavía esté buscando una
forma de llevar su barco a buen puerto. Una lástima ser menos que un
insecto. Ese día fui muchas veces al baño. Me di cuenta que inconscientemente me tomaba casi dos litros de agua para poder huir del nicho con la excusa de mear y así seguir escribiendo. En la hora de descanso releí algunos párrafos del cuento sin fin: El
Jefe, que nunca pudo entender algunos conceptos indescifrables para él
(salida, vacaciones, aguinaldo, etc.), nos bendice con su inspección
vespertina. El
Jefe ha visto y revisado. El Jefe está satisfecho. La corporación avanza
sin pausas y el personal está bien asegurado a sus cadenas. Por la noche volví dispuesto a revisar el mar palmo a palmo. Pronto encontré el barco volcado y encallado junto a unas rocas y un envase de detergente. Del capitán, ni rastros. |
Porrovideo
Jorge Alfonso
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